sábado, 12 de julio de 2014

Símbolos / Boudoues y Mascheranos

Por actitud y por ética, el vicepresidente procesado y el futbolista representan 
dos modelos de país. La gente ya votó.

Por Alfredo Leuco
Javier Mascherano entrega todo. Amado Boudou se lleva todo. Uno tiene coraje para enfrentar las adversidades y el otro se esconde hasta del periodismo. Uno deja la vida por la camiseta argentina con lealtad y el otro se descontrola por la voracidad que tiene con el dinero fácil. A uno le dicen “el Jefe”, es humilde pero conduce a sus compañeros, es un líder positivo al que todos respetan. 

Al otro le dicen “Aimé”, es soberbio y sus compañeros del Senado lo gambetean porque no quieren ni compartir una foto con esa mochila de piedras en la que se convirtió. Uno acaba de ser consagrado héroe futbolístico de la Nación, un prócer, y el otro acaba de ser procesado por cobrar una megacoima como vicepresidente de la Nación, un garca.

Por Javier Mascherano sentimos orgullo legítimo los 40 millones de argentinos, y por Amado Boudou sentimos rechazo la inmensa mayoría de los compatriotas que lo ubican como el funcionario con peor imagen en todas las encuestas. Uno está a punto de salir campeón del mundo y el otro, a centímetros de irse al descenso. Representan dos países, dos formas distintas de entender la vida y la ética.

“Amado, decime qué se siente/ no poder estar en la sesión/ Te juro que aunque pasen los años/nunca lo vamos a olvidar/... Que Lijo te procesó/ que Ciccone te vacunó/ Que estás llorando desde Mar del Plata/ hasta hoy”. Con creatividad chicanera dos miembros del radicalismo en la Cámara alta corearon esta canción cuando Miguel Ángel Pichetto, el presidente del bloque del oficialismo, les comunicó que aceptaban la derrota política y que habían designado a Gerardo Zamora para ocupar el lugar de Boudou. Cambio, referí. Los senadores opositores se abrazaron casi como en el triunfo contra Holanda. Hace años que vienen siendo sometidos por las mayorías parlamentarias del cristinismo. Esta vez lograron que Pichetto y compañía se rindieran y agradecieran en el recinto la ayuda de los restantes bloques para darle media sanción a una ley urgente.

¿Qué pasó? ¿Cuál es la lectura de semejante retroceso para el gobierno? Los propios kirchneristas, que en su mayoría ya no se bancan e incluso ni saludan al vice, presionaron para que la Presidenta le pida a “su” vice que se tome licencia lo antes posible. El razonamiento es puro sentido común: si Boudou ya no puede hacer su principal trabajo, que es tocar la campanita y dirigir la sesión en el Senado, ¿en qué va a ocupar su tiempo libre? Las bromas estaban a la orden del día. Sugerían laborterapia para el vice. Un curso de ikebana. O directamente que se entrene para los días oscuros que se le vienen.

El saldo para Cristina es altamente deficitario. Porque no pudo imponer su voluntad de respaldar a Boudou cueste lo que cueste. El día anterior, en Tucumán, la Presidenta había logrado una victoria a lo Pirro. Obligó al gabinete a acompañar a Boudou, que hizo un discurso fuera de registro, gritado, inconexo y escondiéndose, cada dos párrafos, detrás de las figuras de Perón, Néstor y Cristina. Para colmo, con un teatro de 1.500 localidades semivacío, fue aplaudido sólo por los ministros más obsecuentes. Florencio Randazzo se le plantó. Nunca sacó sus manos cruzadas de sus rodillas. Puso cara de traste y se negó a saludarlo. Fue un instante de una pulseada política clave. Esa foto es una decisión que tiene que tomar Cristina: ¿Boudou o Randazzo? ¿Boudou o el resto de los dirigentes que quieren ser candidatos a algo en 2015? Aimé sobreactuó antiimperialismo y críticas hacia el colonialismo, tal como reclamaba Carlos Kunkel. Nadie quiso recordar los WikiLeaks del 5 de noviembre de 2009.

Amado Boudou se congratuló de mostrarse como el más pronorteamericano del Gobierno. La embajadora Vilma Martínez estuvo a punto de pedir socorro para entender la forma chupamedias y cipaya con la que Amado se comportó. Amado, que hoy se disfraza de guevarista y emancipador, ese día confesó que disfruta surfeando en las costas de San Diego, esquiando en las montañas nevadas de Aspen, hablando inglés, y, como si esto fuera poco (ta tan ta tan…) confesó que es fanático del fútbol americano. ¿Era necesario? ¿Le piden tanto? Ninguna sobreactuación es buena. Preguntas incisivas para el ministro Boudou: ¿de quién es hincha? ¿De las Panteras de Carolina o de los Piratas de Tampa? Tal vez de los Malandras de Mar del Plata.

El silencio cómplice de Cristina, que jamás pronunció el apellido Ciccone, se transformó en una dolencia física real. Su error de cálculo fue monumental al designar a Boudou para representar a los argentinos en el día de la independencia. Fue una humillación gratuita hacia la mayoría de los ciudadanos. Una mojada de oreja sin sentido, de puro capricho nomás. Y las dos señales políticas fueron demoledoras. Primero: en este gobierno no se castiga a los corruptos, se los premia. Y segundo: nos resbala lo que decida la Justicia. Ninguno de esos desvalores republicanos es una novedad. La matriz corrupta del Estado tiene dimensiones inéditas desde el retorno democrático de 1983. Y no acatar los fallos de la Justicia fue una constante del matrimonio Kirchner desde sus orígenes en Río Gallegos. Fue una provocación excesiva incluso para alguien leal a Cristina como es Randazzo.

A la Presidenta cada vez le cuesta más sostener a un cancherito de Estado que hoy es un muerto político. Jorge Asís fue bizarro, lindante con el mal gusto, pero demoledor en su metáfora: “Se defecaron en la patria”. Y Julio Bárbaro, lúcido, planteó: “Amado no es una excepción a la regla, no es un demonio en un gobierno de ángeles, es apenas una muestra gratis”. Norma Morandini dijo que “Boudou, según la Constitución, está acusado de cometer un delito contra el orden democrático”. El mismísimo José Pampuro, en su condición de ex presidente provisional del Senado, expresó que está “convencido” de que “por el bien del correcto funcionamiento institucional, Boudou debe liberar ese sillón y al menos pedir licencia hasta esclarecer su situación”. Dicen que dijo eso sin que Daniel Scioli ni Cristina lo desautorizaran. Y que fue a pedido de sus antiguos compañeros de la Cámara alta.

Por eso la rebelión de los senadores no fue la única grieta que se abrió puertas adentro del kirchnerismo. Leonardo Grosso es diputado y jefe de la JP Evita, que tal vez tenga mayor despliegue territorial y capacidad de movilización que La Cámpora. Sin embargo, furioso, salió a cruzar a Sergio Berni por su actitud represiva contra quienes cortaron la ruta para reclamar por sus fuentes de trabajo. Gases, balas de goma, policías con armas reglamentarias y perros sin bozal fueron una imagen que cuestionó hasta Horacio Verbitsky, un militante del cristinismo en el periodismo. La Presidenta, por boca del Coqui Capitanich, respaldó a Berni, que es poco menos que su niño mimado después de Axel Kicillof.

Ojalá mañana salgamos campeones del mundo y demos la vuelta en el Maracaná. Ojalá Messi sea el goleador del torneo. Nuestro inmenso y sufrido pueblo futbolero se merece la gran alegría que la economía le viene ninguneando. Qué bien que nos vendría una caricia multitudinaria después del cachetazo que nos pegó el vicepresidente. Ojalá podamos abrazarnos sin odios para construir un país más libre e igualitario.

Para que unos pocos boudoues no puedan más que millones de Mascheranos.

© Perfil

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