Por José Ángel Di Mauro
Los entusiastas que el 11 de julio pasado ya hacían cuentas para ver si la oposición podía prolongar inmediatamente la espectacular victoria lograda el día anterior en el Senado, hoy sienten que hubo una oportunidad perdida. La realidad es que semejante ilusión pecaba cuanto menos de exagerada. Los tiempos legislativos no son tan vertiginosos como el entusiasmo sugiere; ni las voluntades se mueven conforme el deseo de un puñado. Y el oficialismo -cualquiera que sea, tenga el número que tenga- es el que en definitiva conserva siempre cierta ventaja.
Se especuló esos días con la posibilidad de impulsar al menos una sesión antes del receso de invierno, pero la oportunidad era la semana siguiente, y había muchos legisladores más preocupados por cerrar las listas en la provincia de Buenos Aires que de reunirse esa semana para avanzar con financiamiento universitario y la emergencia pediátrica. La semana posterior arrancaba el receso de invierno y, si bien nada impide que se pueda sesionar en esos días, el sentido común dice que eso es imposible.
El oficialismo es el dueño de la lapicera y también de los tiempos, salvo las veces que -cada vez más seguido- la oposición se apodera de la agenda. De hecho, es lo que sucedió esta semana, para llamar a una sesión para este miércoles que todo indica tendrá quórum y se espera que le saque sarpullidos al oficialismo. Pero sobre los vetos, que es lo que a priori despierta mayor expectativa, por ahora nada.
Porque en esa materia le tocaba ahora jugar al oficialismo, y manejó los tiempos al estilo Riquelme. Como el otrora ídolo xeneize -devenido a cuestionado presidente del club-, se llevó la pelota hasta un rincón de la cancha donde se dedicó a dejar pasar el tiempo con la certeza de que el balón no se lo sacaban. En efecto, los libertarios no tienen hoy capacidad para patear al arco, pero sí al menos hacer tiempo; y fue lo que hicieron con las leyes aprobadas el 10 de diciembre.
Con el argumento de que muchos proyectos se habían despachado ese día y eso conlleva tiempo para cumplir los trámites burocráticos, los textos pasaron a Diputados, donde luego de unos días se dio curso a las comisiones que deberán tratar los dos impulsados por los gobernadores, en tanto que las flamantes leyes volvieron a la Cámara alta que, tras otros días más, los comunicó al Poder Ejecutivo para que los promulgara. O no, que es lo que todos sabían que sucedería.
Y sucedió el lunes último, cumplidos los diez días reglamentarios para vetar, como ya se ha hecho estilo del presidente. El veto completo salió publicado el lunes a primera hora y los ansiosos volvieron a alentar la posibilidad de una rápida resolución final -a suerte y verdad- en el recinto de Diputados, donde el Gobierno sí tiene chances de frenar algo. Pero los tiempos no son tan rápidos, pues el decreto que acaba de conocerse este lunes primero debe pasar por las comisiones respectivas de la cámara iniciadora, para definir su tratamiento en el recinto.
Que haya que emitir un dictamen no implica que vaya a poder modificarse algo del texto, pero que sí se ordenará el debate posterior. En este caso puntual, por ejemplo, se determinará de qué manera tratarán -o mejor dicho, votarán- los textos en el recinto. Porque por una cuestión de economía de recursos el Gobierno decidió emitir un solo decreto englobando las tres leyes vetadas. Dicho sea de paso, que haya habido un solo decreto no implica que no haya habido tres vetos. Que es lo que recordará la historia, donde ya cuenta que Javier Milei lleva firmados seis y no cuatro vetos presidenciales.
En el plenario correspondiente se determinará de qué manera se votarán, de manera separada, las tres leyes aprobadas el 10 de julio. Recién entonces estarán todo dispuesto para el debate definitivo.
Que será cuando deba ser y no antes, confirmaron a este medio fuentes opositoras que diseñan dificultosamente el esquema de tratamiento de los vetos. Siempre se supo que no sería esta semana, pues para debatirlo en el recinto necesitaría habilitar la discusión con una mayoría especial. Demasiado esfuerzo para algo que quisieran tener ya resuelto, pero saben que deberán tener paciencia.
Porque a diferencia del Ejecutivo, que tiene 10 días hábiles para vetar, las cámaras no tienen tiempo para tratar un veto. Así las cosas, la oposición podría manejar los tiempos, incluso para llevar el debate a las vísperas de las elecciones, si tuvieran garantías de que valiera la pena y tuviesen entonces quórum.
El Gobierno se muestra distendido en la materia, y asegura a quienes preguntan que tienen los votos para sostener los vetos. Dependen de los gobernadores, y los números se habrían aclarado en los últimos días de modo tal de alentar el optimismo presidencial. Pero en esta materia nada es definitivo. La oposición -o al menos una parte de ella- trabaja con la hipótesis de dos sesiones: una será este miércoles 6 de agosto -que está claro al final que no irá a Diputados el jefe de Gabinete, como se había echado a circular antes del receso-, con el debate sobre universidades, Garrahan, rechazo al veto de Bahía Blanca y emplazamiento a José Luis Espert para que permita reunir a su comisión para tratar ATN y Combustibles (los proyectos de los gobernadores que ya tienen media sanción del Senado). También se tratarán este miércoles una serie de decretos.
¿Y los vetos? La siguiente sesión sería el miércoles 20 de agosto. Una fecha prudencial, distanciada de forma tal que la próxima semana puedan tener dictamen los proyectos de los gobernadores y se los pueda llevar al recinto el 20 de agosto. Eso podría favorecer que estuviera garantizado el quórum para esa sesión en la que tal vez podrían incluirse los vetos. Pero eso no es seguro; vuelteras, las fuentes legislativas consultadas dicen que en principio los vetos no están en esas dos sesiones.
Tampoco es que no vaya a suceder. La realidad es que la oposición no quiere gastar esa bala de plata, arriesgándose a ir al recinto a perder. Si no hay certeza o aproximación a que los números estarán, prefieren dilatar los tiempos. Confían también los opositores en que el cierre de listas podría obrar a favor de que los que están en duda puedan votar contra el Gobierno. Un tendal de heridos es el sueño húmedo de los opositores más encendidos y activos a la hora de proceder.
Como sea, la espera con los vetos no será eterna, pues saben que tienen que votarse sí o sí antes del 10 de diciembre. Pues a partir de la renovación legislativa, el oficialismo tendrá, casi casi, el tercio de diputados que ansía para blindar todos sus vetos.
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