sábado, 16 de abril de 2016

Apriete con bailanta

Por Carlos Gabetta (*)
Como en el final de los fuegos de artificio, los Panamá Papers han hecho el efecto de la bomba que más alto trepa, explota y todo lo ilumina. Habrá que ver si el escándalo se apaga tan rápido; si torna la oscuridad y todo el mundo a casa, o si este bombazo representa el principio de algo nuevo; de al menos una mirada lúcida sobre la gravedad y el origen de la corrupción mundial. Si esto no acaba en un pacto político-mafioso planetario, los Panamá Papers están lejos de haber hecho toda la luz. Queda mucho, muchísimo por saber.

Cada tiempo histórico, cada sistema económico y político, conoció estos momentos de escándalo público; algunos transitorios, hasta la gran explosión final, esa que marca, justamente, el cambio de tiempo histórico, de sistema. Hoy, los fuegos de la corrupción política y económica llevan tiempo estallando. Y coinciden con una crisis económica estructural que también lleva décadas explotando aquí y allá. Internet, la robótica, prodigios del desarrollo que constituyen la base de la mundialización de la economía y las finanzas, son también la explicación última de la crisis económica mundial, ya que aceleran y masifican la oferta al tiempo que comprimen la demanda, al provocar desempleo estructural. Y no es casual que esa corrupción de siempre, que en tiempos de auge del sistema aparecía como acotada y en algunos países incluso casi inexistente; que se mostraba de tanto en tanto en escandaletes que no pasaban de unos días o semanas en la prensa, resulte ahora masiva y desnude asociaciones de políticos, empresarios, sindicalistas, artistas, deportistas, banqueros, narcotraficantes, funcionarios de Estado y tutti cuanti. E internet facilita el desmadre, porque si hasta hace poco para abrir una cuenta trucha en el exterior o en un paraíso fiscal había que trasladarse personalmente, ahora se hace apretando botones en sistemas encriptados. Hasta que aparece un hacker, como ese adolescente que entró en el sistema de seguridad del Pentágono –hubo otros– o alguna “garganta profunda”, como la de Watergate. Cualquiera que sea el origen de la información, el equipo de periodistas que reveló los Panamá Papers no ha acabado aún de procesarla. Y habrá probablemente otros equipos, porque el ejemplo cunde y hay muchos paraísos fiscales, tanto o más importantes que Panamá.

La combinación de crisis económica y conflictos sociales; de la creciente angustia y preocupación ciudadanas con internet; la red-difusión de las denuncias de los medios profesionales, que hasta hace poco no pasaban de la conciencia de los lectores de periódicos o se esfumaban en el aire de la radio y la televisión, hoy se conservan, viajan, se traducen automáticamente a todas las lenguas; se socializan.

La historia muestra, con las variantes de cada caso, hasta qué punto una crisis económica estructural acaba degradando la superestructura institucional y los comportamientos políticos y sociales. Este final de ciclo, de tiempo histórico, está ya en el punto en que esa degradación es a la vez consecuencia de la crisis económica y uno de los factores que la agravan. Desde hace unas décadas, los flujos financieros mundiales son varias veces más importantes que el conjunto de la inversión productiva. El componente ilegal de esos flujos se revela cada vez mayor. Los nombres y cargos políticos y corporativos vinculados a esa zona oscura revelan hasta qué punto la superestructura institucional empieza a ponerse al servicio de lo ilegal, si no lo está ya del todo o casi, como ocurre en Argentina, entre otros países. El presidente de Islandia renunció un par de días después de aparecer gravemente implicado en los Panamá Papers. La ex de Argentina, por un asunto menor entre los tantos que enfrenta, se negó a declarar ante el juez y le organizó un apriete con bailanta, ante la pasividad del gobierno de turno.

Cada sociedad se desbarranca desde donde se encuentra.

(*) Periodista y escritor

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