Por Alfredo Leuco |
Hoy nadie tiene más posibilidades de suceder a Cristina en
la presidencia de la Nación que Sergio Massa y Daniel Scioli. Y en ese orden.
Son tan parecidos, que los talibanes del kirchnerismo los acusan de lo mismo:
neoliberales, representantes de las corporaciones y candidatos de Clarín.
Tienen una matriz ideológica tan similar, que ambos fueron a rendir examen con
el mismo diagnóstico y ante el mismo tribunal: 400 empresarios encabezados por
Eduardo Eurnekian en el Salón Versailles del Hotel Alvear. Allí, tanto el
intendente como el gobernador expresaron que el peronismo es el que está mejor
preparado para consolidar lo bueno y corregir lo malo sin que haya demasiadas
investigaciones por la corrupción de Estado de la década ganada.
Son vecinos,
viven en el mismo territorio provincial y municipal pero, además, exhiben
idénticos atributos personales de tolerancia y diálogo e iguales carencias de
formación intelectual.
Son peronistas líquidos, como todos los argentinos, diría
Perón con su pícara sonrisa. En los treinta años que llevamos de democracia
recuperada, Sergio y Daniel estuvieron en el poder en gran parte de los veinte
años que gobernó el peronismo. Fueron paridos por el menemismo, crecieron con
el duhaldismo y lograron sus mayores cargos (Anses y jefe de Gabinete uno, y
vicepresidente y dos veces gobernador el otro) durante el kirchnerismo.
Sospechan que, como dijo Duhalde, después de 2015, los
kirchneristas van a ser una especie en extinción, tal como ocurre actualmente
con los menemistas.
Massa y Scioli se diferenciaron tácticamente. Eligieron dos
caminos y ritmos distintos para llegar al mismo lugar. Las urnas dirán quién
tiene razón. Pero por ahora, Massa ganó la delantera. Una periodista le
preguntó al megamillonario Aristóteles Onassis su definición de negocios. El
magnate griego le repreguntó: “¿Ve esa lámpara?”. Ante la respuesta afirmativa
y asombrada, Onassis replicó: “Yo la vi primero”. Massa vio primero que la
parábola descendente de Cristina es irreversible. La política es una sucesión
de traiciones, y gana el que sabe traicionar en el momento justo. Massa
consideró que era éste. Que ya había fingido durante demasiado tiempo y que
había llegado su hora. Scioli eligió el camino más largo y complicado. Espera
que la pera madure y caiga en sus manos para ser el heredero de la muerte
política de la era K. ¿Podrá? ¿O es extemporánea su defensa del cristinismo?
¿Le pegaron tanto que puso la otra mejilla? ¿O un sector de la población va a
rescatar sus gestos como parte de su responsabilidad institucional y su fe en
la continuidad jurídica del Estado? En 2015 se premiará o castigará el momento
que eligió cada uno para ponerse el traje de candidato. Con mayor brillantez
intelectual, Antonio Gramsci, el legendario filósofo marxista italiano, planteó
en sus cuadernos desde la cárcel que siempre hay un momento en que el proceso
político no termina de morir y lo que está naciendo no termina de nacer.
En ese punto de la crisis gramsciana estamos. ¿Cuándo morirá
el kirchnerismo? ¿Nacerá el massismo o el sciolismo? ¿Competirán en las PASO
dentro del PJ?
La encuesta de Hugo Haime asegura que si hoy hubiera
ballottage entre ambos, Massa ganaría por 16 puntos de diferencia, 49 a 33.
Pero pocos dudan de que el próximo presidente será peronista
y que tal vez inicie una etapa denominada con su apellido. La intención de voto
de Massa y Scioli (27,7 y 24,5) se despega con claridad de Hermes Binner (11,3)
y de Mauricio Macri (8,6) y Julio Cobos (8,5).
La socialdemocracia podrá ofrecer un matrimonio entre el
socialismo y el radicalismo pero le costará muchísimo quebrar la lógica del
peronismo como única posibilidad. Algo parecido le pasa al PRO desde la otra
vereda ideológica. No es atinado dejar afuera de estas especulaciones al
gobernador de Córdoba. José Manuel de la Sota será, por pergaminos partidarios
y por la potencia de su distrito, el tercero en cuestión en esta suerte de
regreso del peronismo vivo que se viene.
La lógica de siempre se repite como un juego de espejos,
y todos acusan al otro de no ser
peronista. Julio De Vido dijo que Massa es un neoliberal y lo instó a decir qué
piensa hacer con las tarifas de energía y transporte. No fue muy astuto el más
ortodoxo justicialista de los ministros. Sus críticas elevan al criticado, y
más si se refieren a dos de los grandes fracasos: el agujero negro energético y
el colapso del transporte, con su festival de subsidios corruptos.
De la Sota también les negó identidad peronista a los K. Los
acusó de ser chavistas. Pero el más patético fue el gobernador sanjuanino.
Derrotado en las PASO, caracterizó a Massa como “un canguro que salta de un
lugar al otro”, exactamente lo mismo que hizo José Luis Gioja.
Massa corre más liviano de equipaje porque no tiene la
obligación de justificar lo injustificable. Scioli carga mochilas de piedras,
como Guillermo Moreno, Luis D’Elía o la sucesión de torpezas no forzadas de
Cristina. Tiene una sola ventaja: gobernará durante dos años una provincia que
es tan grande como Italia, que explica el 40% del padrón y del PBI y que paga
620 mil salarios por mes. Massa armó una estructura transversal con eje en el
peronismo y tiene la suerte de contar con Roberto Lavagna, que ahora elevará su
perfil, y un equipo de economistas profesionales que fueron los responsables de
los más grandes aciertos de la década. También es justo decir que varios
impresentables revolotean alrededor del Frente Renovador.
Si Cristina reacciona con despecho e irracionalidad frente
al resultado electoral, puede perder hasta el liderazgo ante su propia fuerza.
Tiene que conservar la calma para no chocar el gobierno y para poder bendecir
un candidato. ¿Urribarri? ¿Zannini? Ya lo dijo Perón, los peronistas gritan
porque se reproducen. Y además porque se pelean.
Sin humor pero con ironía, el senador Nito Artaza resume la
bronca que este peronismo casi invencible despierta en el resto de la
dirigencia. “Siempre lo mismo: esto no lo hicimos nosotros, fue López Rega.
Esto no es culpa nuestra, fue Menem. Yo no tengo nada que ver con lo que pasó,
fue Cristina, y sigue siempre la misma calesita”.
Esa calesita sigue girando y hay sólo una sortija
presidencial.
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