domingo, 13 de julio de 2014

Cristina tiene este lunes una chance única

Por Jorge Fernández Díaz
Los impasibles científicos de la política tienen por estos días la misma impresión que los fríos tácticos del fútbol: antes el gran espectáculo consistía en mirar cómo se atacaba; hoy la gracia está en ver cómo se defiende. Pasó con la victoriosa escuadra argentina en este Mundial increíble y pasa ahora con el gobierno de Cristina Kirchner, que empezó llevando la iniciativa con "juego bonito" y pelota dominada, siguió hostigando a cuanto rival se le oponía y hoy se encuentra colgado del travesaño, mirando el reloj y atajando penales. 

Al revés que a nuestra exitosa selección, tal vez este bilardismo político de última hora no le alcance al Gobierno para un triunfo total, pero al menos le permite sobrellevar el tiempo de descuento y amortiguar el efecto de tantos goles en contra.

La semana que empieza le da chances objetivas a la Presidenta para salir del ahogo. No parece haber mejor oportunidad para pedirle al vicepresidente que se tome licencia sin que eso se convierta en un cataclismo. Coincidiría con el clímax del fútbol, el recibimiento en Ezeiza de los héroes, la caravana interminable y la Plaza de Mayo llena: el que no salta es un holandés, un alemán, un brasileño o un "buitre". También se superpondría con los indicios de un inminente arreglo judicial con los holdouts, los ecos de la relevante visita de Vladimir Putin, la cortesía y consideración con que recibirán a Cristina en la reunión de los Brics y, finalmente, con lallegada a Buenos Aires de Xi Jinping, presidente de la República Popular China. El kirchnerismo podría presumir entonces de que el país está saliendo del ensimismamiento y que flota en el ambiente un nuevo clima de negocios. Aunque pasearse entre potenciales inversores con el cepo cambiario es como asistir al burdel con un cinturón de castidad.

Así como el pago para evitar el default y la dura recesión doméstica que se avecinan parecen dos hechos inexorables, la gran dama tiene en sus manos algunos cambios de frente que aliviarían un poco su atormentado fin de ciclo. Nadie sabe si hará uso de esas prerrogativas, empacada como se encuentra en sostener a Boudou más allá de toda razonabilidad (hasta su propia tropa se le subleva) y con argumentos de orgullo narcisista (le cuesta horrores dar marcha atrás). Sobre este último punto, un veterano ministro de su gabinete que recibe a diario las propuestas de empresarios suele decirles invariablemente lo mismo: "El proyecto está bueno, pero tenés que pensar principalmente cómo presentarlo ante la militancia y la opinión pública, porque si no encaja con el relato Cristina no compra, por más que le convenga". Esta brecha entre lo útil y necesario y la mera lógica del discurso épico abortaron muchísimas decisiones importantes. Nadie en este mundo, salvo quizá Máximo Kirchner , sabe por lo tanto qué hará Cristina con su principal lastre. El martes obligó a sus ministros y aliados a tragar aceite de ricino y a respaldarlo en la malograda ceremonia de Tucumán, donde Amado se embanderó con Perón e intentó hablar de historia. Poco sabe Boudou de esa materia, aunque hace un año le acercaron Revolución y contrarrevolución en la Argentina, de Jorge Abelardo Ramos, y desde entonces se siente un revisionista de la primera hora. Su alocución estuvo "protegida" por algunos pañuelos blancos de madres y abuelas, pero no por la cadena nacional. Por suerte, el vice pudo verse luego en TN, que transmitió su alocución en vivo y en directo, y la repitió todo el día. Esta cómica paradoja mediática según la cual el Gobierno lo oculta y los medios críticos lo exponen sintetiza perfectamente su lastimosa situación. A eso se suma que la jefa debió abducirlo a último momento para que el Senado pudiera sesionar, lo que demuestra algo evidente: Boudou es hoy por hoy el mayor palo en la rueda del oficialismo.

Dicho sea de paso, a veces la Casa Rosada parece esas mujeres que se enamoran una y otra vez de los hombres equivocados. El acto de Tucumán puso en línea a Boudou con Zamora y Alperovich; faltaba solamente el inefable Gildo Insfrán para completar este verdadero dream team de la Patria Socialista. Si se retira Amado, quedará en su lugar el señor feudal de Santiago del Estero. Un ex radical kirchnerizado que según reveló Lanata manda seguir a periodistas con autos sin patente y maneja una provincia donde hay un 50 por ciento de pobreza, 81% de hogares sin cloacas, 84% de viviendas paupérrimas e inadecuadas, y los salarios básicos más bajos de la república. Esperemos que Cristina no caiga en faringolaringitis a repetición, y nos deje en manos de tan eficiente demócrata.

Mientras los que cortan el bacalao cavilan sobre la salida de toda esta difícil encerrona, los muchachos se entretienen en la Fiesta Nacional de la Superficialidad. El Mundial es a la política lo que un viaje de reconciliación es a una pareja en crisis: sólo le da un respiro momentáneo y una falsa sensación de armonía; luego de ese paréntesis lamentablemente la realidad suele imponerse y la vida y sus conflictos renacen y siguen su curso. Pero el espejismo de la argentinidad produce una turbia exaltación de la nada, un nacionalismo retórico y chantajista que convierte a los bonistas en los godos de la guerra de la independencia, a los objetores del resultadismo futbolero en la antipatria y a los bilingües en cipayos.

En ese contexto de patrioterismo verbal, el Gobierno volvió a su estrategia de los escudos humanos. Convenció a un grupo de entrañables artistas para que pusieran la firma en una solicitada y la cara en un spot, con argumentos que recuerdan el lenguaje de las caricaturescas películas góticas de Tim Burton: "Hacemos un llamamiento al repudio de esta decisión maléfica, sabiendo que ha nacido de la torva intención de castigar a nuestra Patria por haber intentado reconstruirnos con autonomía de esa perversa lógica del especulador que espera las desgracias de otros para en ellas cobrarse con más comodidad. Y también como amenaza a cualquier nación que esté dispuesta a seguir este digno camino". ¿Se entiende? No sufrimos porque dejamos abierta y sin resolver durante seis años la causa de los holdouts, ni por haber elegido y seguir haciéndolo esos tribunales norteamericanos para tranquilizar a nuestros acreedores, sino porque hay en marcha una conspiración mundial para castigar a nuestro modelo virtuoso. Para ponerlo en términos callejeros: cuanto más bandera se hace, y más resuenan las vuvuzelas contra los "buitres", más se acerca la hora de pagarles todo y más, tal como se hizo con Repsol y el Club de París.

Otros episodios demuestran que la defensa cerrada de la Casa Rosada comete algunos errores garrafales que Sabella no perdonaría. Boudou no presidió el Senado porque "tal vez tuvo problemas de agenda", dijo Capitanich. Amado está involucrado en la causa Ciccone porque "llevó adelante la estatización de los fondos de las AFJP, y le están pasando factura", dijo Mariotto. El procesamiento del vicepresidente "responde a una presión muy grande de intereses del exterior vinculados a los fondos buitre", dijo Kunkel. Y finalmente, aparece Bossio y nos explica que el abuelito Quique de las publicidades estatales no era un militante real ni una persona del común encandilada por los grandes logros de la "década ganada", sino un mero actor, y que por culpa del neoliberalismo había tenido que refugiarse alguna vez en la cinematografía porno, tal como denunció un bloguero. Bueno, de todas maneras no fue el acto más pornográfico al que asistimos esta semana, ¿no?


© La Nación

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