lunes, 25 de mayo de 2015

La risa de los hombres

Por Guillermo Piro

Los locos ríen continuamente, al contrario de los demás, que si son reservados lo hacen de tanto en tanto. El que ríe continuamente, entonces, es imprudente, irreflexivo, atolondrado. El que en cambio ríe con facilidad es falso, vano, soberbio. El que raramente ríe y, al hacerlo, lo hace levemente, es porfiado, avaro, prudente, reservado y fiel. 

La boca que al reír se contrae denota un hombre sabio, muy aferrado a sus opiniones, ingenioso, paciente, hábil en su profesión y colérico. Por el contrario, la boca que no se contrae al reír denota un hombre de humor variable, envidioso, impaciente y soberbio.

El que sólo ríe en ciertas ocasiones, y luego se arrepiente de ello, es voluble, crédulo, de temperamento grosero, servicial y poco reservado. El que reprime la risa y sólo deja escapar un soplido rauco, por el contrario, es altruista, misericordioso y amante del trabajo. El que al reír se tapa la boca con la mano es trolero, mentiroso, embaucador, falaz, farfullero e infundioso. Si al reír dirige la cabeza hacia el suelo, es holgazán y negligente. Si cuando ríe lleva las manos hacia delante, como si pretendiera detener un ataque, es pusilánime, timorato, meticuloso, sosegado, lánguido y torpe.

El que cuando ríe se abalanza sobre su interlocutor y se apoya pesadamente en su hombro es aburrido, latoso, incómodo; insoportable, en suma. Si el que ríe lo hace sonoramente, sin importarle dónde se encuentra ni con quién, es descarado, cínico, sinvergüenza, impertinente, desconsiderado y pellico. Si por el contrario considera que ningún lugar es apropiado para dejar estallar una risa es medroso, tímido, acoquinado, irresoluto, amilanado, achantado, apocado y cagueta.

El que al reír chilla, haciendo que los presentes, si es que efectivamente había un motivo de risa, dejen de reír, es luminoso, llamativo, inquieto, provocador, desvergonzado y un poco pervertido. El que cuando ríe exhibe los dientes y las encías es belicoso, sarcástico, malévolo, hiriente y destructivo. El que, en cambio, cuando ríe mueve los brazos como si fuera un negro de reloj es acaponado, amadamado, bullanguero, barbilindo, cacorro y sodomita. El que ríe mientras habla y provoca en los demás más risas es mundano, artificial, lechuguino, con cierta tendencia a la tristeza y apocado.

El que ríe enérgicamente y detiene la risa de golpe, como si hubiera reído en el momento equivocado, es repulsivo, cochambroso, bascoso, perspicaz y acerado. El que ríe sin saber de qué se ríe es camueso, tarugo, necio, percebe, cuscurro, zote, zamarro y memo. El que al reír tuerce la boca o hace muecas es arrogante, embustero y extraordinariamente perezoso.

Este último soy yo.

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