miércoles, 14 de septiembre de 2016

El celular, el profesor y la lucha del periodismo contra la no noticia

Por Nicolás Lucca

Un  profesor de periodismo de Uruguay se cansa de que el mundo no entienda su visión de la vida y se enoja con un par de alumnos por no querer aprender. 

Y por un par me refiero a la totalidad de sus alumnos. 

El profe publica una carta en la que muestra un grave error periodístico: no sabe explicar bien el motivo. Que el Facebook, que el Whatsapp, que “el celular”, todo lo mezcla y se calienta porque los chicos no se apasionan por sucesos que él vivió como contemporáneo, pero que ocurrieron veinte años antes de que los botijas nacieran.  Por si fuera poco, tampoco le gusta que no hayan leído a Vargas Llosa. No podemos asegurarlo, pero supongamos que Vargas es su autor favorito.

Enojado, jura no volver a dar clases. Como última lección, les deja a sus alumnos la premisa de que son parias a quienes los más grandes nunca aceptarán porque no los entienden, y que lo mejor que se puede hacer cuando algo no resulta es apagar la consola para no perder.

Una persona X, a la otra orilla del Río de la Plata, lee la carta, probablemente se indigna por el uso de los celulares en clase, por el Whatsapp, por el Face y por la falta de respeto a Vargas Llosa, y convierte la carta del profesor uruguayo en nota. Cientos de miles comparten en sus muros de Facebook y en sus timelines de Twitter la noticia, otros la envían por Whatsapp y/o mail a todos sus contactos, preferentemente a sus hijos, para romper la rutina de la cadena de oración de la Virgen Desatanudos. Primer resultado visible: en una pelea que los alumnos del profesor yorugua no decidieron librar, ellos ganaron. Y por paliza. La carta en sí data de finales de 2015 y está publicada en varios portales de Uruguay.  O sea, un chasco, vieja, algo que cualquier editor se vería obligado a bajar del portal luego de advertir el error. Pero el error parece no haber sido advertido porque, también probablemente, la carta fue encontrada en el feis, en el tuister o llegó al guasáp de alguien. Si todos “boludearan” como el profesor indignado dice que hacían sus exalumnos, lo habrían notado.

Sin embargo, la nota funciona. 

En el caso del profesor abandónico oriental, nadie se dio cuenta de que pudieron compartir esa noticia nuevamente publicada como novedosa gracias a los botones de redes sociales. Segundo resultado –previsible– a la vista: si la compartieron es porque creen que las redes sociales y los celulares son una vía de comunicación normal.

Y lo es.

Si bien los números pueden variar de un portal de noticias a otro, las proporciones son similares: el 50% de las noticias se leen desde dispositivos móviles, número que puede llegar al 70% en el horario de la vuelta del trabajo al hogar. Y por dispositivos móviles nos referimos a los smartphones, esos artilugios que además de oficiar de teléfono son computadoras un millón de veces más potentes que la primera PC que usamos, que se encuentra conectado en tiempo real a toda la información disponible en el mundo, y que el responsable de formar a los futuros periodistas define como “el celu”. El caso de las redes sociales es aún más interesante, dado que las visitas directas –la gente que ingresa a la antigua, tipeando la dirección del portal en un navegador– no cesan su caída frente al avance de las visitas redireccionadas desde las redes sociales. La tendencia no sólo es irreversible sino que es inevitable y el que no lo quiere ver, se está revoleando por la ventana de un tren bala creyendo que todavía funciona a vapor.

En algún punto, la llegada del móvil televisivo “en vivo” puso nervioso a los cronistas del mismo modo que la radio hizo temblar a los diarios allá por la década de 1920. En la década de 1840, un empresario que se dedicaba a vender servicios de información bursátil decide rechazar la confiabilidad del ferrocarril y enviar su información a través de palomas mensajeras. ¿El motivo? Las aves eran más rápidas. En 1851, el mismo empresario adopta el sistema de telégrafo por ser aún más veloz que las palomas mensajeras y el ferrocarril. Probablemente, a los criadores de palomas no les cayó en gracia la noticia. El empresario se llamaba Paul Reuters y la empresa que fundó continúa siendo una de las agencias de noticias más importantes del mundo. Pero todavía hay quien cree que es más importante enseñar el formato que el contenido y el método periodístico.

¿Cómo pretender que los futuros periodistas se aparten de las herramientas con las que sus también potenciales futuros lectores consumen el producto de lo que están estudiando? ¿Acaso fracasaron los pibes que usan los celulares porque sienten que están estudiando cosas abstractas que nunca verán en la vida real–y tienen razón–, o el que fracasó es el profesor de periodismo que desea que el mundo deje de girar porque la nostalgia lo puede y pretende que los demás se adapten a su mundo ideal de linotipo e imprenta manual?

Entiendo lo fácil que es caer en la tentación de trazar paralelismos con cualquier otra carrera y soy consciente de que el déficit de atención de los alumnos es alarmante. Tan alarmante como la falta de autoridad de un docente para imponer el cumplimiento de reglas de convivencia sin que estas sean “debatibles y cuestionables” por cualquiera. Tan alarmante como saber que en buena parte del mundo moderno ni se discute el uso de dispositivos móviles en clase y en algunos estados de norteamérica son obligatorios desde la primaria.

No dejo de pensar que hoy el smartphone resulta más alcahuete, porque si el chico aburrido en clase se pusiera a dibujar como hacíamos antes, pasa desapercibido, como así también creo que si el alumno le falta el respeto al docente y éste no puede hacer nada, la culpa no es de la tecnología ni “de los tiempos que corren”. De todos modos, en el caso puntual de la carta del docente oriental, hablamos de un profesor de periodismo que enseña periodismo en una facultad de periodismo a estudiantes de periodismo que tienen la intención de ejercer periodismo.

No tuve el placer de leer que el profesor haya enseñado a los chicos los códigos para buscar una palabra clave en todos los medios de noticias gracias a un shortkey en Google. Tampoco sé si se preocupó por explicar cómo es que Twitter fue la vía de información que convirtió una protesta en Túnez en 2010 en una marea desestabilizadora en 18 países que hizo caer regímenes históricos, despelote del que todavía no logran frenar sus consecuencias en Siria. Su prioridad fue intentar que se emocionen con la película The Insider, la cual trata sobre un periodista de televisión, un medio que también viene en caída libre. Y el profe se enojó porque sus alumnos se aburrieron.

Al hablar del uso de smartphones tenemos que evitar caer en la imagen de falta de respeto. No es nuestra pareja chequeando el horóscopo en el restaurante durante una cita, o nuestro hijo jugando al Pokémon Go en la mesa del domingo mientras el abuelo cuenta una historia. Tampoco son estudiantes boludeando en una clase de toxicología en la facultad de medicina. Son alumnos de periodismo a los que se les está pidiendo que se saquen de encima un aparato que debería ser su medio de vida desde la misma facultad. Uno no se imagina a un estudiante de ingeniería mecánica sin posibilidad de tocar un motor. Bueno, los dispositivos móviles son los motores del periodismo ya no del mañana: está pasando ahora.

No sé bien cuál es la receta para que los pibes estén más atentos a lo que se les explica. Pero si nos preocupamos en enseñar la pasión por el periodismo en vez de la pasión por una cámara Super 8 o un tabloide, puede ser que formemos a profesionales que el día de mañana no sientan miedo a los cambios tecnológicos al punto de despreciarlos. Porque mientras los docentes no se adaptan, los portales se van nutriendo de dos vertientes de horrores: los periodistas que no tienen método y publican gravísimas acusaciones con la validez que le dan fuentes inexplicables y sin conexión alguna; o periodistas excelentemente formados que, por carecer de la educación en las nuevas tecnologías, pueden llegar a publicar como nueva una noticia de hace un año.

Pero bueno, todo es objeto de debate. El tema es no quedarnos encerrados en la nostalgia de que todo tiempo pasado fue mejor y que terminemos llorando el pasado como vieja en matiné.

Bonus track. Mientras tanto, el último libro de Vargas Llosa publicado en Argentina tuvo ventas inferiores a la cantidad de lecturas que tuvo la nota sobre el profesor ofendido. Aplicando la lógica más rudimentaria, se indignó más gente al saber sobre un profesor enojado porque sus alumnos no leen a Vargas Llosa, que la que leyó lo último de Vargas Llosa.  El dato fue chequeado a través de un celular. Tercer resultado visible: al que cree ser el dueño de la verdad revelada, la vida suele reírsele en la cara.
Por último: este texto fue íntegramente escrito, editado y publicado desde un smartphone, ese oscuro objeto del demonio.

© Noticias / @NicolasLucca

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