Por Gabriela Pousa |
“Una sola certeza basta para quien busca“,
decía Albert Camus. Sin embargo su sentencia no es aplicable a la lógica
kirchnerista y muchísimo menos a la de Cristina. De lo contrario, con
la certeza de una imagen en franca caída y una elección que no será todo lo
favorable para sus apetencias reeleccionistas, evitaría anticiparse a la
derrota convocando a primarias abiertas y obligatorias.
Suponiendo que la Justicia ponga freno al dislate
de la reforma oficialista, no parece haber otro motivo concreto para este tipo
de encuesta a gran escala como lo son las PASO en Argentina. Además, la
Presidente no gusta de las malas noticias.
Con estos datos y a pesar de que el
Director Nacional Electoral confirmara el 11 de agosto como el día que debe
irse a votar en primera instancia, aún puede esperarse una vuelta de tuerca
presidencial, es decir un cambio en las reglas del juego. Y van…
Desde la llegada al poder de los Kirchner no ha
habido dos elecciones con las mismas características. Las únicas reglas
válidas para ellos son únicamente aquellas que responden a su conveniencia de
momento, de allí que surgieran las candidaturas testimoniales, las listas
colectoras, el voto a partir de los 16 años y las primarias para abrazar la
postulación de quien fuera hasta entonces la Primera Dama.
Hoy es otro el panorama. Al desgaste del
tiempo se suma la apabullante ineficacia del gobierno para atender las demandas
perentorias del pueblo, y un entramado de corrupción que supera ampliamente a
cualquier guión de ficción. La realidad esta vez es tan contundente que no
admite espejitos de colores como sucediera en otras elecciones.
Es verdad que el aparato asistencialista oficial es
fuerte y se verá reforzado con creces en la víspera, pero también es cierto que
la gente está dándose cuenta de lo que sucede por la simple razón de estar
viviéndolo. No hay Moreno Card que abarate el costo de vida ni
congelamiento que muestre una baja real en los precios. El relato muere en el
instante en que se abre la billetera o el monedero.
Tampoco hay forma de negar el colapso del sistema
energético cuando cada noche, no importa si es verano o es invierno, hay
barrios enteros sufriendo cortes de electricidad, y la llama del fuego en la
hornalla es tan paupérrima que un fósforo calienta y alumbra más.
Ahora bien, al margen del frío número
inflacionario, se verá que desde el culto burgués hasta el más humilde obrero
pueden advertir que este no es el país que han soñado sus abuelos ni es tampoco
el que desean que hereden sus nietos.
Lo dijo la mismísima jefe de Estado cuando se
refirió en La Matanza al tema de la Justicia: “¿De qué sirve que te vaya
bien si salís a la calle y te matan en cualquier esquina?” El pez por
la boca muere, y Cristina mordió su propio anzuelo.
Algo no funciona como es debido en la Argentina
kirchnerista. Y ese “algo” está siendo percibido no sólo por el
bolsillo sino también por mente y corazón de los argentinos.
La pérdida de familiares, amigos, la impotencia de
los robos o el miedo cuando por la noche salen los chicos son situaciones que
van a comenzar a pesar a la hora de emitir el voto, tanto como lo hace el
bolsillo. A
su vez, se puede percibir también el creciente hartazgo frente a la
confrontación permanente, el atropello inútil y muchas veces grotesco..
Cristina está enojada y no consigue frenar sus
ínfulas guerreras cuando habla. Grita, critica y no propone nada. En
consecuencia, cansa. Cansa hasta a quienes no dejarán de asistir a los
recitales o espectáculos “gratuitos” montados en Tecnopolis o en Plaza de Mayo. Es
decir, está surgiendo el límite necesario para el uso y abuso de los ciudadanos.
Puede que se entre al juego que propone el gobierno, que se lo siga en sus
circos pero la gente está tendiendo a definir hasta adónde quiere jugar con
quien no sabe más que utilizar trampas para ganar.
Basta observar lo sucedido días atrás con la
elección en la facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Fueron
autos y combis del gobierno quienes trasladaron abogados desde Tribunales hasta
los claustros para que sufragaran, supuestamente a favor de La Cámpora. Sin
embargo, dentro del cuarto oscuro, la decisión fue preclara. La derrota oficialista
hizo mella dejando al descubierto que la manipulación de voluntades termina
cuando empiezan los propios derechos.
Desde luego que hay formas de encandilamiento que
en determinados sectores pueden causar efecto y en muchos casos, la opción por
el cambio se diluye a la hora de buscar alternativas válidas que encarrilen las
propias ansias. Una oposición débil aún hoy, favorece en gran medida al caudal
electoral de Cristina. Pero las alianzas se han de sellar en las
próximas horas y de haber primarias, quedará claro quienes encausan las
necesidades de la gente de manera más directa y práctica.
La Presidente seguirá pues enfadada, redoblará la
apuesta frente a cada derrota que toma como algo personal más que como un soplo
de lógica frente a lo irracional de creerse inmortal. Porque el “Cristina
eterna” sigue siendo la bandera que izan cada día desde Balcarce 50. Ni Abal
Medina ni Julio De Vido elevaron su voz a favor de la continuidad sin previo
guiño.
Ante esta realidad, ante esta ceguera, los límites
deben surgir con claridad extrema para evitar lo que ya ha sucedido en un
sinfín de oportunidades: léase, impedir que con la trampa y la
habilidad maquiavélica de los operadores kirchneristas saquen otro conejo de la
galera.
El asombro, la sorpresa, ya no justifican la
ingenuidad que representaría creer en la prédica de atril donde la mandataria
dice lo que suena bien, pero hace luego lo que conviene a su interés. En
sus últimas oratorias intentó incluso justificar su reforma judicial con la
necesidad de incrementar la seguridad. Otra argucia de bajá calaña, porque la
seguridad debe lograrla con políticas de Estado concretas, con reglamentación
de leyes básicas, y dejando de apañar a los delincuentes. Los derechos humanos
miopes y parciales de la jefe de Estado ya no engañan a nadie.
Que a los consejeros de la magistratura los elija
la gente no modifica un ápice la situación de inseguridad que se vive a diario
en el país. Que se limiten las cautelares tampoco coopera para que se salga a
la calle con la certeza de la vuelta. Palabras necias frente a
realidades insoslayables.
Cristina está nerviosa y lo estará aún más en breve
por la coherencia de la sentencia de Abraham Lincoln: “Se puede
engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no
se puede engañar a todos todo el tiempo“. Y diez años son ya un exceso.
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