Por Ignacio Fidanza |
La comunidad política –y una parte de la sociedad- corre por
estas horas detrás de la última incógnita grande de la elección de Octubre:
¿Sergio Massa será candidato? Se trata de una pregunta que como suele suceder
con las preguntas, encierra información mucho más interesante que las
eventuales respuestas.
Esa simple incógnita revela el inicio de lo que parece ser
un nuevo proceso de reacomodamiento del poder al interior del peronismo, que
comenzará oficialmente en el cierre de listas del próximo 22 de junio y se
extenderá hasta las elecciones presidenciales del 2015, cuando se defina el
próximo presidente argentino.
La inquietud por el futuro cercano de Massa es en rigor una
pregunta que se sitúa ahora, pero que mira aquel horizonte. Por eso es tan
gravitante. Lo que se empieza a discutir es el volumen de su potencial como
candidato a Presidente.
Y en ese sentido, Massa se ha convertido en el tercer hombre
del peronismo, detrás de los evidentes liderazgos de Cristina y Scioli, cada
uno con su impronta, pero ambos protagonistas ineludibles de la última década.
Y sobre todo, desde la muerte de Néstor Kirchner.
La primer pregunta obvia es: ¿Quién pierde y quien gana con
una candidatura de Massa en octubre? Una lectura apresurada podría determinar
que la gran derrotada sería Cristina Kirchner, porque hoy por hoy el intendente
de Tigre sería según todos los sondeos el ganador de esa elección.
Pero en política no todo lo que parece es. Es verdad que
Massa candidato tiene enormes chances de ganarle a la lista del Frente para la
Victoria en la provincia de Buenos Aires, pero también se impondría sobre
Francisco de Narváez, el candidato que eligió Scioli.
En ese caso, su triunfo no sólo lo pondría en carrera para
la presidencial, sino que además le quitaría a Scioli la posibilidad de
ubicarse el domingo a la noche del lado de los ganadores –en la guerra fría que
mantiene con la Casa Rosada-, ya sea que De Narváez se imponga o saque un digno
segundo puesto. Y ese es acaso el principal incentivo de Massa a competir en
octubre.
El primero que entendió esto es el propio Scioli que tiene
clarísimo que la pelea de futuro es con Massa y no con Cristina. Y el futuro ya
llegó.
Lo curioso es que los kirchneristas no hayan percibido la
enorme oportunidad que les deja servida en bandeja el intendente de Tigre, para
atenuar la inevitable pérdida de poder que comenzarán a sufrir después de
octubre.
Con la aventura de la reelección en declive, Massa les
ofrece la posibilidad de diversificar la oferta electoral al peronismo, es
decir, evita que Scioli se consolide como el candidato natural y se inicie una
procesión a La Plata que convierta a la Casa Rosada es una sede meramente
administrativa.
Es tan viejo como el divide y reinaras, eternamente
remixado, por esa persistencia de las verdades naturales. Sin embargo, el
núcleo duro del kirchnerismo se ha dedicado a hostigar a Massa al mismo tiempo
que libraban su guerra santa contra Scioli, con esa vocación que tienen por los
conflictos multidisciplinarios.
Lo notable es que a pesar de sus errores, el kirchnerismo
igual podría terminar beneficiándose de la irrupción de Massa. Juegue o no
juegue en las próximas elecciones, todo indica que su estrella presidencial
seguirá más o menos presente, pero presente al fin.
La elección de octubre es en rigor para este trío, el
escenario para dar la pelea por el peronismo. La gente que ve en Scioli y en
Massa a figuras presidenciales ya está mirando al 2015. O sea, que esta
elección no es y es determinante para la pelea de fondo. Son territorios
paralelos, pero que se retroalimentan.
Es decir que en este nuevo balance de poder que empieza a
configurar lo que se insinúa como el proceso de salida de poder del
kirchnerismo, Cristina podría aprovechar el regalo de contar con dos
presidenciables competitivos, para estirar hasta el final su apoyo a uno u
otro. Una manera bastante eficaz de conservar poder e iniciativa política.
La Presidenta ha demostrado que es una política muy hábil a
la hora de tener a todo el mundo bailando alrededor suyo, alternando sonrisas y
castigos. Acaso el ciclo que se inicia exija como nunca de esas habilidades.
Claro, se dirá que siempre hay lugar –al menos en el
kirchnerismo- para la fantasía ultra: Por ejemplo, sino sale la reelección,
podrían matar a Scioli y Massa, elegir un gobernador fiel como Urribarri o
Capitanich, adosarle el aparato político y comunicacional y ganar en el 2015.
Pero no suele deparar la política argentina grandes
sorpresas, salvo en situaciones de crisis límite como fue la del 2001. Los
candidatos son los que miden y en este caso no debería sorprender que el
próximo presidente surja de una lista corta, que por ahora incluye a Scioli,
Massa, Macri, Binner y De la Sota.
De ese universo los mejor posicionados en los sondeos son
Scioli y Massa, que además se disputan el voto peronista. Al ser una pelea que
por ahora asoma pareja, el apoyo de Cristina, que conserva un núcleo duro más
que interesante, se vuelve vital.
Es decir que acaso haya que empezar a acostumbrarse a seguir
–al menos en el peronismo- las alternativas de una minué de tres.
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