domingo, 9 de diciembre de 2012

Errores y límites

Por Alfredo Leuco
La falta de sucesión desquició al poder. El peor momento de Cristina es mucho más profundo que haber caído en su propia trampa del globo pinchado del 7D. Eso desnudó que el voluntarismo infantil no alcanza para convertir los deseos en realidad. Y mucho menos para hacer una gestión eficiente. Además, es probable que más temprano que tarde, el juez Horacio Alfonso falle en contra del Grupo Clarín en el fondo de la cuestión y se multiplique la batalla de presentaciones, apelaciones y amparos que finalmente terminará en la Corte.

El verdadero cachetazo político que recibió el oficialismo vino de todo el Poder Judicial. Cristina y sus muchachos humillaron tanto, durante tanto tiempo y a tantos magistrados que lograron el milagro: por primera vez, jueces y fiscales de todo el país emitieron sendos documentos para poner el grito en el cielo. Allí básicamente, dijeron: no nos presionen más. Basta de mojarnos la oreja y de degradar nuestro rol institucional.

A esta altura del desplome de la imagen de la Presidenta es difícil encontrarle sólo una razón ideológica. La guerra popular y prolongada contra todo lo que se ponga adelante que propone Ernesto Laclau es menos grave, en términos prácticos, que los caprichos de Cristina resumidos en un dicho popular: no hay peor sordo que el que no quiere oír.

Por eso el Gobierno se llevó por delante la misma pared por segunda vez. Igual que durante la 125. No hubo aviso ni advertencia que fuera escuchada. Quienes se atrevieron a hacerlo, fueron acusados de cobardes, traidores o cómplices.

Aquel voto no positivo fue un límite que Julio Cobos y el Poder Legislativo le puso a la desmesura que nos hubiese llevado a graves encontronazos. Este freno de la Justicia evitó que llegara a la meta una carrera desbocada rumbo al precipicio. Frenó un magnicidio contra la Justicia, según Luis Alberto Romero.

En la pelea contra el campo, además de la derrota en el Congreso, el oficialismo perdió la pulseada en las calles con dos concentraciones masivas, en Rosario y en Palermo y también en las urnas. En el 2009, casi un recién llegado en términos históricos, como Francisco de Narváez derrotó a una boleta encabezada por Néstor y Daniel Scioli.

En esta ocasión, la participación de la gente hay que buscarla en los dos cacerolazos multitudinarios y en el paro de los trabajadores organizados. Falta comprobar si en las elecciones del año que viene, también se impondrá el voto castigo. Es muy probable, pero está por verse. La soja y Brasil le dan nuevas oportunidades todos los días a Cristina. Su gran problema es que necesita tomar por el único camino que se niega a tomar, el del sentido común.

El cristinismo se caracterizó por acusar de golpistas a todos los sectores que se atrevieron a expresar alguna disidencia. Faltaba meter a la Justicia en la misma bolsa y es lo que hicieron en estos últimos días. La estrella fue Carlos Kunkel. ¿Quién puede creer que la Corte es antidemocrática? ¿Cómo puede pensar que Ricardo Lorenzetti conspira para ser presidente y reemplazar a Cristina? El kirchnerismo no solamente inventa fantasmas con su visión conspirativa. Lo grave es que, además, se los cree. Es la misma Corte que Néstor Kirchner supo anotar en la columna de sus virtudes.

¿Alguien en su sano juicio puede sospechar de la honradez intelectual y ética de Carmen Argibay o Elena Highton de Nolasco? Sólo algún fanático fundamentalista puede poner en duda los pergaminos de ambas mujeres ejemplares de la Corte que tienen la misión de coordinar la Comisión Nacional de Protección de la Independencia Judicial. Los reclamos de los jueces y fiscales de todo el país, dejaron descolocado ante sus pares a Raúl Eugenio Zaffaroni porque negó que hubiera presiones, para él, sólo hay “alegatos de oreja”. Zaffaroni, además acompañó en el escenario al presidente Rafael Correa, uno de los mas feroces combatientes contra la libertad de prensa que fue premiado por lo contrario. Y como si esto fuera poco, a su lado estaba en posición de descanso Fernando Esteche, el comandante en jefe de Quebracho, sentenciado a tres años y ocho meses de prisión e integrante del grupo de voceros de Irán en estas pampas. Zaffaroni demuestra que tiene más ganas de ser militante que juez. Debería darse el gusto. Ni hablar del ventilador encendido por Hebe de Bonafini, quien comparó a estos jueces “con los asesinos de la dictadura” y les vaticinó “el mismo banquillo de los acusados”. Vale recordar que el kirchnerismo gobierna desde hace casi una década.

Nadie podría acusar a Humberto Tumini de integrar la derecha corporativa. Es jefe de Libres del Sur y fue integrante del Ejército Revolucionario del Pueblo. El resumen que hizo de estos días fue contundente: “El Gobierno piensa en una República con dos poderes… y manejados por ellos”. Miguel Bonasso, ex integrante de Montoneros y de la línea fundadora del kirchnerismo en el Grupo Calafate escribió en su blog que “las palabras desnudan la verdadera ideología. Uno puede andar por la vida disfrazado de progre, pero en algún momento el lenguaje lo traiciona y deja entrever el fascista, el arribista que lleva adentro. En las últimas horas hemos visto cumplirse este aforismo con rigurosidad matemática”. Bonasso utilizó esta introducción para cuestionar a la Presidenta por llamar “buitres y caranchos a los jubilados”, a Correa por “haber agraviado la memoria de los mártires de la AMIA” y en general a un gobierno que utiliza como escudo el siguiente concepto: “No nos critiquen porque viene la derecha”.

El diputado Eduardo Amadeo utilizó la figura tenebrosa de Fujimori para tratar de explicar esa amenaza. Alberto Fujimori hoy está preso por delitos de lesa humanidad y corrupción, pero como presidente de Perú sepultó la democracia desde el poder. El fujimorazo clausuró violentamente el Congreso, intervino la Justicia, tomó por la fuerza varios medios de comunicación, persiguió ferozmente a los opositores y, finalmente, dio un autogolpe. Deberíamos rogar que Eduardo Amadeo se equivoque. Que sólo haya sido una exageración producto de la calentura del debate. Porque si Amadeo tiene razón, a los argentinos nos esperan días turbulentos. La negación de la realidad produce ceguera. Y la prepotencia de Estado, resistencia.

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