sábado, 27 de octubre de 2012

Foco anti re-re

Por Roberto García
Por suerte para ellos, Mauricio Macri y Hugo Moyano no tendrán el desenlace trágico del poeta Rilke (Rainer Maria), quien murió por tocar una rosa. Más precisamente, la espina de una rosa. Así cuenta la leyenda lírica, aunque otros le atribuyen el fin a la vulgar leucemia. Pero el  ingeniero y el sindicalista que esta semana intercambiaron una rosa blanca sin ninguna prevención sanitaria –a las que al menos podría recurrir cualquier informado lector de los versos del checo–, en todo caso se preocuparon por exhibir una concordia política casi revulsiva para el oficialismo, iniciativa que además comparten con un genérico frente cívico sin nombre que incluye a otros dirigentes del peronismo. No necesitan bautismo, interesa más la fotografía, tanto para propios como para enemigos.

Hay que sumar en la conveniencia al candidato presidencial José Manuel de la Sota, al gobernador Daniel Scioli, al intendente Sergio Massa y al politizado empresario Francisco de Narváez. Siguen los nombres. Gente que, en principio, comparte un mismo criterio sobre lo que no quiere (la re-reelección de Cristina Kirchner, por ejemplo) más que coincidencias sobre lo que verdaderamente quiere. Característica humana bastante común, casi siempre relacionada con las actitudes que provoca un antagonista, alguien que se ubica enfrente, hostil.

Van juntos entonces contra la pretensión onírica de Cristina Eterna. Saben o intuyen que, al decir de ciertas formaciones cercanas al Gobierno (de la hoy declinante La Cámpora, con parcial jibarización de algunos jefes –caso José Ottavis–, al promovido sucedáneo Unidos y Organizados), el acontecimiento del 7D contra Clarín es apenas una pelea de semifondo, ya que el combate por el título nacional será el año próximo con el intento de continuidad cristinista; si el escrutinio ayuda y los precios –no de la canasta familiar– se mantienen.

Obvio: se une el contingente debido a que la permanencia sine die de la señora Fernández en el cargo inhabilitaría cualquier otro sueño presidencial, inherente hoy a estos defensores de la Constitución. Salvo de Narváez, que no puede aspirar al cargo por su origen extranjero. De ahí que trate de imponer, para no devaluarse como un par relevante, que sus potenciales asociados en la causa guarden por el momento la exigencia de ser candidato. No lo consigue con De la Sota, el más activo hoy en primerear en la campaña (hizo entre seis y ocho actos de entretenimiento cordobés en todo el país, y estrena en Capital el 2 de diciembre).

La implícita unidad persiste a pesar de los atajos; siguen pegados por la expectativa de la manifestación popular contra la re-re del  próximo 8N, en la que no serán protagonistas a pesar de que tal vez contribuyan a la movilización. Tan curiosa esa adhesión sin presentarse a la convocatoria –ninguno quiere atravesar la rechazada intrepidez de Elisa Carrió cuando quiso subirse al palco de la protesta del campo en 2008– como la singular situación de Cristina. Este frente le imputa (hay que incluir también a radicales y socialistas) la vocación perpetua de gobierno justo cuando más circulan versiones sobre una presunta pérdida de voluntad para encabezar otro ciclo, sea por cuestiones de salud, dificultades para dormir, quejas por dolores musculares, complicaciones familiares, desavenencias de sus funcionarios (lo que ha transformado su carácter en más irascible), hartazgo e impotencia frente a la sucesión de problemas, en su mayoría generados por su propia gestión más que en la morbosa autoría de corpos destituyentes, según le soplan los organismos dedicados a vender miedo para sobrevivir.

El foco contra la re-re no se detiene en la política. Aparece en otros sectores, por ejemplo la Unión Industrial Argentina. Si bien su titular, José Ignacio de Mendiguren, puede invocar lo que otras gestiones no consiguieron (la deseada nueva ley de ART), ese premio no le alcanzaría para hacerse reelegir en el instituto, a pesar del impulso, la venia y cierta complicidad del Gobierno. Más que objeciones personales, los distintos grupos empresariales se han dispuesto a mantener la alternancia comprometida hace años entre sus miembros y, a pesar de las tentaciones, rechazar un cambio institucional. Incluso, a pesar de que no disponen –como en la Corte Suprema, casi con un único y
repetido titular, Ricardo Lorenzetti, debido a incapacidades o limitaciones de los otros magistrados– de postulantes para suceder a De Mendiguren. Tanto que hasta han imaginado alternativas como la invitación a una figura profesional (como Daniel Funes de Rioja en la cámara de alimentos) o un empresario notorio ajeno a la política de la UIA (como Arturo Acevedo). Pero la rueda gira sobre los clásicos que avalarán Techint y Arcor, de Cristiano Rattazzi a Miguel Acevedo, del joven José Urtubey –hermano del gobernador salteño– al veterano Héctor Méndez. No abundan otros y, en rigor, estos hombres exhiben condicionamientos de sus propias empresas y, además, pueden padecer la ofensiva declarada del “exprópiese” Guillermo Moreno, verdugo de cualquier aspirante que no sea De Mendiguren. Aun así, la voluntad de los industriales resiste: si no vamos a apoyar propuestas de re-reelección presidencial, tampoco podemos ejercer ese privilegio en nuestra casa.

Pero esa elección no constituye una urgencia, más bien los empresarios se distraen hoy por peripecias de colegas, especialmente por un par de eminentes “boligarcas” (denominación que le cabe al grupo de amigos bendecidos por el Gobierno, tipo Lázaro Báez, posible candidato a gobernador en Santa Cruz) como los hermanos Cirigliano y el zar del juego, Cristóbal López. El fallo que procesó a los Cirigliano, Jaime y Schiavi y se olvidó de otros funcionarios parece preocupar a varios (si los frenos no fallaron, ¿cómo el maquinista quedó exculpado?, se preguntan), inquietud que tampoco se desvanece por el hecho de que no los hayan enviado a prisión como parecía descontarse. Ingresaron los hermanos al capítulo apartado que también integra la familia Eskenazi y, si bien se reconocen tangentes aleatorias, sorprende que gente tan vinculada a la Administración haya quedado desguarnecida.

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