jueves, 21 de julio de 2016

El conventillo del Convento / DE PASTORES SIN OLOR A OVEJA

Por Martín Risso Patrón
« El Juez Rafecas incauta en el convento de General Rodríguez, documentación financiera que vincula a Di Monte con De Vido» 
[De la información pública]

La pasta monjil

Según la información de dominio público que alimenta toda fantasía especulativa sobre medievales complots intramuros, sobre todo a ociosos caminantes como el que esto escribe, lo del singular monasterio bonaerense orante y penitente de las monjas, que no son monjas pero se visten como monjas y encima no se sabe muy bien qué votos profesaron, entró en estado de culebrón.

Ningún elemento literario estructural le falta para convertirse en una saga, de la que se hablará en el siglo XXII y siguientes, con interesantes comentarios ad hoc en tesis doctorales sobre el disparate, la malversación moral y el robo liso y llano.

Vamos a ver, Doña Clota, creo que usted me dará la razón, y no es necesario que me lo diga, si la estoy viendo pegada a la tele en lugar de cumplir con sus menesteres profanos, que para eso le pago. Eso de “pobres monjitas”, “sacrilegio” y tal y cual... que la escucho mascullar desde hace unos días, es un verdadero signo de que está prendida con todo con la cosa. Tiene derecho, mire vea, y no se santigüe cuando nombran al ciudadano Rubén Di Monte, fallecido en olor de inocencia y propietario del predio y las mejoras esas que le llaman convento pero es una mansión, para las cuales inventó un servicio personal de camareras, secretarias y etcétera, como obispo que era, para su retiro dorado, hasta su óbito en 2007. Parece que don Di Monte se las traía con aquello de hacer mejoras supernumerarias en dinero para Luján, con la pasta que era guita del Pueblo, pero que desviaba al predio en construcción, con José López de por medio. Construcción que incluye dos sepulcros pegaditos uno junto al otro en el piso de la capilla de rigor: Uno para Di Monte y el otro para doña Alba. O sea.

Tan es así, que el mismísimo Jefe de Estado vaticano Francisco Bergoglio, pero esta vez en su carácter de jefe de la religión mundial, ha determinado realizar una investigación interna de la cuestión, poniendo a sus funcionarios locales de acá a trabajar conforme lo dictamina el Derecho Canónico, que es el fuero con que cuentan los curas para sus debilidades humanas que van del sexo a la guita sin límites, la fe, la apostasía y otras cosas. Cánones que para el Derecho profano, el republicano, la Justicia, la cana y la Redonda, no es más que un acto de administración, sin perjuicio de la acción de los jueces del Estado nacional, en este caso, argentino. Parece que Radrizzani, hoy obispo de Luján-Mercedes, otro despistado que se manifiesta sorprendido por los acontecimientos, diciendo y desdiciendo, a contrapelo de su majestad episcopal, tendrá parte de esa investigación administrativa,  canónica y litúrgica ordenada por el soberano vaticano que construye el puente al Cielo.

Pero el caso, Doña, es que el argumento del culebrón que la tiene sobre ascuas, es medievalmente intrincado, como sus mismos actores. De modo que no se preocupe: tendrá para rato para derramar sus lagrimones a piacere mientras matea viendo los capítulos interminables cada día. Porque resulta que cada indicio que aparece, trae una nueva trampa, y cada una de éstas, pone una duda que destroza el débil hilván anterior que cosen los investigadores profanos.

El asunto, tal como está hoy, parece ser que contiene mujeres de hábito monjil, con votos de pobreza, obediencia y castidad. Y ahí nomás salta la tramposa duda de la que le hablé: Obediencia ¿a qué, a quiénes...?, y la otra: ¿Pobreza...? [...comprobadas recepcionistas de la Verde emoción]. Lo de la Castidad  lo dejo a su libre criterio de usted. Porque el asunto es que parece que las hermanitas obedecieron siempre las órdenes de Di Monte, recibidas por éste del arquitecto De Vido, en lo concerniente al manejo de la pasta verdosa. Dicho y hecho: Primero, al despuntar el día de la escena inicial del culebrón, que, como usted recuerda, el Actor arroja bizarramente bolsones con ese verde objeto de deseo contado por millones, hacia el interior del claustro, y una vez dentro es recibido por dos monjitas que incluso fueron filmadas por las mismas cámaras que se pusieron para controlar los accesos claustrales y la castidad de las mujeres en cuestión, etcétera; luego, preguntadas por la misma cana que a esas alturas ya estaba en escena, ese mismo día, repito dijeron: “No vimos nada...” y “...creíamos que nos traían café y galletitas en las bolsas...” [...a las 4 de la matina, Doña Clota]. Menos mal que no hicieron voto de Mentira, porque así, son Gardel, mire vea. Y terminaron mandando al buche las bolsadas de pasta introducidas por Lopecito a su clausura.

Monjas orantes y obrantes

Al visitar el juez profano actuante, Daniel Eduardo Rafecas [48] la mansión Di Monte, estos días y en cumplimiento de sus mandatos procesales, parece que halló documentos administrativos comerciales de guita grande, muy grande, suscriptos por Rubén Di Monte y gente del gobierno, por obras edilicias para el templo neogótico de Luján, sobrefacturadas. Santo Cielo. Como Di Monte pasó a los cielos en 2007, murió inocente, así que en ese aspecto, Doña Clota, debe quedarse tranquila.

Halló también cuatro mujeres vestidas de monjas: Alba, Marcela, Celia y María; irán a declarar de rodillas ante la Justicia, la profana, claro, porque lo que es para la divina, según sus dogmas, están en el horno, por mentirosas y violentadoras de los votos de pobreza y también el de obediencia, no existiendo a estas alturas antecedentes sobre el cumplimiento del restante. Monjas orantes y obrantes.... ¿cómo serán sus días, no? Rezarán sus laudes, a eso de las siete de la mañana la prima; a las 3 de la tarde la tercia, la víspera al anochecer y las completas antes de ir al sobre. Pero hay indicios de que Di Monte les agregó las dinerarias, para recibir a Lopecito, a cualquier hora de la madrugada. Ora et Labora.

Con mis propios ojillos he visto reiteradamente el famoso video cuando López les entrega los bolsos, les muestra el arma en el piso y todo ese mambo rocambolesco y febril. Dos monjas se asoman, y me sorprende ver que una calza zapatillas deportivas, mientras la otra, algún calzado más monjil. Y cargan nomás con las bolsas para negarlo minutos después ante los oficiales caneros actuantes. Mientras tanto, Lopecito, se entregó sentado en su propio auto, en el que había quedado por lo menos la mitad de la remesa de 9 palos verdolagas y algunas chirolas más. El Juez se pregunta ahora cuál sería la próxima estación de ese madrugón echado a perder.

El caso es que el culebrón tiene para rato. Don Sencillo medio está hartándose, pero cada que me ve, dice “...que le metan, que le metan, don Profe... aunque lo veo por la tele de vez en cuando... me pusieron ya los compañones al plato mire vea...” Y el final, si es que lo tiene, el final del conventillo del Convento espantará al mismísimo Satanás, Doña Clota; santígüese ya mismo, si quiere.

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