martes, 18 de julio de 2017

Todos los análisis conducen a Roma


Por Nicolás Lucca
(Relato del Presente)

Es curioso cómo se repiten conceptos que escuchamos al pasar. “La campaña se duranbarbizó”, dice un ignoto mientras se limpia las migas de la panza, dando por sentado que Durán Barba logró que un intendente se convierta en Presidente sólo gracias a campañas religiosas. 

Otro recién arribado a este lado del planeta Tierra puede suponer que Argentina se convirtió en un país democrático y republicano al estilo norteamericano y, siguiendo los pasos de quienes patentaron la idea de este sistema de gobierno, hayan llegado las campañas en las que se le habla a la gente desde un escenario bajo, en el centro de la audiencia. Pero no, al igual que en la industria tecnológica, de los norteamericanos sólo copiamos el packaging.

Unos van a tocar timbre casa por casa predicando la palabra del Señor, otros salen sólo a caminar entre los fieles, algunos hacen misas de sanación para sacar al demonio macrista de los cuerpos enfermos. Y todos –pero todos, eh– vivimos estas elecciones como si fueran el punto de quiebre entre lo que podríamos llegar a ser y lo que no seremos nunca.

Están los que piden que ratifiquemos el rumbo para evitar que vuelva la que entra en el Senado aún saliendo segunda, y también están los que piden el voto “porque la plata no alcanza”. Desconocemos si se refieren a que necesitan del cargo legislativo porque la guita no les da para bancar sus estilos de vida, pero lo que sí es cierto es que no existe ninguna política que pueda llevar adelante un legislador para modificar el rumbo ejecutivo de la economía. En base a esto, siendo que piden el voto en base a algo que no pueden hacer ya que no se vota un ministro de Economía, la pregunta es si lo hacen de burros o de cínicos que se aprovechan de la discapacidad cívica de diferenciar las obligaciones de un presidente, un ministro, un intendente, un gobernador, un diputado nacional, uno provincial, un senador, o un concejal.

Cristina –única empresaria de la Argentina procesada por asociación ilícita y lavado de dinero que permanece en libertad mientras su contador cae preso en la misma causa– organiza un acto en Mar del Plata, donde dejó a 5 mil militantes fuera de un teatro lleno de dirigentes. “No es casualidad que estemos acá, cuando al país le ha ido bien, a Mar del Plata le ha ido bien, cuando al país le va mal, a Mar del Plata le va mal”, inició su discurso la Presi que, por razones de seguridad física personal y de terceros, creyó conveniente no iniciar su campaña en Santa Cruz.

Como si estuviera ensayando para un juicio oral, Cristina convocó al escenario a una rueda de testigos que den fe de lo mal que está el país: una trabajadora textil y delegada gremial que difícilmente haya participado de la confección de la ropa importada que vestía la ex Presi, una fileteadora que no tiene mercado laboral desde unas tres décadas antes de nacer, un taxista, un cooperativista de pizzas y empanadas, dos trabajadores municipales de la salud, una ferretera, un fabricante de camperas y una chica jujeña a la que presentó por peruana y, al darse cuenta del error, se justificó en que “en la Patria Grande hay menos en común entre un porteño y un jujeño que entre un jujeño y un peruano”, en un comentario que no habría pasado las pruebas Inadi Control. Ante ellos, Cristina quiso dar el mensaje que repitieron los organizadores: Mar del Plata es la ciudad que encabeza el listado de desocupación de Argentina. Faltó agregar que el Indec kirchnerista también dijo lo mismo en mayo de 2015, pero no iban a permitir que una verdad empañe una buena historia.

Luego de que los fieles dieran testimonio de Fe, la empresaria hotelera dijo que “no hay mejor defensa en democracia que el ejercicio del voto ciudadano, ese voto que va a servir parar esto, tanto dolor y sufrimiento”. Y ese voto que, cuando le fue esquivo, fue por culpa del engaño.

Mientras buscan similitudes con los programas aplicados por consultores ecuatorianos, habría que mirar para Brasil. Tras hacer censos a la población durante 16 años desde lo que sería el Indec brasilero, Edir Macedo se dio cuenta de que había una forma muy sencilla de hacer mucho dinero con un mecanismo sencillo: agarrar a un tipo, escuchar sus problemas, guiarlo para que sepa culpar a cualquiera menos a sus propias acciones, y darle un remedio ficticio que le calma el ánimo pero no le soluciona nada. Podemos ver la construcción de su empresa a diario en la emisión televisiva Pare de Sufrir, donde los fieles se desesperan por ser salvados de la desgracia de tener el control de sus propias vidas, mientras el resto nos preguntamos de dónde mierda sacaron la guita. ¿Cómo no tomarlo de ídolo kirchnerista?

El ser humano necesita a Dios. Lo puede reemplazar, vestir de otra religión, convertir en un ídolo de carne y hueso que patea una pelota, o en una causa que cree que es la correcta, como cualquier otra religión, aunque fundada en su percepción de razones más palpables, pero esa casilla correspondiente a “la entidad que justifica toda mis creencias”, nunca queda vacante. Lo ideal es que el vacío lo llene el racionalismo, pero no siempre funciona así. De allí que, inconscientemente, se recurra a lo divino cuando no cierran las explicaciones científicas. Al igual que el hombre de ciencias del siglo XVI que, luego de sacar todos los cálculos posibles, justifica la fuerza de la gravedad en la misteriosa existencia de Dios, podemos leer a la vieja guardia intentando comprender el fenómeno Cristina. Se lanzó, más imagen positiva en el 30%, más imagen negativa de Mauricio por debajo del 52% de las elecciones de 2015, igual “Cristina vuelve”.

Es una traición habitual de nuestra mente: confundir imagen positiva con intención de voto. De forma racional, creemos que el voto va al candidato que nos cae bien. Sin embargo, al momento de medir la imagen positiva de los políticos, las encuestas no son excluyentes. O sea: a diferencia de la pregunta “a quién vas a votar” en la que sólo se puede dar un resultado, en las encuestas de imagen, se puede repartir el voto. Podemos ser amigos de la vida y decir que todos nos caen bien, estar resentidos –o sobredosificados de realidad– y que todos nos caigan mal. En el medio, el infinito de las posibilidades. El hecho de que alguien me caiga bien no es sinónimo de voto. Es como ese amigo del alma que es un tipo divino pero que sabemos que es el summum de la desprolijidad: contará unos chistes divinos, pero jamás le daríamos el manejo de nuestros bienes.

La imagen positiva de Cristina flota entre el 25 y el 30%. Pero la negativa es el resto. O sea: 7 de cada 10 no la pueden ver ni en figuritas. De ahí el escenario ideal para un movimiento que se ha caracterizado por convertir en verdades ficciones que no alcanzan para un corto de cine independiente: un triunfo en la provincia de Buenos Aires es factible porque el grueso de la imagen positiva se concentra en ese distrito. Para que se entienda, nada mejor que los ejemplos: en abril de 2015, Macri tenía un 49,5% de imagen positiva. Scioli también. Sin embargo, cuando llegó la primera vuelta electoral, Macri arañó los 34 puntos, mientras que Scioli llegó a los 37. ¿Qué pasó en la segunda vuelta? La imagen negativa de Naniel. O sea: lo que decimos siempre cada vez que alguien dice “ganamos por el 51%”. Hay un 17% que le resultaba insufrible la otra opción. Si ese 51% hubiera estado enamorado de entrada, no habría existido el ballottage.

La forma tradicional de analizar los vaivenes de la política se ha modificado tanto en los últimos tiempos que aún no entiendo cómo continúan aplicando los mismos métodos y compartiendo sus resultados con el orgullo de una sapiencia que los voltea una y otra vez. Por estos días hasta llegamos a escuchar que no existe la posibilidad de que un gobierno no peronista pueda sobrevivir a una derrota en la provincia de Buenos Aires, conclusión alcanzada con el mismo método con el que en octubre de 2015 señalaban que sólo Sergio Massa podía vencer a Scioli en una segunda vuelta.

La Unión Cívica Radical perdió las legislativas en Buenos Aires en 1987 y se fue en el 89. La Alianza no ganó en la provincia en 2001 y ya sabemos cómo terminó. Pero tampoco ganó el PJ en 1997 y se fue en el 99, ni lo ganó en 2013 y también se tomaron el palo. O sea que el parámetro para decir que ningún gobierno no peronista sobrevive a una derrota en Baires es la derrota de 2001 de la Alianza y la permanencia del kirchnerismo tras el traspié de 2009. Salvo que se quiera remarcar la entrega de mandatos antes de tiempo, algo que tuvo un factor en común que hoy no existe: la provincia de Buenos Aires, esa que rodea geográficamente a la sede del poder federal, hoy no se encuentra en manos del Partido Jusiticialista. También podemos ir a buscar datos anteriores a la dictadura, cuando no sobrevivían oficialistas ni opositores a triunfos ni derrotas legislativas o presidenciales por cuestiones vinculadas a las muestras de virilidad de los militares.

Para redondear: lo que vaya a pasar tras las elecciones es un misterio. Incluso están los temerosos que afirman que la posibilidad de un triunfo de Cristina frenó el tsunami de inversiones que veníamos recibiendo a raudales. Por un lado, es cierto que los empresarios internacionales afirman que las inversiones serias, como son a largo plazo, necesitan de un clima de menor incertidumbre política. Tan cierto como que ese clima no cambiará ni aunque Cristina pierda. Porque no son las personas, sino las ideas que proponen. Miren los discursos de los que están en el arco opositor y notarán que del kirchnerismo les jodía que los dejaran afuera. La corrupción se soluciona mediante la ley y eso lo saben en todo occidente. El problema son las políticas a largo plazo. Y eso no cambia una proyección de inversión a largo plazo: ¿Quién comprometería guita a 10 o 20 años si sabe que este gobierno tiene una garantía constitucional de cuatro años y a partir de allí vuelve la ruleta electoral con un muestrario de propuestas demagógicas?

Si Cristina sale segunda, entra al Senado de todos modos. Y si eso pasa, no queda en la línea sucesoria. En idéntico sentido, vayan dos apreciaciones para el que se preocupa porque con fueros no irá presa: primero, los fueros no aplican a sentencias firmes de cumplimiento efectivo; y segundo, si la Justicia sigue a este ritmo, Cristina seguirá paseando su cara de compungida por la ausencia de atención hasta el año 2136. Con o sin fueros.

Y en cuanto a la garantía de gestión: ya tienen la contra en un congreso que sesiona siete veces en medio año. Salvo la reparación a los jubilados y el pago a los holdouts, el resto de los méritos que muestra este gobierno en sus spots han sido obra de la pluma que firma los decretos. Sí, se les complicará encarar la reforma tributaria integral que no tienen en mente. Sin embargo, no necesitan mayoría parlamentaria para modificar las categorías del impuesto a las ganancias. Para lo que tampoco necesitan mayoría  parlamentaria ni ninguna gobernación de su lado es para dejar de crear direcciones generales insólitas, subsecretarías ridículas y observatorios sociales tan al pedo que para lo único que sirven es para que los egresados de sociales sientan que sus títulos sirven para algo. Sería un lindo y conformista mensaje: ya ni siquiera les pedimos que reduzcan el tamaño de ese monstruo; con que dejen de hacerle agujeros a la botella, nos alcanza.

Lo demás es materia de los dinosaurios que creen que el griterío de los que nunca votaron al macrismo podría quitarle votos al macrismo que nunca votaron.

Publicado por Lucca

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