domingo, 2 de junio de 2013

Destituyenta

Ni los opositores lo castigan tanto como la Presidenta. Las jugadas electorales.

Por Alfredo Leuco
Nadie castiga más duramente a Daniel Scioli que Cristina Fernández. A esta altura del año, todavía no le giró un centavo. Intenta asfixiarlo económicamente pese a que todos los años aportaron más del 17% del dinero para pagarles a los docentes. Le grita en la cara para humillarlo y esmerilarlo institucionalmente. ¿Qué pretende? ¿Su objetivo es destituirlo, obligarlo a que pegue un portazo y renuncie? Ni los opositores como Francisco de Narváez, Margarita Stolbizer o Ricardo Alfonsín han sido tan feroces. Ni sus competidores internos como Julián Domínguez, Florencio Randazzo o la mismísima Alicia Kirchner se atrevieron a tanto.

Todos ellos son tan prudentes como el propio gobernador. Por estilo y porque leen las encuestas en donde la principal demanda es la de liderazgos integradores, que dejen de escupir odio y de dinamitar la convivencia nacional.

Sin embargo, Cristina va a fondo. ¿Cómo se explica que le dispare misiles al gobernador de la provincia en la que está urgida de ganar en octubre? ¿Cuál es el rédito político que piensa obtener? Scioli es el gobernador más votado de la historia de la provincia, junto a Sergio Massa está entre los de mayor imagen positiva y mantuvo una lealtad cristinista y cristiana: puso la otra mejilla frente a cada cachetazo. Ayer mismo, en Tandil, dijo “soy consecuente y no obsecuente”. Cuando Daniel Peralta, el gobernador de la cuna del kirchnerismo, le aconsejó que rompiera dijo que sólo “va a romper con la injusticia, las cocinas de paco y la inseguridad”. Néstor Kirchner eligió a Scioli como candidato en puestos claves en cinco ocasiones: desde vicepresidente hasta gobernador pasando por diputado testimonial. Entonces, la pregunta del millón regresa con mayor inquietud: ¿Por qué motivo Cristina se ensaña tanto? ¿Cuál es su ganancia? ¿Qué estrategia tiene en su cabeza? Se sabe que la Presidenta nunca lo quiso. Lo desprecia porque lo califica como un menemista gerente de las corporaciones. Está convencida de que los medios lo protegen por eso. No entiende lo básico de las relaciones humanas: difícilmente alguien ataque si no es atacado. Es que su rencor y su ira no le permiten ver lo evidente: si no tiene candidato taquillero en el distrito es sólo por culpa de ella. Si no han florecido mil flores, como quería Néstor, es porque Cristina pisotea todos los brotes. Reclama que la defiendan pero congela a cada ministro que se atreve a hacer alguna declaración que no sea una copia exacta de su pensamiento. Los tiene encadenados y cortitos. No hay cuadro político que crezca diciendo todo el tiempo “sí señora” y mucho menos si lo hace en la intimidad. Eso da suma cero. La prueba es que lo candidatos que mejor miden en todos los distritos tienen un solo denominador común y obvio: nivel de conocimiento. Nadie vota al que no conoce.

¿Cuál será el próximo paso de Scioli? Más de lo mismo. Agua y ajo. A aguantarse y a joderse. Diferenciarse en el estilo, hablar con todo el periodismo como hizo ayer, no pegarle latigazos a nadie y seguir apostando a la columna vertebral de la política argentina: el peronismo. ¿Qué pieza moverá Cristina? La dama y el apellido. Desde que los pingüinos desembarcaron en el poder, además de instalar una mina de  megacorrupción a cielo abierto, pusieron siempre el apellido Kirchner en las elecciones de la provincia donde se cocina el estofado. Cristina senadora en 2005, presidenta en 2007, Néstor testimonial en 2009, y otra vez Cristina como jefa de Estado en 2011. ¿Dejará sin ese apellido las boletas esta vez? Muchos creen que Ella bendecirá a la hermana Alicia y que se la cargará al hombro, tal como Lula hizo con Dilma. Otros, los más audaces, los que dicen que Cristina no tiene límites y siempre juega al borde del precipicio, insisten en que ella misma será la candidata. Que como buena altanera y omnipotente dirá: “Nadie me puede defender mejor que yo”. Que propondrá una suerte de plebiscito sobre su gestión: si quieren que siga, necesito que aumenten mi poder. Y de paso, abriría las puertas para el operativo clamor por la re-re y la eternización. Es una jugada de alto riesgo, casi suicida, al todo o nada. Pero es redoblar la apuesta como le gusta. ¿Se imaginan lo que pasaría institucionalmente si Cristina fuera derrotada en las urnas por De Narváez como ya ocurrió con Néstor y como no descarta ninguna encuesta seria? Sería el parto de un pato rengo precoz e inquietante. ¿Y si gana? Se queda a vivir en la Casa Rosada.

La Presidenta le exigió a Scioli que no la tratara de estúpida ni de idiota. Y le dijo que fue a poner la cara en las inundaciones de La Plata aunque ella no tenía nada que ver. Es lo mismo que decirle al gobernador que es un inútil y que ella le va a enseñar cómo se gobierna. Encima, Julio De Vido reparte humo, promesas, dinero y obras para el plan quinquenal a los gobernadores y a Scioli ni lo llaman. Sin que se le caiga la cara de vergüenza, el responsable del agujero negro energético y del colapso del transporte aseguró que la inversión será de 600 mil millones de pesos. Ampliación de infraestructura y de bóvedas.

Faltan apenas diez días para la hora de la primera verdad. El 12 de junio vence el plazo para inscribir las alianzas electorales. Las negociaciones se recalientan y el aire se llena de operaciones. Aumenta la densidad de mentiras por metro cuadrado pero es el momento de las definiciones. Es casi imposible que socialistas y radicales vayan juntos en Capital, Buenos Aires, Córdoba y Mendoza. Fracasarían si no pueden replicar el modelo Santa Fe. Si Roberto Lavagna no cierra con Macri en la ciudad, es probable que Graciela Ocaña le acerque su prestigio. Nadie garantiza que haya acuerdos, pero aflorarán ofertas generosas de último momento del peronismo a los macristas que acusan peso en la balanza: Baldassi, De Angeli, Del Sel.

¿Para qué lado patearán los intendentes que lidera Sergio Massa? ¿Se sumará De Mendiguren a alguna lista? Duhalde lo vio primero y Cristina lo desperdició como a la década. Las encuestas muestran que inflación, inseguridad y corrupción están en el podio de las preocupaciones ciudadanas. Justo las tres demandas que Cristina pretende atender recién ahora y con remedios mucho peores que la enfermedad.

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