domingo, 4 de diciembre de 2016

Parada técnica para no seguir a los tumbos

Por Gabriel Profiti
El retiro espiritual de Mauricio Macri y su gabinete buscó trazar una bisagra entre un año que se va con gusto a poco y otro que llega con metas ambiciosas y un desafío mayúsculo para el proyecto de Cambiemos como son las elecciones de medio término.

El gabinete entró a boxes sabiendo que el 2016 pintaba para mucho, con decisiones clave que fueron ejecutadas con solvencia en el primer tramo, pero que se desdibujó a partir del paso en falso dado con la readecuación de las tarifas de servicios públicos.

Con ese tarifazo, luego cercenado por la presión judicial, social y opositora, Macri tacleó las expectativas de los consumidores, que dejaron de consumir por imposibilidad de hacerlo o por prevención para solventar la nueva economía familiar. La pérdida del poder adquisitivo del salario contra la inflación -cerraría en torno al 40% anual- completaron el combo.

Ese golpe político y el freno de la actividad parecieron postergaron la promesas de inversión empresariales a la espera de que el panorama político aclare. En definitiva, el Presidente logró muchos acuerdos a través del diálogo pero su capacidad de maniobra es limitada entre errores propios y ambiciones ajenas.

Un ejemplo de ello ocurrió esta semana con la discusión sobre ganancias. El Bloque Justicialista que conduce el sindicalista Oscar Romero acordó con el Frente Renovador de Sergio Massa un dictamen con mejoras sustantivas para trabajadores en relación de dependencia, autónomos y jubilados.

Sin embargo, los gobernadores que patrocinan esa bancada esa bancada -Juan Manuel Urtubey, Sergio Casas, Lucía Corpacci, Domingo Peppo o Rosana Bertone) no quieren saber nada con que se apruebe ese proyecto porque lo que se recauda por ganancias se coparticipa en un 50 por ciento a las provincias.

Metas renovadas

Con límites a la reducción de subsidios y erogaciones inesperadas -emergencia social, ganancias- el Gobierno puso en duda el cumplimiento de sus metas fiscales, un pilar de lo que la nueva Argentina quiere mostrarle al mundo sobre una administración responsable, que puso fin al populismo.

El acuerdo con los sectores de la economía popular que ató la ministra Carolina Stanley, destinado a aumentar el presupuesto social en al menos 25 mil millones de pesos en tres años, garantiza la paz social hasta marzo.

Ese es el plazo que el gobierno espera para mostrar números relativamente coordinados y consistentes de una reactivación.

La esperanza de que la economía va a crecer en 2017 se mantiene y es compartida por una mayoría de analistas económicos, pero también despierta dudas después del frustrado "segundo semestre" y de la helada que cayó sobre los "brotes verdes".

La recesión trajo aparejadas fricciones que salieron a superficie como los cuestionamientos planteados por el reelecto presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, que se sumaron a las clásicas objeciones de Elisa Carrió.

A propósito, la fundadora de la Coalición Cívica generó mucho ruido en la relación entre Macri y el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti. Un ministro nacional y otro bonaerense le contaron a este columnista sobre la obsesión que tiene el supremo con la diputada chaqueña.

Macri también está disconforme con varios de sus ministros. En ese contexto, el encuentro de Chapadmalal buscó combinar un tirón de orejas con una nueva cohesión interna que permita encarar el crucial 2017 sobre caminos sin sorpresas desagradables.

El relanzamiento del gobierno incluye 100 objetivos estratégicos, cuya matriz es el Plan Productivo Nacional que presentó hace varias semanas el coordinador del gabinete y uno de los cerebros del gobierno, Mario Quintana.

Ese programa propone que la Argentina se vuelva competitiva sin que quede afectado el poder adquisitivo de los salarios. Es el modelo australiano, que requiere de un amplio sustento político para llevarlo a cabo con reformas estructurales en ocho áreas. El diálogo tripartito con empresarios y sindicalistas por ahora roza ese esquema. Pero el tiempo pasa.

Por eso para Cambiemos es crucial hacer una buena elección en 2017 y el termómetro será la provincia de Buenos Aires. Allí surgen las diferencias de criterio con Monzó, el ala comunicacional del Gobierno que lideran Marcos Peña y Jaime Durán Barba y la gobernadora María Eugenia Vidal, pieza clave en el ajedrez venidero porque es la figura más popular del país.

Vidal resolvió sus antiguas cuitas con Monzó, pero no está claro que ambos piensen igual en el armado. La gobernadora considera que lo mejor para Cambiemos es crear candidatos a su imagen y semejanza, es decir mujeres, en lo posible caras nuevas, con sensibilidad social. En ese prototipo entra la diputada nacional e interventora del gremio de los marítimos, Gladys González. También Facundo Manes, que no comparte el género, pero si ese aire de lo "nuevo" que quiere proponer Vidal.

Otros creen que Carrió sería la mejor opción para enfrentar a peces gordos como Cristina Kirchner, Daniel Scioli o Sergio Massa. Pero no es la visión de la gobernadora.

Por lo pronto, la ex vicejefa de Gobierno planea una jugada estratégica: socializar la principal preocupación que tienen los bonaerenses, que es la inseguridad. Entre enero y marzo convocará a una mesa de diálogo amplio a miembros del poder judicial, del servicio penitenciario y de la oposición para construir una política de Estado sobre la que avanzar conjuntamente.

© NA

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