domingo, 9 de septiembre de 2018

Escenas escabrosas de la política real

Por Gustavo González
Escena I. Nicky Caputo le sugirió a Macri, su hermano del alma, que sume a un peronista al gabinete. Para transmitir a la sociedad el mensaje de apoyo de cierto peronismo racional hacia el Gobierno. Y para enviar una señal a los mercados de que, cualquiera sea el próximo presidente, no habría un giro de 180° en la Argentina.

El nombre que sugirió Caputo fue el de Ramón Puerta, amigo de Macri y embajador en España.

Quien respondió fue Marcos Peña: “No llegamos hasta acá para pactar con el peronismo”.

La escena habría ocurrido el pasado fin de semana. Desde la Jefatura de Gabinete la desmienten, aunque aceptan que la frase de Peña bien pudo haber sido dicha, en cualquier otro contexto, porque es lo que piensa.

Entiende que pactar con el peronismo sería hacerlo con el pasado, y está convencido de que más tarde o más temprano cualquier pacto implicaría acordar la inmunidad judicial para los ex funcionarios kirchneristas.

Escena II. Diálogo de un legislador de La Cámpora con otro del oficialismo:

Paren de perseguir a Cristina, se va a tensar más la situación y va a ser malo para todos.
—¿Pero qué creés que podemos hacer?
—Aflojar con las fotocopias…
—¿Qué fotocopias?
—Los cuadernos. Paren a Bonadio.

La conversación revelada en off the record por el macrista, no fue confirmada por su interlocutor, aunque en el kirchnerismo aceptan que eso es lo que piensan: “Si el Gobierno no está detrás del show de las fotocopias, al menos tiene la responsabilidad institucional por atacar y dejar que ataquen a la ex presidenta”.

La hipótesis de un blanqueo judicial en torno al Cuadernogate es una alternativa que cierto peronismo alentaría, aunque nadie supone hoy que podría contar con el apoyo del oficialismo. Por lo menos planteada así: limitar la responsabilidad empresaria a algunos directivos, liberar de culpa al resto y dejar al margen a las empresas; castigar con la cárcel a los ex funcionarios más involucrados y a los demás, prohibirles de por vida asumir cargos públicos, pero sin terminar en prisión.

Cristina estaría entre estos últimos.

Escena III. Contiene la opinión de un gobernador peronista y la de un senador del llamado Peronismo Federal. Tienen lugar en dos momentos distintos y, en ambos, el interlocutor es Perfil.
El gobernador: “Este gobierno tiene algo que hay que rescatar. No se mete en la Justicia. Y algo que no hace bien. No se mete en la Justicia”.

El senador repite la misma idea pero con un agregado: "Este gobierno tiene dos buenas cosas. No se mete con la Justicia ni con los medios. Pero tiene dos grandes contras. No se mete con la Justicia ni con los medios".

Peña considera un elogio que lo vean así y piensa que eso dice mucho de quienes lo plantean. El problema es que en los últimos días no son solo opositores los que sugieren algún tipo de intervención oficial sobre la causa de los cuadernos. Por la conmoción que genera sobre la economía, pero sobre todo porque nadie está seguro de que no aparezca algún financista arrepentido que revele rutas de dinero negro hacia el macrismo.

Escena IV. También hay una fuerte corriente interna que propone levantar la dura restricción de la publicidad oficial a los medios. No solo porque le suma una dosis de asfixia a la problemática actual de la comunicación, sino porque le atribuyen a esa medida el malestar de los periodistas al informar sobre la crisis.

En un encuentro reservado entre senadores del oficialismo, uno de ellos pidió expresamente subir la pauta oficial a uno de los canales de televisión, América. Argumentó que se debe a ese déficit el motivo por el cual veía un incremento de las críticas al Gobierno en esa pantalla.

La respuesta fue que la inversión ya existe, pero que estaba en el marco de los 1.700 millones de pesos que el canal acordó con el Estado como canje por deudas impositivas. Lo mismo que hicieron otros medios durante el kirchnerismo.

"Son avisos que el Estado no paga, pero se descuentan de esa deuda", aclararon para ratificar que ese canal recibe publicidad, pero no cash.

El senador oficialista respondió: "Bueno, entonces denle sobres".

Esta escena tuvo lugar la última semana y fue testigo la mayor parte del bloque de Cambiemos.

Siguiendo la lógica del jefe de Gabinete, también ese tipo de frases habla mucho de un sistema de hacer política que no parece exclusividad del peronismo.

La cabeza de Peña. En la suya, como en la de su principal estratega Jaime Duran Barba, no existe lugar para imaginar alguna forma de pactar con lo que consideran el pasado.

Ahí ubican no solamente al peronismo y al kirchnerismo, sino a sus aliados radicales.

Esa tensión estuvo presente el fin de semana anterior en Olivos. De cruces sobre la necesidad de acordar gobernabilidad con el peronismo a pedidos del ala radical de conseguir mayor protagonismo de sus dirigentes. En este caso, se tradujo como la incorporación al gabinete de tres ministros (Prat-Gay en Cancillería, Sanz en Interior y Lousteau en Educación), pero el objetivo era impulsar a la política en un gobierno al que los herederos de Alfonsín ven inclinado siempre a lo financiero.

Para los macristas originarios, por lo menos los que habitan en la Rosada, la alianza con el radicalismo fue un mal necesario. Y la del peronismo una tentación a la que evitaron sucumbir ante Massa en 2015.

Con cierta malicia, señalan además que hoy no sabrían con qué peronista negociar: “¿Urtubey, Pichetto, Massa, los gobernadores? Antes deberían ponerse de acuerdo ellos”.

La foto que viene. Quizás reciban una sorpresa en los próximos días. Todos los mencionados planean una foto conjunta para el lanzamiento electoral del Peronismo Federal. Falta el sí final del gobernador de Salta que aceptó hacerla, aunque duda de cuándo sería más conveniente.

Debería apurarse. El vacío en política es una anormalidad: si no se lo llena, siempre habrá alguien dispuesto a hacerlo.

La frutilla de esa foto sería la presencia del ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, imaginado por peronistas como Duhalde y radicales díscolos como Ricardo Alfonsín, para ser el presidenciable del sector por un período.

El duelo de estos peronistas luego será con sus ex socios K que prometen boicotear la reunión de esta semana entre Macri y los gobernadores, así como la aprobación del Presupuesto: “Es el presupuesto del FMI al que el peronismo cómplice que algunos llaman racional, ya les comprometió el apoyo”.

Si el peronismo es el hecho maldito de la Argentina, el macrismo es el cisne negro de la política tradicional.

Después de cinco años de crisis, en medio de una de las corridas cambiarias más graves de la historia, en tensión con sus socios radicales y con todo el peronismo, el Gobierno debe demostrar que hizo lo necesario para ser reelegido en 2019.

 Le queda poco más de un año.

Y primero debe llegar a esas elecciones.

© Perfil.com

0 comments :

Publicar un comentario