lunes, 27 de abril de 2015

Análisis Preliminar

(A mano alzada no más…)

Por Gabriela Pousa
Pasaron las elecciones primarias en la ciudad capital. Aún cuando no están los resultados oficiales finales, todos sabemos ya quién gana y quién no. 

Son esas peculiaridades de la política de entre casa que, en Argentina, prima por sobre todo academicismo, lógica y razón. 

Del mismo modo, la mayoría habla convencida del asesinato del fiscal Alberto Nisman, sin tener el veredicto de peritos ni palabra oficial sobre lo que sucedió. En ese sentido, ya es inútil presentar la causa de esa muerte como  suicidio: la credibilidad no está más del lado de la dirigencia. 

La gente solo cree en sí misma, en su intuición, y en la jurisprudencia, máxime tras doce años donde la mentira se sistematizó. Si ellos dicen que ganaron puede darse por sentado el fracaso. 

La necedad, el no querer asumir  el descrédito consolidado, los lleva al grotesco y al penoso espectáculo que brindan portándose como bufones de un reinado imaginario. 

La sensación es dual: causan bronca y pena. Si acaso hay risas es por no llorar. Pero más allá del teatro que el gobierno monta para todos sus actos, detrás de la escenografía que destiñe, y hace caer el telón dejando al descubierto las miserias de lo que en verdad son, están los datos. Y cuando estos se van conociendo confirman aquello de “los hechos son sagrados”. 

Festejar el fracaso es un deporte que ya los tiene acostumbrados. Vivir una realidad paralela, un relato fantástico es el artilugio del que se han valido siempre, y que a esta altura no puede asombrarnos. 
Fueron, son y serán así, aún cuando se alejen por diversos intereses como sucediera con el ex intendente de Tigre. Hoy, Sergio Massa mostró su naturaleza afín a quien dice que es su adversario.  

La soledad de Guillermo Nielsen, su candidato, no admite otra valoración. Massa como Cristina han demostrado el fatídico arte de soltar la mano cuando no son óptimos los resultados.
Pero yendo a los comicios propiamente dichos, la victoria tiene nombre y apellido: Mauricio Macri. Sin eufemismo, él ganó.

Guste o no, Horacio Rodríguez Larreta no tenía, antes del apoyo explícito del actual jefe de gobierno, la intención de voto que se materializó el domingo que pasó. Esto no resta mérito ni mucho menos, pero sí pone en evidencia cual es la demanda de la sociedad a la hora de votar. 

La gente necesita liderazgos. Esa figura fuerte que se postre delante de todo y oriente. Nunca el pueblo argentino ha caminado solo. Esto explica sin rodeos, el crecimiento que ha tenido el jefe de gabinete durante la campaña tras el aval de su jefe. 

Gabriela Michetti no tuvo la misma suerte, y sin pretender entrar en un debate de inútil misoginia, también es cierto que muy difícilmente, la gente acepte en lo inmediato otra mujer en un puesto político ejecutivo. Puede que no sea consciente, pero la experiencia con la jefe de Estado nos marcó en múltiples formas y niveles, algunos impensados. 

No ha habido voto castigo dentro del Pro, ha habido un respaldo a quien Macri dispuso como sucesor. Para algunos puede estar bien, para otros no, pero esa no es la cuestión.  Rodríguez Larreta hizo lo correcto: agradeció al electorado y agradeció al titular del Pro que lo paró y sostuvo a su lado. 

A su vez, la elección de Martín Lousteau tiene otros ribetes a la hora del análisis, porque es menester reconocer una amplia campaña cuya premisa se basaba en votar al candidato de ECO, de manera de no permitir al FPV hacerse del segundo puesto. 

Asimismo, volvió a confirmar cuán importante es la figura del líder o del referente, en una sociedad donde los modelos menguan por la crisis moral que nos diezma. Fue Elisa Carrió quien instó a votar al ex ministro de Economía kirchnerista. 

Es más, hasta se perdonó esa gestión dando prevalencia a la voz que dirige, y que ha dado muestras de autoridad en muchos aspectos del quehacer nacional. Lo cierto es que los candidatos más votados tuvieron respaldo de fuerzas, líderes o aparatos. 

Así se lee básicamente, sin entrar en una exégesis que requiere tiempo y noción del escrutinio definitivo, esta elección. Si entendemos que todo sucede y sucedió en el marco de un país donde, en 24 horas, pasa lo que en otros países tardaría años en pasar, la cautela debe ser protagonista de lo que sigue de ahora en más. 

Sin ella, el abismo puede ser nuevamente el destino. Es hora de negociar, algo que el gobierno jamás entendió. El kirchnerismo hizo de la política un monólogo donde toda discrepancia situaba al interlocutor como enemigo y conspirador.  

Es hora de replanteos para algunos y de fortalecimiento para otros. Si cada uno es consciente del rol que debe ocupar en el escenario que arrojaron las PASO, el cambio podría dejar de ser un deseo, una esperanza, un milagro. De lo contrario, el camino se desandará más rápido de lo pensado,  y se volverá al punto de partida donde hemos estado estancados durante años.  


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