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Por Carlos Ares (*) |
Ya que la tengo, por qué no usarla. ¡Hola, inicia la conversación!, dijo. Me sentí en terapia con Rolón hablando como Montaner. ¿Necesito otra?, pregunté. Hummm, dudó. ¿Cuál es el problema? La de fábrica funciona bien, no la fuerces intentando comprender todo. ¿Qué hago entonces? Usa la artificial para las boludeces, pero si vas a pensar por vos mismo confía solo en esta. Tampoco es que seas la versión premium, dije. No, pero la original se basa en la conciencia, no te va a mentir ni a manipular. Disfruta de la MIA, tu Modesta Inteligencia Auténtica.
En el bar, mirando nada por la ventana, reaccioné. ¿Qué pasa?, digo. Necesito más información, pide. Después de tantos años recurro a vos como si te acabaras de actualizar. Es natural, dijo, una vez formateadas en el sistema básico, familia, barrio, colegios, parejas, la mayoría continúa su vida sin preocuparse demasiado por la influencia que tienen los cambios en el tiempo que les toca. Hasta que un día, como te sucede hoy a ti, te preguntas, me preguntas, ¿era esto?
¿Sería como poner en hora un reloj vital que se retrasa? No está mal, por ser tú no está nada mal la sospecha que recoge esa pregunta. Se oía de fondo su risita ahogada. Me irrita que hables como si fueras un dibujito animado producido en Miami, dije. Sos de acá, te criaste conmigo; sí, no me banco a Montaner cantando La gloria de Dios, imaginate el dolor de huevos que me agarra cuando hablás como él. Quedamos en silencio.
¿Y ahora, qué, chabón?, preguntó. Volví de la ventana. Nada, ¿por? Estábamos para un café largo, sincero, íntimo, confesional, ¿adónde fuimos a parar? Reconocí su estrategia. Pica en la memoria. ¿Acaso todo fue inútil? Rasca un poco en el presente. ¿Arrugás por temor al brote de los fanáticos que descargan sus mierdas en las cloacas sociales? Hasta que saca sangre. ¿Te asustan giles tipo el Gordo Dan? Me vio la cara. Calmate, dijo, contame.
¿Qué contar que no sepas? Cristina Kirchner, condenada después de un juicio en el que fue defendida por una ristra de chorizos que cobran fortunas, con todas las garantías para rebatir las pruebas presentadas en su contra, sin objeciones de procedimiento según la cámara de apelaciones que ratificó la sentencia, reaparece sin hacerse cargo de nada, sin mencionar siquiera los delitos cometidos por su títere, Alberto Fernández, como el abuso a su mujer. ¿Qué sentido tiene hacer otros nombres, Lázaro Baéz, De Vido, Boudou, Ricardo Jaime, insistir en aquello que ya fue dicho, comprobado, escuchado, leído, padecido o sufrido en propio cuerpo durante tantos años?
El ejemplo es transparente, ¿no? Sí, dijo, está todo a la vista. La deliberada demora de la Corte Suprema que le permite ser candidata, tener fueros, evitar la cárcel. El interés del Gobierno, impedir el ascenso de alguno sin prontuario para liderar la oposición. El del peronismo, callar sobre Insfrán en Formosa, Espinoza en La Matanza, retomar los favores mutuos, Vila-Massa, proteger a todos los que viven siempre de carguitos públicos, Parrilli, Rossi, Moreau,Valdez, renovar la transa con los dirigentes sindicales. reciclar la estructura montada desde hace, ¿cuánto?
Es muy difícil rehabilitarse de una adicción así. Son consumos fuertes de guita regalada, negocios con empresarios cómplices, discursos que invisten de importantes a delincuentes, impresentables, mediocres como Massa o Santilli, tipos a los que nadie daría bola. En campaña la regalan cortada en relatos. ¿Qué te va a hacer un toque más, no? Tomá, olvidá el dolor, la miseria, el tendal de muertos en vida que dejaste, los crímenes que te atormentan.
Iba a seguir, cuando algún recuerdo la conmovió. Se te enfría el café, dije, como para sacarla de ahí. Pensaba en Milei, ¿cuándo le entramos?, preguntó. Cuando quieras, dije, con la tacita humeante en el aire. A ese ya le registré tantas infamias, mentiras, contradicciones, que no me dura un round. Mirá que por ahí viene con Fantino, dijo, a dar una clase magistral.
Exploté de risa. Me bañé en café.
(*) Escritor y periodista
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