lunes, 30 de noviembre de 2015

La marcha de la impotencia

Por Esteban Eseverri

En un cuento que acaso fuera autobiográfico, el autor JG Ballard, narra los preparativos de un pequeño y destartalado cuerpo que sumido en sus feroces internas, intenta organizar una inverosímil resistencia a una fuerza que llega conquistando posiciones a su ubicación geográfica. 

Finalmente, cuando los ocupantes llegan, su número es tan enorme, que ignoran por completo la rendición casi individual de los pocos que se han quedado (los demás huyen), y apenas si los miran en su larga marcha.

Del mismo modo, casi con estupor puede contemplarse como distintas facciones camporistas discuten el alcance de su “resistencia”, en reuniones de tono jabonero de Vieytes, abrazados a legajos y documentaciones que destruyen en oficinas públicas, pues la consideran “vital” para que no caiga en “manos enemigas”.

Han llegado al colmo de pedir además que nadie vacacione en Córdoba, o bien, directamente convocar a marchas contra Macri, y de algún modo, para mostrar que copan el acto de asunción del nuevo Presidente.

La actitud es infantil e inexplicable. El que festeja es el que llega, no el que se va. No hubo adherentes del Dr Alfonsín, cuando traspasó el mando, ni de Menem, cuando éste lo hizo a De la Rúa. Duhalde hizo un discreto fade out y cedió el protagonismo a Kirchner.

Tampoco hay festejos del saliente en ningún país civilizado, un pequeño grupo de colaboradores acompaña al Mandatario que merece su respeto como figura que ha entrado en la cadena de Presidentes que se suceden unos a otros.

Lo mismo ocurre con quien se comportó con desdén con sus propios compañeros de Gobierno, cuando arribó a posiciones de poder, y ahora planean “resistir”. No hay épica allí, se trata de la Administración Pública, hay que saludar correctamente a los nuevos funcionarios, ir a trabajar, esas cosas de la urbanidad y el sentido común ¿qué tan graves pueden ser para los jóvenes camporistas?

Entre los líderes de esta facción hay algunos que tienen ahora posiciones ganadas por el voto. Tal vez ellos podrían ayudar a que las marchas convocadas se sustituyan por una reunión partidaria más íntima en algún lugar, como Argentinos jr, donde supieron convocar su militancia.

Si consideran que este recambio democrático es una afrenta a su propio y equivocado concepto de irreversibilidad, es posible que se vean obligados a una doble tarea: revisar sus postulados erróneos, y luego la dolorosa sorpresa al ver, que para el momento en que planeen rendirse, pueda ocurrirles que a quienes llegan y gobiernan, tanto no les interesa.


© LPO

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