miércoles, 15 de noviembre de 2017

La implosión del kirchnerismo

Por Claudio Jacquelin

Los fracasos electorales tienen para el kirchnerismo el impacto de bombas de efecto retardado. Lo peor no se ve la noche ni la mañana siguiente de haber perdido sino a medida que pasan los días, cuando empieza a desatarse un proceso de desintegración interna. Más parecido a una implosión que a una explosión.

Ahora es Aníbal Fernández el que con nombre y apellido le impone a Cristina Kirchner el descalificativo de mariscala de la derrota, aunque él haya sido una de las causas del fracaso electoral de 2015, precisamente por el empecinamiento de Cristina de hacerlo candidato a gobernador. Antes ya se habían expresado en el mismo sentido Alberto Fernández, Florencio Randazzo, Luis D'Elía y la lista sigue y seguirá.

Pero algo más grave ha empezado a oírse y leerse desde que la Justicia (otro efecto retardado de las derrotas electorales kirchneristas), decidió avanzar contra los ex funcionarios de Néstor y Cristina. La medalla de conductora de fracasos empieza a compartir espacio con la cucarda de la traición, por abandono de los suyos.

"Cristina no puede hacerse la pelotuda", había dicho el siempre explícito D'Elía cuando las muñecas de los ex funcionarios kirchneristas empezaron a cambiar relojes de lujo por ordinarias esposas.

El piquetero no había salido en defensa de un cuadro menor de la gestión kirchnerista, sino nada menos que del mismísimo ex vicepresidente, a quien sólo Cristina a solas eligió para tener a su lado en su segundo mandato.

La mujer de Julio De Vido tocó otra cuerda sensible: habló de falta humanidad. Fue la respuesta que le dio a la ex jefa de su marido por decir que sólo ponía las manos en el fuego por sus hijos. Una frase con la que Cristina privatizó, desde el llano, toda la generosidad que durante 12 años había socializado desde la cima del poder.

"No se pueden aceptar las peores agachadas de mierda en nombre de la Unidad y la Concordia", dijo el ex jefe de Gabinete con las mayúsculas del sello electoral que usó Cristina, como para que no queden dudas, a pesar del barroquismo suburbano con el que suele expresarse La Morsa. Casualmente el mismo día en que dos hombres estrechamente ligados a él fueron acusados ante la justicia de Estados Unidos de recibir coimas en el FIFA-gate.

Pero no es la única destinataria de planteos por no defender a sus compañeros. De Vido interpeló por su falta de apoyo al presidente del PJ, José Luis Gioja , de manera explícita, pero también al resto de la conducción partidaria.

Lo que se dice en público es apenas una fracción de lo que se escucha en privado y de lo que se ha escuchado durante la última campaña electoral, que dejó incontables heridos en las filas kirchneristas. La lista de reproches, desencantos, reclamos y pases de factura parece no tener fin.

El silencio de la gran conductora, en cambio, suena infinito para los que perdieron la libertad y para los que temen perderla en algún momento próximo. Le reclaman alguna palabra a cambio de "haberle dado tanto", en términos políticos y de los otros.

Suelen decir los peronistas que una máxima del movimiento es acompañar hasta la puerta del cementerio, pero nunca entrar con el cajón. Cristina siempre buscó mostrarse como una librepensadora, pero no parece dispuesta a renegar de algunos ritos.

Muchos se preguntan si habrá que esperar hasta el próximo 17 de octubre para que exprese su solidaridad con los caídos y se solazan recordando que en el calendario peronista Día de la Lealtad hay uno solo en todo el año.

© La Nación

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