sábado, 12 de enero de 2019

El tango de Lilita

Reaparición en TV y en el entorno de Macri. Diálogo 
con Marcos Peña y sus decepciones.

Por Roberto García
Se convirtió Carrió en un personaje tanguero, ese género que alberga multitud de crónicas sobre embustes y traiciones, una protagonista del dos por cuatro al revelar su dolida decepción con dos hombres en menos de tres meses: Mauricio Macri y Horacio Rosatti. Demasiado vértigo para amores concluidos, metáforas de Margot, Ivette o las Esthercitas de turno, minas presuntamente fieles de gran corazón que fueron embaucadas en su inocencia.
Aunque esa excusa no le alcanza a Carrió, quien registra numerosas frustraciones previas en su repertorio masculino de seducida y abandonada –las referencias solo aluden al costado político–, un itinerario vasto que entre otros va de Pino Solanas a Héctor Timerman, el que antes de hacerse kirchnerista la asistía como ahora Rodríguez Simón y Torello: bombones, cortesía, atenciones y compañía. Una forma de militancia quizás, como le reconoció agradecida Cristina en un comunicado al ex canciller que murió el mes pasado, sin saberse aún si se refería a los tiempos en que soñaba la Revolución con ella o al período en que la Revolución era con la resbaladiza socia de Cambiemos. Distintas revoluciones, se supone.

Canta claro. Primero Carrió imputó a Macri, y resignada dijo que ya no le confiaba como gobernante, desengaño repentino y en el peor momento: le produjo un tajo gigante a la credibilidad presidencial justo cuando más temblaba el termómetro del riesgo país, angustiado el ingeniero con esa medición que en los 2000 llevó a Fernando de la Rúa al cadalso. De ahí su enojo imperdonable, entendido como una afrenta golpista por exigir el reemplazo del ministro Garavano sin justa causa, apenas impulsada por una represalia: a ella se le volaron los pájaros cuando el Gobierno no la acompañó para presidir una comisión en el Congreso. El entuerto estalló en octubre y duró hasta esta semana, cuando el jefe de Gabinete, Marcos Peña, por fin se allanó a visitar a Carrió en Exaltación de la Cruz, para disipar controversias y luego de que ella jurase a pie juntillas que acompañará a Macri en su reelección. Percanta de generoso corazón y peor memoria, diría la letra, que olvidó sufrimientos padecidos y la desconfianza proclamada. Entonces, se disciplina y alinea, hace la venia, seguramente carece de otras alternativas políticas. Se ha quedado, como los radicales, reprochando y pidiendo, pero sin la capacidad de proponer siquiera un candidato a gobernador en la provincia de Buenos Aires después de cuatro años de poder. Y, como se sabe, sin la provincia de Buenos Aires no se gana ninguna elección nacional.

A pesar del conveniente deshielo, Macri no la invitó al Sur, donde se cobija y alterna con otros dirigentes preferidos que le despiertan urticaria a Carrió. Por ejemplo, Enrique Nosiglia, quien descansa en las inmediaciones. Optó, en cambio, por habilitar al pacífico mensajero Peña con una picardía implícita: es quien discrepa en la interna oficial con Horacio Rodríguez Larreta, hoy el sostén más robusto de la diputada, y al que ella no le ha encontrado ni una sombra en su gestión municipal. Casi un hallazgo milagroso en quien siempre mira al mundo con la sospecha de una lupa. O, más precisamente, a una parte del mundo.

En esa lista de favoritos de la dama habrá que incluir a su nueva estrella, el empresario Mario Quintana, balsámico consuelo para sus decepciones políticas a cambio de que lo promueva como candidato a senador.

El diálogo de Exaltación, entonces, ya había sido declarado exitoso antes de consumarse, lo requerían las dos partes y no hubo una reserva mínima por comentarios previos de Carrió en un programa de TV, cuando objetó en cadena a los ministros Patricia Bullrich, Nicolás Dujovne y Dante Sica, al tiempo que dijo ser espiada a 70 metros de su casa, justo la distancia que la separa del domicilio del jefe de la Policía Bonaerense. También, sin sonrojarse, se ufanó por defender a quien había avergonzado hace tres meses (Leandro Cuccioli, de la AFIP), le imputó corrupción al gobierno del ex presidente Alfonsín (nadie hasta ahora del radicalismo se pronunció para fulminarla) y, en el colmo de sus candideces ignorantes, ha descubierto ahora que tal vez tenga un origen celta porque alguno de su familia proviene de Galicia. Debe imaginar que esa condición constituye una suerte de “raza superior”, sorprende que no haya aprendido esa raíz indoeuropea en el colegio secundario y tuviese que esperar hasta jubilarse para conocer esa obviedad.

Justiciera. En ese impúdico raid televisivo, más asombrosamente, Carrió se olvidó de criticar a Lorenzetti y, en particular, al segundo hombre que según ella la defraudó en su último triángulo tanguero: Rosatti, un amoroso de su corazón jurídico, al que ayudó a instalar en la Corte por su apego al libre pensamiento. Pero fue esa condición autónoma la que justamente desató la traición, ya que el ministro no obedeció al Gobierno en un fallo provisional que le demandaba una salida que salas y cámaras ya habían bloqueado. “Me decepcionó”, lamentó la dama del caballero, como si este se hubiera escapado de la pensión llevándose hasta la cuerda para colgar la ropa.

En rigor, esa imputación a Rosatti por parte de Carrió pretendió compensar el daño que ella misma le había causado a Macri con su declaración de falta de confianza. Ni aun así se ganó el aprecio presidencial y, con más ligereza que contenido, aumentó la tensión artificial entre los pares de un instituto donde se cruzan más los intereses administrativos que los ideológicos, aunque se monte una campaña para decir que hay un grupo inclinado hacia el populismo cristinista (Lorenzetti, Rosatti, Maqueda) y solo un baluarte que responde al ingeniero en jefe, Rosenkrantz. El mismo que con seguridad asistirá a la inauguración de un monumento al fiscal Nisman, en Israel, aunque no se lo recuerda participando en las marchas por el esclarecimiento de su muerte.

Bastante raro el proceso: el Gobierno denunciando y reprochando a quienes estuvieron con el poderoso Stiuso en la SIDE al tiempo que impulsa el recuerdo y homenaje a quien fue su operador preferido, Nisman.

Otro tango inexplicable.

© Perfil.com

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