martes, 9 de julio de 2019

Los políticos no hablan de amor

El anillo de los Nibelungos, de Richard Wagner
Por Sergio Sinay (*)

En una reciente entrevista televisada, Martín Lousteau mostraba desencanto por la ausencia de amor en la escena política del país. Escuchar la palabra amor en labios de un político es como asistir a la aparición de un cisne negro, esos eventos absolutamente imposibles e inesperados que, de pronto, ocurren. 

Pero el desaliento de Lousteau lucía sincero, a menos que estuviera haciendo un buen trabajo de actuación, cosa posible y frecuente en el ejercicio de la política. Y aunque ni sus actores ni la gran mayoría de su público (los votantes) crean que el amor y la política tengan algo que ver, hay una relación entre ambas cuestiones. Sutil, pero lo hay. En su libro El anillo del poder, la connotada médica, psiquiatra y psicoanalista junguiana estadounidense Jean Shinoda Bolen ofrece algunas pistas sobre ese vínculo.

El anillo del poder es un original, penetrante e inspirado estudio del ciclo de cuatro óperas que, en el sigloXIX, el compositor, poeta y ensayista alemán Richard Wagner presentó bajo el título global de El anillo de los Nibelungos. El ciclo completo dura casi 15 horas y está compuesto por El oro del Rin (Das Rheingold), La valquiria (Die Walküre), Sigfrido (Siegfried) y El ocaso de los dioses (Götterdämmerung). A Wagner le tomó 26 años, de 1848 a 1874, culminar esta épica colosal inspirada en personajes clásicos de la mitología germana, que, en el fondo, están hermanados con los de las grandes mitologías de Occidente. Cierta rigidez ideológica y miopía intelectual llevan a algunos a ver en este poderoso clásico de la música, la poesía y el teatro una apología del nazismo (¡60 años antes del Tercer Reich!). Nietzsche, admirador, amigo y luego adversario de Wagner, es víctima del mismo prejuicio.

Shinoda Bolen, conocedora de cada coma del libreto y de cada nota de la música, no elude este punto y explica por qué a Hitler le fascinaba El anillo. El tema de toda la obra, según advierte esta autora, es la tensión entre el poder y el amor. El whodunit (como gustaba llamar Alfred Hitchcock al pretexto que sostiene a una trama) es un anillo elaborado con oro tomado del lecho del Rin, cuyo poseedor será todopoderoso. La fabricación del anillo, su pasaje de unas a otras manos, la búsqueda de éste, desencadenan traiciones, asesinatos, intrigas, luchas entre dioses, diosas y mortales, filicidios e incestos. El oscuro aire de la tragedia atraviesa toda la obra, que termina con la caída de los dioses, previa devastación de todo brote de amor o redención. Tanto el dios teutónico Wotan (Odin en la mitología escandinava) como Alberich, el contrahecho enano nibelungo que forja el anillo, poseen alternativamente la joya, luchan por ella, traman crímenes, ejercen brutal despotismo sobre quienes los rodean o los siguen y acaban en la soledad y el desamor absolutos.

Hitler creía verse reflejado en Wotan, explica Shinoda Bolen, pero inconscientemente estaba identificado con el deforme Alberich.

Quienes han sido despreciados desde su infancia o crecieron a la sombra de padres tiránicos, que los castraron, los ignoraron o los usaron como objeto de sus intereses, se sienten no merecedores de amor y albergan un profundo resentimiento que tratan de mitigar inútilmente buscando vorazmente el poder para someter a otros. La lucha por el poder va siempre en el camino opuesto a la búsqueda y la construcción del amor. Quien se hace del poder a cualquier precio exige obediencia y temor.

En su libro, Shinoda Bolen estudia cómo los mitos nos habitan (lo hizo de manera magistral en Las diosas de cada mujer y en Los dioses de cada hombre) y en cómo la trama de El anillo de los Nibelungos está hoy en las familias disfuncionales, en la violencia de género, en los abusos. Y advierte el modo en que se refleja en la política, donde prevalece la adicción al poder (usándolo sobre otros, a quienes se los cosifica) antes que la exploración del amor (que es la contemplación del otro y la honra de su dignidad). Es difícil saber si Lousteau pensaba en esto cuando mencionaba el amor en la política, pero el tema merece ser tenido en cuenta.

(*) Periodista y escritor

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