viernes, 21 de agosto de 2015

La democracia zombi

Por Esteban Peicovich

Lo sé pero no puedo con mi trauma. Los ilusos no sabemos comerciar con lo real. Está en nuestra naturaleza pretender que suceda el 5 donde sólo hay 4. Es distorsión que la historia castiga. Ilusionar contra el viento desequilibra la razón. Y cabrea a Platón. Por algo echó a los ilusos de la plaza.

-¿Platón?
-Sí, Platón. Lo de Perón fue en otra plaza. Y sin ilusos.
-¿Ser iluso y boludo es lo mismo?
-Es un modo sinónimo de hablar.

Va un ejemplo para salir de este entripado que me atañe. En víspera de las PASO y ante pregunta radial, acepté identificar hechos que pudieran incidir en la elección. Y arriesgué algunos:
1.- La inundación: dejaría culo al aire lo mucho que Scioli no hizo.
2.- Las denuncias de corrupción contantes y sonantes.
3.- El enigma Zannini: de ermitaño de Palacio a Giocondo de palco.
4.- El temerario mantra presidencial: “Menos pobres que Alemania”.
5.- El tormento de la inseguridad convertido en costumbre.
6.- La inflación mintiéndose a sí misma.

(Y aquí me detengo. Aunque la lista parece apuntar al Gobierno, técnicamente no es así. Gobierno al que oponerse no hay. Un grave y doble descuido cívico nos dejó en manos de una Mega Administración que no se ajusta a la ley, salvo la propia. Lo que hay es mandoneo. Gobierno es otra cosa).

Pero buscando ecualizarme esa mañana también apunté lamparones del equipo de enfrente:
1.- Chiqueza a la hora de cuajar un Frente.
2.- Encuestas al contado, en 12 cuotas y mejor postor.
3.- Radicales sumidos en tópicos, roscas y peleas de café.
4.- Macri ofreciéndose químicamente puro.
5.- Capillas de la utopía mirándose de reojo.
6.- Lilita dentro de sí. Lilita fuera de sí. Lilita Pocas Pulgas. Lilita Muchas Pulgas.
7.- Massa prometiendo portarse mejor y acogotar su ego.

(Y aquí también me paro, pues agobia interpretar datos de una sociedad inmóvil, en morbosa maceración, que sólo se activa en plenitud los feriados y fines de semana).

Matizo lo dicho. Despejar la complejidad del engrudo político en el que nos debatimos es trabajo de arúspices o cirujanos de alto vuelo (Sarlo, Fontevecchia, Wainfeld, Pagni) no de cronistas de costumbres, que es lo mío. Y para analizar sobre lo real y no sobre su reflejo, se requiere contar con una ciudadanía atenta al control de calidad social y pronta a indignarse ante el truchaje que sea. Estas actitudes no sólo no existen sino ni siquiera muestran signos de asomar. La frase “la democracia recuperada en 1983” languidece en el imaginario sofocada por nuestra siempre vieja “actualidad”. Tanto, que caímos en la trampa de una ingeniería electoral que podría debilitarla mucho más.

Los años pasan y seguimos aferrados oralmente a ella. Y por lo que prueban los resultados del 9A, ladrones privados y estatales, caciques provinciales y tahúres de colores varios mantienen su contento. Con bajo compromiso social como el que se advierte, muy poco pueden influir los derrapes de los poderes en pugna. Mientras repetir pasado, no asumir presente y fantasear futuro sigan siendo el modo de asumir la cosa pública, las elecciones serán lo que son: un placebo, un relato. Una ciudadanía en babia sólo sirve para lamentarse cada tanto (y siempre igual) de la democracia zombi que cobija, encarna y padece.

(Pido disculpas por el tono de sermón. No es el mío. Puede que me esté volviendo viejo. Merci).

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