La forma en que el
Gobierno expulsa y somete a ex aliados, pero encubre
a los alineados, revela su
propio ADN. Política indigna.
Por Alfredo Leuco |
La Cámpora pretende apropiarse del trabajo que Víctor Ramos
hizo en varias villas miseria porteñas y por eso le pidió a Cristina que ordene
su expulsión del Gobierno. Sin embargo, el funcionario, por temor u
obsecuencia, primero dijo que los responsables fueron los alcahuetes, los
enanos bufones de la reina que lo sacaron poco menos que a los empujones de su
despacho. Simultáneamente avisó que va a seguir apoyando a Cristina.
Reaccionó
como alguien con el Síndrome de Estocolmo que refleja la dependencia enfermiza
del torturado con su torturador. Al día siguiente, Ramos reculó en chancletas
hasta el ridículo. De decir que fue víctima de “un golpe de Estado” pasó a
hablar de “problemas burocráticos administrativos” y a desmentirse a sí mismo
con un inexplicable: “yo renuncié”. Fue patético el nulo valor que le dio a su
palabra quien, al cierre de esta edición si todavía no renunció, aún es el
presidente del Instituto Dorrego.
La autora intelectual de la patoteada fue Cristina. Ni
unahoja se mece en este gobierno si no la mueve la mano de hierro de la abogada
exitosa y millonaria. Pero la ejecutora, la autora material, la que se puso la
capucha de verdugo para bajar la guillotina sobre la cabeza de Ramos fue Teresa
Parodi que también quedará marcada por esa actitud indigna de una artista que
sufrió persecusiones y que ahora las encabeza.
Parodi edificó su carrera sin el carisma, pero con el perfil
ideológico de Mercedes Sosa. Canciones combativas que reclamaban libertad e
igualdad. Durante mucho tiempo fue discriminada por las radios y las compañías
grabadoras por esa respetable intransigencia. Ella levantó su voz contra esos atropellos.
Sólo algunos periodistas y locutores la ayudaron para que ella expresara su
pensamiento y quebrara ese aislamiento. Pero desde que llegó el kirchnerismo,
casi en silencio, se transformó lentamente en un engranaje del aparato de un
Estado que castigó la disidencia, la rebeldía y el pensamiento diverso. Teresa
como tantos, también por miedo a dejar de pertenecer al paraíso oficial o por
verticalismo, se transformó en lo que tanto odiaba, en un comisario político.
El estalinismo pingüino es una versión berreta de otros autoritarismos
regionales. Teresa Parodi fundó “Las Cristinas”, junto a Hebe de Bonafini, usó
cada día más ropa con tejidos y dibujos étnicos de la Patria Grande y recibió
dinero por muchas actuaciones a lo largo y lo ancho del país donde más de una
vez no había casi nadie en la sala. Pero Teresa cobraba lo mismo el subsidio
destinado a difundir la cultura nacional y popular. Su silencio frente al
ataque que sufrieron muchos periodistas y artistas que se atrevieron a pensar
distinto fue recompensado con un ministerio. Y en una de sus primeras acciones
importantes fusiló políticamente a Víctor Ramos. No se sabe si lo consideran un
inútil después de diez años de gobierno o un traidor porque se sacó una foto
con Daniel Scioli y se subió a su “Ola Naranja” junto a Mario “Pacho”
O’Donnell, otro que también, al igual que Ramos fue menemista, duhaldista,
kirchnerista, cristinista, chavista y ahora se disponen a ser sciolistas o
massistas llegado el caso. ¿Y por qué no macristas, si Pacho fue hasta
alfonsinista?
Hace años que Ramos es amigo y la mano derecha de Jorge
Coscia, que también fue condenado a la Siberia del silencio después que le
sacaron tarjeta roja casi sin explicaciones. Los que se quedan en el Gobierno
por lo bajo justifican ese lastre que tiran por la borda porque para seguir
navegando el barco debe “sacarse de encima a los corruptos”. Epa, epa, cuánta
insolidaridad vigilante y delatora que anida en el kirchnerismo. Mientras están
en el Gobierno, los funcionarios son Madres Teresas al mando de la emancipación
de los pobres latinoamericanos. Cuando los rajan pasan a ser ladrones de cuarta
y oportunistas. La misma medicina la tomaron casi todos los que fueron
eyectados del Estado.
Hasta Alberto Fernández que integró la mesa chica con Néstor
y Cristina fue espiado y escuchado por los servicios de inteligencia y
escrachado por el oligopolio de medios que se enriquecieron con los dineros
públicos como el cártel de Gvirtz. Alberto recibió los balazos del
hostigamiento que antes él mismo disparaba.
Es como si Cristina les dijera, figurativamente, por cierto,
que si se quedan, siempre les van a tocar los Oyarbides. Pero si se van y no
siguen arrodillados a sus caprichos, le mandan la SIDE, la AFIP y hasta son
capaces de tirarte encima perros de presa de la Justicia como el fiscal José
María Campagnoli o el juez Ariel Lijo. Vos elegís, le dijo Cristina a Julio De
Vido cuando amenazó con lavarse las manos y dar un paso al costado: “Podes irte
a la cárcel o al cementerio”.
Asi funcionan las cosas en el cierre del kirchnerismo que, a
esta altura, puede dejar de ser la etapa infantil del peronismo para
convertirse en su fase final, en el ciclo terminal. Eso deberá rectificarse o
ratificarse en las elecciones de 2015. Muchos encuestadores dicen que el
crecimiento de Macri tiene que ver con que, finalmente, en una parte importante
de la población pesa más esa frase de que “mejor probemos otra cosa, ya estamos
hartos de peronismo” que la verdad revelada de que “a este país sólo lo puede
gobernar el peronismo”.
Sería un esperpento de la historia para la generación de
Montoneros en el pejotismo. Fueron los que quisieron jubilar a Perón y
enseñarle peronismo y terminarían (Dios y Cristina, dirán) con el movimiento
fundado por el general que resistió todas las tormentas menos el reinado de
Cristina. Sería un exabrupto del revisionismo que Cristina, que votó al
peronismo en 1973 con la boleta de Jorge Abelardo Ramos (el padre de Víctor)
porque era más cool y menos grasa, sea ahora la liquidadora del movimiento.
A veces, en un solo gesto se puede analizar todas las
miserias que tiene una proyecto como el kirchnerismo. A veces una sola actitud
concentra todos los venenos como si fuera una probeta para analizar el ADN
autoritario de un liderazgo tóxico como el de Cristina. A veces con un solo
comportamiento militantes de años tiran a la basura una trayectoria.
Amo la política sana porque creo que no hay otra forma de
extirpar las inequidades sociales que con la militancia en los partidos. Puedo
comprender la defensa de lo indefendible de cierto pragmatismo ideológico que
trata de disimular los ajustes ortodoxos y la inflación galopante. Pero jamás
entenderé que en nombre de la disciplina partidaria un dirigente político se
someta a la peor de las humillaciones. Nadie que pierda su dignidad como
persona puede defender la dignidad de otro. Y eso es hacer política: defender
la dignidad de los demás sin caer en la propia indignidad.
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