domingo, 6 de octubre de 2013

Sucesores a prueba

Los presidenciables post Cristina son tan parecidos, que hasta tienen los mismos críticos. Encuestas y realidades.

Por Alfredo Leuco
Hoy nadie tiene más posibilidades de suceder a Cristina en la presidencia de la Nación que Sergio Massa y Daniel Scioli. Y en ese orden. Son tan parecidos, que los talibanes del kirchnerismo los acusan de lo mismo: neoliberales, representantes de las corporaciones y candidatos de Clarín. Tienen una matriz ideológica tan similar, que ambos fueron a rendir examen con el mismo diagnóstico y ante el mismo tribunal: 400 empresarios encabezados por Eduardo Eurnekian en el Salón Versailles del Hotel Alvear. Allí, tanto el intendente como el gobernador expresaron que el peronismo es el que está mejor preparado para consolidar lo bueno y corregir lo malo sin que haya demasiadas investigaciones por la corrupción de Estado de la década ganada.
Son vecinos, viven en el mismo territorio provincial y municipal pero, además, exhiben idénticos atributos personales de tolerancia y diálogo e iguales carencias de formación intelectual.

Son peronistas líquidos, como todos los argentinos, diría Perón con su pícara sonrisa. En los treinta años que llevamos de democracia recuperada, Sergio y Daniel estuvieron en el poder en gran parte de los veinte años que gobernó el peronismo. Fueron paridos por el menemismo, crecieron con el duhaldismo y lograron sus mayores cargos (Anses y jefe de Gabinete uno, y vicepresidente y dos veces gobernador el otro) durante el kirchnerismo.

Sospechan que, como dijo Duhalde, después de 2015, los kirchneristas van a ser una especie en extinción, tal como ocurre actualmente con los menemistas.

Massa y Scioli se diferenciaron tácticamente. Eligieron dos caminos y ritmos distintos para llegar al mismo lugar. Las urnas dirán quién tiene razón. Pero por ahora, Massa ganó la delantera. Una periodista le preguntó al megamillonario Aristóteles Onassis su definición de negocios. El magnate griego le repreguntó: “¿Ve esa lámpara?”. Ante la respuesta afirmativa y asombrada, Onassis replicó: “Yo la vi primero”. Massa vio primero que la parábola descendente de Cristina es irreversible. La política es una sucesión de traiciones, y gana el que sabe traicionar en el momento justo. Massa consideró que era éste. Que ya había fingido durante demasiado tiempo y que había llegado su hora. Scioli eligió el camino más largo y complicado. Espera que la pera madure y caiga en sus manos para ser el heredero de la muerte política de la era K. ¿Podrá? ¿O es extemporánea su defensa del cristinismo? ¿Le pegaron tanto que puso la otra mejilla? ¿O un sector de la población va a rescatar sus gestos como parte de su responsabilidad institucional y su fe en la continuidad jurídica del Estado? En 2015 se premiará o castigará el momento que eligió cada uno para ponerse el traje de candidato. Con mayor brillantez intelectual, Antonio Gramsci, el legendario filósofo marxista italiano, planteó en sus cuadernos desde la cárcel que siempre hay un momento en que el proceso político no termina de morir y lo que está naciendo no termina de nacer.

En ese punto de la crisis gramsciana estamos. ¿Cuándo morirá el kirchnerismo? ¿Nacerá el massismo o el sciolismo? ¿Competirán en las PASO dentro del PJ?

La encuesta de Hugo Haime asegura que si hoy hubiera ballottage entre ambos, Massa ganaría por 16 puntos de diferencia, 49 a 33.

Pero pocos dudan de que el próximo presidente será peronista y que tal vez inicie una etapa denominada con su apellido. La intención de voto de Massa y Scioli (27,7 y 24,5) se despega con claridad de Hermes Binner (11,3) y de Mauricio Macri (8,6) y Julio Cobos (8,5).

La socialdemocracia podrá ofrecer un matrimonio entre el socialismo y el radicalismo pero le costará muchísimo quebrar la lógica del peronismo como única posibilidad. Algo parecido le pasa al PRO desde la otra vereda ideológica. No es atinado dejar afuera de estas especulaciones al gobernador de Córdoba. José Manuel de la Sota será, por pergaminos partidarios y por la potencia de su distrito, el tercero en cuestión en esta suerte de regreso del peronismo vivo que se viene.

La lógica de siempre se repite como un juego de espejos, y  todos acusan al otro de no ser peronista. Julio De Vido dijo que Massa es un neoliberal y lo instó a decir qué piensa hacer con las tarifas de energía y transporte. No fue muy astuto el más ortodoxo justicialista de los ministros. Sus críticas elevan al criticado, y más si se refieren a dos de los grandes fracasos: el agujero negro energético y el colapso del transporte, con su festival de subsidios corruptos.

De la Sota también les negó identidad peronista a los K. Los acusó de ser chavistas. Pero el más patético fue el gobernador sanjuanino. Derrotado en las PASO, caracterizó a Massa como “un canguro que salta de un lugar al otro”, exactamente lo mismo que hizo José Luis Gioja.

Massa corre más liviano de equipaje porque no tiene la obligación de justificar lo injustificable. Scioli carga mochilas de piedras, como Guillermo Moreno, Luis D’Elía o la sucesión de torpezas no forzadas de Cristina. Tiene una sola ventaja: gobernará durante dos años una provincia que es tan grande como Italia, que explica el 40% del padrón y del PBI y que paga 620 mil salarios por mes. Massa armó una estructura transversal con eje en el peronismo y tiene la suerte de contar con Roberto Lavagna, que ahora elevará su perfil, y un equipo de economistas profesionales que fueron los responsables de los más grandes aciertos de la década. También es justo decir que varios impresentables revolotean alrededor del Frente Renovador.

Si Cristina reacciona con despecho e irracionalidad frente al resultado electoral, puede perder hasta el liderazgo ante su propia fuerza. Tiene que conservar la calma para no chocar el gobierno y para poder bendecir un candidato. ¿Urribarri? ¿Zannini? Ya lo dijo Perón, los peronistas gritan porque se reproducen. Y además porque se pelean.

Sin humor pero con ironía, el senador Nito Artaza resume la bronca que este peronismo casi invencible despierta en el resto de la dirigencia. “Siempre lo mismo: esto no lo hicimos nosotros, fue López Rega. Esto no es culpa nuestra, fue Menem. Yo no tengo nada que ver con lo que pasó, fue Cristina, y sigue siempre la misma calesita”.

Esa calesita sigue girando y hay sólo una sortija presidencial.

© Perfil

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