Por Walter Curia
Si no imperara el miedo, la obediencia ciega y el
secretismo, a nadie se le habría ocurrido especular con que si durante su
escala en París, de regreso de su viaje a China, el canciller
Timerman firmó el libro de condolencias en el Quay dOrsay y luego se volvió a Buenos Aires; firmó el libro y dedicó esa
noche a cuestiones personales para volverse al día siguiente a la Argentina o,
como era de esperar que hiciera, participó de las multitudinarias marchas en
Francia contra los abominables crímenes del integrismo islámico.
Si no hubiera temor en la Cancillería, como lo hay en
todas las reparticiones oficiales, a ejercer con voluntad y firmeza y, está
claro, cumpliendo como corresponde, las instrucciones que les ha encomendado el
Poder Ejecutivo, todos podríamos haber sabido el domingo que la
Argentina estaba siendo representada por su canciller durante la más grande
manifestación en favor de la libertad de la historia de Francia.
Lo supimos finalmente ayer martes mediante un nuevo
y pintoresco comunicado distribuido por la Cancillería, un organismo que una
vez más mostró sus dificultades para distinguir entre lo que supone una
comunicación oficial del Ministerio y lo que en realidad es un mensaje informal
del ministro en funciones.
En respuesta a una nota del diario Clarín, Timerman develó ayer que participó de la marcha del domingo en
París en condición de "ciudadano común", en lo que fue al parecer una
decisión autónoma que no mereció consultas con Buenos Aires.
"Participé, con un grupo de amigos y familiares, junto al pueblo francés
como muchas veces a lo largo de mi vida (...). Fue mi decisión. No me
arrepiento", dice el texto que firma el canciller.
Respetamos la decisión del ciudadano Timerman de
transmitir su solidaridad personal con el pueblo francés en una hora tan
dramática para Europa. Hubiéramos preferido, es
verdad, que dada su investidura aprovechara la oportunidad de su presencia en
París para transmitir la solidaridad de todo el pueblo argentino, como
había hecho la tarde anterior con su firma en la Cancillería a instancias de la
embajadora en París, María del Carmen Squeff.
Lo que aquí importa, creemos, no son las decisiones
personales de un ministro que estando en una nación extranjera, cuando desea
cuelga el traje y no trabaja más de ministro. Lo relevante son más bien las
cuestiones que comprometen al Estado y a sus relaciones exteriores.
No hay modo de afirmar que la Presidenta hubiera
desautorizado a Timerman a participar por alguna razón de la manifestación en
París en su condición de canciller. Pero es fácil inferirlo de las palabras del
propio ministro.
La noche anterior a la marcha, además, la
Cancillería había difundido otro comunicado en el que buscaba, en una decisión
incomprensible, tomar un tranco de distancia del dolor por la tragedia europea
para concentrarse en la que en esas mismas horas atravesaba Nigeria, blanco de
un nuevo atentado terrorista. El subtexto de ese comunicado intentaba denunciar
un supuesto doble estándar de la comunidad internacional frente a hechos de
esta naturaleza en el mundo.
Resulta muchas veces difícil penetrar en los
verdaderos estados de conciencia de la presidenta de la Nación. Podría
inferirse que la decisión de reducir la representación del país en la marcha -a
nivel del embajador- y el reproche indiscriminado al mundo por relativizar el
ataque en Nigeria respondería a la falta de apoyo de la comunidad internacional
a los esfuerzos por el esclarecimiento de los atentados en Buenos Aires en los 90.
La Presidenta suele ser gobernada por las emociones
y también ha respondido con despecho ante cuestiones como la de la deuda en
default. Pero tampoco es seguro que la razón sea aquella.
En Brasil, el periodista Clovis Rossi mencionó
también la distancia que puso Brasilia al tema y se preguntó ayer en Folha de
Sao Paulo: "¿Por qué no fuimos Charlie?".
La posibilidad de una acción conjunta con los gobiernos de la región fue
descartada de plano por fuentes de la embajada brasileña. Sería de una gravedad
inusitada.
Un embajador de carrera que ha tenido destinos
importantes incluso durante esta administración hizo notar que la ausencia de
Obama el domingo en París podría estar hablando de lo difícil que sigue siendo
para Estados Unidos asimilar la falta de apoyo de Francia en la ONU para
legitimar la invasión a Irak, en 2003. Como sea, Obama reconoció que fue un
error no haber ido a París.
El Gobierno de Cristina Kirchner condenó el
miércoles pasado "enérgicamente" el "bárbaro ataque" a la
redacción de Charlie Hebdo. Cumplió con lo que la mayoría del pueblo argentino
seguramente deseaba ese día expresar. Después ingresó en un extravagante
lenguaje de señas con el que no consiguió otra cosa que confundir. ¿Somos o no
Charlie?
© El
Cronista
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