domingo, 17 de diciembre de 2017

Bienaventurados los pobres

Por Carlos Ares (*)
¿Sabrán los pobres cuánto los queremos? ¿Cuánto necesitamos de su resignación en esta lucha que estamos dando por la liberación de la culpa de nosotros? ¿Alcanzarán a comprender el sistema de lubricación que los penetra con tanto cariño? Sin ellos nada sería igual. ¿Por quién rezaríamos en Navidad para compensar nuestros pecados? ¿Qué haríamos con la piedad? ¿A quién le donaríamos ropa? Ellos nos han enseñado a convivir. Aprendimos a mirar para otro lado, a despegar la nariz y alzar la ventanilla del coche cuando atravesamos villas miserias, barrios del Conurbano, a oler pino desodorante y a sentir alivio.

Y ni qué hablar de la patria. Que es “el otro”, que “nadie es, pero todos lo somos”. Qué sería de ella, mientras hay canallas que la traicionan, si ellos no estuvieran dispuestos a bancarla el tiempo que sea necesario. Año tras año, hechos polvo, secos, húmedos, en medio del barrial, hasta que la patria y la Justicia demanden a quienes incumplen sus juramentos. Ellos aguantan ahí, al pie de la patria, con los iris de los ojos como dos escarapelas. En la guerra, en las calles, donde haga falta morir o gritar, cartoneando, revisando basura, esperando, agonizando lentamente por la patria.

Le digo más: pregúntese qué sería de los punteros que hablan y cobran en nombre de ellos, reparten lo que les sobra de lo que se quedan y no les piden casi nada a cambio: un votito, un acampe, una marcha. ¿Y de los intelectuales? ¿Y de los políticos?  Peronistas, radicales, la izquierda, la derecha. Sin pobres no hay altos salarios, ni conferencias sobre el tema, ni viajes, ni autos con chofer, ni tratamientos vip, ni jubilaciones de privilegio, ni cometas, ni cárceles llenas, ni actos, ni discursos. ¡Y qué sería de la Iglesia sin pobres! ¡De que vivirían los 568 sacerdotes, los 1.120 seminaristas y los 132 obispos que cobran del Estado! !Tendrían que hacer dieta!

Mi Dios. Cómo agradecer al Señor las señales que da de su existencia en cada niño desnutrido. Es tan evidente el milagro que solo queda arrodillarse frente a ellos con los ojos cerrados, los brazos extendidos, las palmas abiertas al cielo y gritar:  ¡aleluya! ¿De qué otro modo que no fuera como parte de uno de los más sagrados misterios de la fe podría interpretarse que sea el Observatorio de la Deuda Social de la Pontificia Universidad Católica Argentina el que nos llame la atención sobre la cantidad de pobres?

¡Gloria! El informe de la UCA, una de las privadas más caras de Buenos Aires, con sede en Puerto Madero, la que formatea a las élites del poder político y económico que se encargan de controlar y asegurar las reservas suficiente de pobres disponibles para que de ellos, los bienaventurados, sea el reino de los cielos, viene a tranquilizar a los inquietos. Dos millones y medio de indigentes. ¡Gloria! ¡Trece millones y medio de pobres. Gloria! ¡La mitad, pibes. Gloria! ¡Los más ricos se la llevan 18 veces más. Gloria! Todos está como siempre, hermanos. Respiren. Amen. Amensé los unos a los otros y violen los derechos del  resto.

El obispo de San Isidro, Oscar Ojea, amigo del Papa, advierte: “Muchas veces vemos los problemas a través de estadísticas y de números, no a través de las realidades concretas de las personas”. Palabra santa. Hay que acercarse más, agradecerles por tanto y pedirles perdón por tan poco. Lo tendré en cuenta en mis oraciones para alejar al Satanás que insiste en recordarme la respuesta del cura Luis Farinello. Le pregunté por qué algunos se empeñaban en combatir la pobreza que la Iglesia lleva miles de años conservando. “¡Se van a quedar sin clientes!”, observé. Me asusta todavía su risa diabólica y su voz: “Dale, no me hagas hablar de lo que no quiero hablar”.

Siempre habrá pobres, aseguran los expertos, pero no hay que descuidarse. El diablo está en los detalles. Los dirigentes sindicales y políticos deben resistir cualquier intento de acuerdo que pueda poner en riesgo lo que tanto nos costó. No regalemos la patria. Digamos “no” a todo. A más pobres, más culpa de otro.

(*) Periodista

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