miércoles, 22 de junio de 2016

PERFILES (II) / HEIDEGGER

"La realpolitik, esa prostituta"

Martín Heidegger: una vida de entrega a la filosofía enturbiada por un suceso maldito.
Por Marisa Pérez Bodegas

Fue uno de los pensadores más originales y complejos del siglo XX, fundador de la fenomenología existencial. Su figura y su entrega a la filosofía se vieron enturbiadas por un suceso maldito: su breve adhesión al partido nazi. Fue solo un año, pero nunca olvidado ni comprendido. Entre otras cosas, porque él no lo explicó.

Martin Heidegger nació el 26 de septiembre de 1889 en Messkirch, una pequeña ciudad alemana entre el Danubio y el lago de Constanza. Fue hijo de Johanna Kemp y de Friedrich Heidegger, tonelero y sacristán. Cuando estudiaba secundaria en Constanza, el párroco le regaló la obra de Brentano Sobre los diversos sentidos del ente en Aristóteles, que fue su verdadero punto de partida.

Chico listo de padres pobres

Como sus padres no podían costearle los estudios, a los veinte años ingresó en la escuela de los jesuitas de Friburgo, que abandonó por su mala salud psicosomática. Pasó entonces al seminario diocesano para estudiar teología, pero en 1911 la abandonó por la filosofía de la universidad.

Era brillante. Acabada su carrera, se convirtió en profesor en Friburgo, en 1915. Pronto llegaría a ser asistente de Husserl, que le inició en el método fenomenológico. De 1923 a 1928 enseñó en Marburgo. Era un profesor notable, reconocido en toda Alemania pese a su juventud. Su sistema era no dar nada por sentado, replanteárselo todo, echar una mirada nueva sobre los autores clásicos, que en su opinión se explicaban de forma rutinaria. En 1927 publicó una obra que causó sensación, Ser y tiempo, donde planteaba casi todas las ideas centrales de su pensamiento. Cuando Husserl se retiró de la cátedra de filosofía de Friburgo, al año siguiente, Heidegger obtuvo el puesto.

“Debo vivir en Eros”

Su vida personal era también intensa. En 1915 había conocido a su esposa Elfriede, siendo él un joven profesor y ella una guapa y aplicada alumna:
“Debo vivir en Eros”, escribió Heidegger a Elfriede en una de sus primeras cartas. Así justificaría sus muchas relaciones extramatrimoniales, aunque nunca rompió con la esposa que había mejorado su posición social. Hoy se sabe que la sufrida Elfriede también guardaba un secreto: a los dos años de casada, había tenido una relación con un antiguo novio, de la cual nació un niño, Hermann. Los Heidegger ya tenían un hijo: el primogénito Jörg, disminuido mental. El filósofo dio su apellido al hijo de su esposa y fue para él un padre correcto. A cambio, exigió sucesivos perdones para sus aventuras. La más famosa, la que mantuvo con Hannah Arendt, una inteligente alumna a la que conoció en 1924 en Marburgo. Ambos formaban parte de un brillante círculo filosófico que huía de las escuelas establecidas (neokantiana y neohegeliana) buscando nuevas formas de pensamiento. Heidegger, a quien sus alumnos llamaban «el rey secreto» de la filosofía alemana y también «el mago», por su capacidad de seducción, los tenía deslumbrados a todos, también a Hannah Arendt. En secreto, comenzaron una relación amorosa, hasta que ella no pudo soportar la tensión de la clandestinidad y marchó a Heidelberg para doctorarse con
Karl Jaspers. Su historia, aunque breve, se haría famosa, porque ella era judía, y él un alemán que llegó a aplicar leyes académicas antisemitas.

El rectorado nazi

Hitler subió al poder en 1933 y, ese mismo año, Heidegger fue nombrado rector de la universidad de Friburgo.
 Los rectores debían ser afiliados al partido nazi y, para sorpresa de amigos y alumnos, el prestigioso filósofo comulgó con los nuevos mandamases: ostentaba orgulloso el águila alemana en la solapa y posaba para la foto oficial de la Universidad con bigotillo y gesto de führer. En su discurso inaugural, en puro estilo nazi, habló del “destino de la nación” y de “la misión espiritual del pueblo alemán”. Durante su año de rectorado se comportó como un pequeño dictador mesiánico, lanzando a los estudiantes desafíos grandilocuentes para que se dedicaran “con fanatismo” a la sabiduría y la cultura.

Pero esos sueños chocaron pronto con la realidad: lo que imperaba en la universidad no era la sabiduría, sino el sectarismo y la propaganda; quienes mandaban eran los estudiantes de las SA; en la cátedra, había que medir las palabras. Heidegger lo percibió muy pronto y el 28 de abril de 1934, al año de ostentarlo, dimitió de su cargo de rector, aunque siguió siendo catedrático: “Ya no es posible una responsabilidad. ¡Que vivan la mediocridad y el ruido!”, escribió. Apartado de la política (“la realpolitik, esa prostituta”, diría), se dedicó a sus clases y seminarios. En 1939 estalló la guerra y Heidegger se concentró por completo en sus especulaciones sobre el “ser-ahí” o “Dasein” (un término alemán que significa «existencia». Heidegger lo usaba para indicar el modo de existir del ser humano). En 1945 fue alistado en las milicias populares para la defensa de Friburgo, pero, antes de entrar en combate, Alemania capituló y con ello llegaron las amarguras: el nazismo se convirtió en el mal absoluto y Heidegger fue acusado de nazi.

Nunca se defendió

Los aliados le prohibieron dar clases y él no se defendió ni mostró arrepentimiento. Esto le valió el rechazo de sus colegas, sobre todo en Francia, el otro gran centro filosófico europeo. Nadie comprendía su coqueteo con los nazis. Algunos de sus discípulos, como Marcuse y la propia Arendt, le pidieron que se retractara de su discurso de 1933, pero él nunca quiso justificar su pasado ni referirse a los crímenes nazis. Han tenido que pasar años para que se empezara a separar aquella actuación política de Heidegger de su profunda obra filosófica. Había sido un gran reflexionador y un excelente profesor de filosofía: daba clases brillantes, publicaba, debatía… Tuvo discípulos geniales que fueron judíos: Jonas, Löwith, Levinas, Strauss, Anders, Hannah Arendt… Quien mejor le comprendió fue esta última al afirmar que la tarea fundamental de un filósofo es interpretar el mundo, no transformarlo. Un filósofo metido en política puede ser tan torpe como un elefante en una cacharrería.

En 1952, Heidegger se retiró a su ciudad natal y a finales de 1974 empezó a preparar los 70 volúmenes de sus obras completas. Murió el 26 de mayo de 1976 y, a su petición, se le enterró por el rito católico, junto a la iglesia de Messkirch. Un sobrino sacerdote presidió el oficio.

© Filosofía Hoy

Nota relacionada

0 comments :

Publicar un comentario