jueves, 29 de diciembre de 2016

Happy new year

Por Nelson Francisco Muloni
La mayoría de las personas cree que diciembre es un mes de reflexión. “Pienso, luego existo”, dirían algunos. En diciembre. Como si el resto del año hubiera sido un jolgorio de intrascendencia, frivolidades, living la vida loca y esas cosas que sustentan cierto grado de irresponsabilidad con la propia vida. Y no es que no haya que divertirse ni dejar de lado las sonrisas y el buen hacer. Sólo que la reflexión debe ser casi una cotidianidad para que no se nos diluya la esencia de lo que guardamos muy adentro del corazón.

No es el diciembre de las navidades ni del happy new year lo que debería llevarnos al hecho reflexivo de nuestra vida. ¿Un año más? Balance tan estúpido como poco sincero sobre el propio derrotero que venimos desplegando a lo largo de nuestra existencia.

¿El año próximo cambiamos? ¿Seguimos igual? ¿A qué hora, qué día o qué mes del nuevo año cambiaremos? Lo hecho es imposible de detener, sea en enero, julio o diciembre. Que pase un año, no significa más que un nuevo paso hacia nuestra cobertura de tierra final. Mientras tanto, ¿qué?

Cuando construimos sueños, anhelos, conductas, deseos, amores, no esperamos una fecha determinada ni nada que nos determine: lo hacemos. Después de reflexionar, claro. Para saber cómo correr con los riesgos a cuestas que lleva cada una de las conductas humanas, no para hacer intelectualismo de lo que es pura emoción. Por ejemplo.

Porque no sólo construimos casas, sino hogares. No solamente tomamos un ómnibus hacia nuevos destinos, sino que también buscamos más allá de las fronteras.

Resulta hasta absurdo que millones y millones de personas en el mundo tomen los fines de año para reflexionar, hacer balances o meditar sobre la inmortalidad del cangrejo, ya que no la imposible propia. A sabiendas, muchas de esas personas, de que en el nuevo año todo seguirá igual, como cuando se deja la dieta para el lunes siguiente a la comilona.

La reflexión es dar pasos. Cada minuto, cada hora, cada día. Al equivocarnos y al pedir perdón. Al producir encuentros y remediar desencuentros. A la hechura, digna, sencilla, de cada instante nuestro. Dar pasos, siempre. Cayéndonos, reflexionando por qué caímos y siguiendo. Como decía Eduardo Galeano: "Si me caí es porque estaba caminando y caminar vale la pena, aunque te caigas”. Y eso es vida. Eso es la vida. No la reflexión que nos impone el almanaque. Barata, sin estirpe, torpe y demasiado común para ser realista.

Bienvenida la reflexión pero bienvenido el pensamiento de vida, junto al soplo sereno del corazón andando y construyendo sin dobleces, sin mentiras, sin olvidos. Cada instante. Para llegar al fin del almanaque anual, tranquilo, como cada jornada vivida y celebrar, apenas, con un buen vino y un “feliz año nuevo” dado para acrecentar el beso y el cariño. De cada día…

¡Happy new year, bonne année, felice anno nuovo, etc, entonces…!

© Agensur.info

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