Por Christian Sanz |
El discurso de Cristina Kirchner está plagado de citas vinculadas a la última dictadura militar. Luego de escucharla, pareciera que los problemas que hoy vive la Argentina surgieron inevitablemente de lo sucedido durante los años 70.
De la misma manera, la Presidenta gusta descalificar a sus
enemigos vinculándolos al violento gobierno de facto que vivió el país en esos
oscuros días.
Nadie puede negar que puntuales cuestiones, como la
desorbitante deuda externa o el terrorismo de Estado, han surgido y recrudecido
durante la última dictadura. Sin embargo, no todos los problemas que hoy
acucian a la Argentina tienen que ver con lo vivido entonces.
¿Qué gravitación podría tener lo acaecido hace más de 30 años con cuestiones como la inflación, la inseguridad o la corrupción, tópicos que hoy le quitan el sueño a gran parte de la ciudadanía?
Es bien cierto que el kirchnerismo ha logrado recomponer la
memoria al llevar a los represores ante los estrados judiciales, nadie deja de
dar mérito a ello. No obstante, eso no justifica todo lo demás: la corrupción y
el descalabro que vive la Argentina en estas horas.
Siquiera alcanza con la sobreactuación de Cristina Kirchner
en torno a su compromiso con los derechos humanos. ¿Acaso no fue ella junto a
su marido quienes hicieron fortuna gracias a la nefasta Circular 1.050 que
refrendó José Alfredo Martínez de Hoz?
La Presidenta olvida que, mientras muchos morían por sus
ideas, ella y su marido amasaban gran cantidad de dinero en Santa Cruz merced a
la más repudiable usura.
El fallecido Daniel Gatti lo cuenta mejor que nadie en la
biografía de los Kirchner que escribió hace poco más de diez años, El
amo del feudo: “Los descalabros provocados por la Circular 1.050, de
José Alfredo Martínez de Hoz, fueron aprovechados por Lupín (Néstor Kirchner)
para engrosar su patrimonio inmobiliario, aprovechando su posición en Finsud,
lo que le permitía comprar las deudas hipotecarias o hacer las ofertas en los
remates”.
Y continúa: “Esto fue así al extremo que su estudio se
asemejaba más a una inmobiliaria, hacia finales de la dictadura, que al
prestigioso estudio del que se ufanaría 20 años después, ante los medios
nacionales que le preguntaban, asombrados, por la gran cantidad de viviendas
que aparecieron en la declaración de bienes de su esposa (Cristina), presentada
ante el Senado”.
¿De qué pasado militante se ufana la mandataria en sus
discursos? ¿Cómo explicar hoy lo que no se hizo en su momento?
Es muy fácil despotricar en estos días contra la última
dictadura militar, cuando los represores de entonces ya no tienen poder ni
fuerza alguna. Lo valiente hubiera sido hacerlo cuando Videla, Massera y Agosti
manejaban con injustificable violencia los destinos del país.
Avanzar en discursos contra los militares mientras la
corrupción persiste en el gabinete oficial, es de una hipocresía pocas veces
vista. Solo comparable al silencio que Cristina mantiene en torno a los
desaparecidos fondos de Santa Cruz.
Es como cuando la jefa de Estado habla de pobreza y omite
mencionar que su patrimonio creció 3.540% en apenas 9 años. ¿Cómo lo logró? Aún
hoy nadie lo puede explicar.
Cristina reescribe su pasado, una y otra vez, pero los
registros de lo sucedido persisten en mantenerse en pie.
Como se dijo, es encomiable la labor que se ha hecho en
torno a los derechos humanos, pero ello no justifica todo lo demás. La sociedad
necesita claras respuestas a sus problemas cotidianos.
Se trata de explicaciones que, mal que le pese al
oficialismo, no se encuentra en manos de ningún represor de turno.
© mdz
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