lunes, 19 de febrero de 2024

Un místico en la Rosada

 Por Roberto García

Sostiene Fraga que Javier Milei debe ser el único presidente argentino que, al revés de sus predecesores, en lugar de referirse como guía personal a próceres locales –San Martín, Sarmiento o Rosas, según los gustos–, retrocede en el tiempo y elige un modelo diferente: a Moisés, el libertador de una parte del pueblo judío. Quizás por la hazaña de buscar una “tierra prometida” tras la larga marcha por el desierto, la apertura de las aguas y la liquidación de miles propios que idolatraban al becerro de oro. Esos muertos descreían de Dios, única y exclusiva fuente para el mandatario, misma inclinación monoteísta y excluyente que lo asocia con su origen católico, de ahí su postración ante el Papa. 

Ese servicio doble, religioso, podría compararse en términos políticos –vulgar, puerilmente– al que esta semana emprenderá con un enviado demócrata del presidente Biden a Buenos Aires, el poderoso secretario de Estado Antony Blinken y, luego, en un viaje meteórico y en avión comercial, a una convención del extinto “tea party” en Washington para compartir auditorio y quizás fotografías con el republicano Donald Trump: para Milei ambos son los Estados Unidos.

Agrega el historiador Rosendo Fraga, como el personaje de Tabucchi, que tampoco en la Casa Rosada nunca hubo un ocupante con la vocación espiritual, mística, que hoy revela Milei. Menos en las últimas cuatro décadas de democracia. Milei debe admirar inclusive la leyenda porfiada de Moisés, de hacer, romper y volver a hacer las tablas bajo la orden divina, trepar un par de veces al monte Sinaí con más de 100 años de edad, apenas luego que empezara su vida mística y muriera a los 120 sin conocerse el vademécum energizante o suero milagroso de la fe que le prolongara tanto la vida, un poco antes de que naciera Jesús en Belén.

Milei recoge de Moisés aquel carácter tozudo, creyente y belicoso, se advertirá esta semana. No por la llegada diplomática de Blinken, también vendedor de armas: sería bueno una explicación sobre la necesidad del gasto en la compra de los aviones caza y, en particular, del costo de su mantenimiento y la construcción de la pista con uno de los proveedores habituales. Se preocupa el visitante ante el avance chino en el Sur, para controlar y observar esa presencia en la cercanía del Estrecho de Magallanes, hoy constituido en un punto estratégico por las acechanzas de otros pasos oceánicos del mundo que afectan la actividad comercial. Tampoco el rasgo empecinado presidencial se notará en su aterrizaje en la convención conservadora: allí solo mostrará su alineación con un proyecto antiizquierdista piloteado por Trump y que inscribe hoy a varios líderes en el mundo. Y en el que aparecen émulos por todas partes: tanto en Chile como en Uruguay ya se formaron partidos en la orientación mileísta. Lástima que Milei no priorice volar también a Brasil, España u otros compradores de productos argentinos.

Antes de estos acontecimientos, si transformara el mandatario la obstinación en virtud al pronunciarse por la supresión de fondos fiduciarios –del más de un centenar en vigencia– que son burbujas o globos aerostáticos sospechados de corrupción o manejo discrecional a los que habrá de pinchar en 48 horas. Un festival de decretos para voltear otros decretos arbitrarios con un presunto adicional: aparte de señalar la poda de privilegios y dinero a la casta, tal vez Milei no solo describa la mecánica del hurto, sino también quienes lo protagonizan. Parte de la “casta”, como bien podría señalar Moisés. Dicen que es costumbre, en los interrogatorios policiales, la premura por reclamar nombres, “queremos nombres”, insisten los investigadores ante el acusado. En este caso, parece, el Presidente no solo hará anuncios generales sino que hasta mencionará con nombres y apellidos a los beneficiarios de estos fondos preferenciales. Incluyendo algunos miembros del llamado “círculo rojo”. Falta poco para ver.

Junto a esta aparición pública de Milei –y el ahorro probable de miles de millones de dólares del Presupuesto– pueden acompañarse otros proyectos que no solo están en pectore: una reforma laboral, la inmersión en los fondos de las obras sociales, cuya sola mención ya provocó un paro sindical y anticipan otro. Más batallas para un Moisés –también venerado como legislador– que modificó su táctica de convertir en ley un proyecto ómnibus a cambio de aprobar algunos de sus contenidos en forma separada desde el lº de marzo, en el comienzo de las sesiones ordinarias. Más lento, claro, el proceso de aprobación. Pero más viable, quizás.

Un trayecto contrario a lo que demanda Milei, vértigo para enfrentar la carestía que impuso su política de ajuste, comprendida en la cabeza de los votantes pero sufrida en todos los cuerpos de la comunidad. Lo advirtió con más nitidez Carlos Rodríguez en diez minutos de exposición que las 33 páginas de Cristina Fernández de Kirchner (señora ahorrativa que, ahora, viaja su lugar en el mundo en auto, prescindiendo de las alternativas aéreas que antes le obsequiaba el Estado). Enumeró Rodríguez una serie de provisioridades en los dos meses pasados y quizás a repetirse en los venideros. Como si solo fueran espejismos en el desierto de Moisés, la progresiva vuelta al “uno a uno” de Domingo Cavallo, induciendo a que cambien ahorros en dólares los que tienen y apelen al misterio de la salvación los que en su mayoría no tienen. Será difícil, además, que los productores agropecuarios liquiden con un dólar a 800 la próxima cosecha que, además, no será récord. Menos en precios. Panorama incierto con la inflación, aún, de “brotes verdes” ni hablar y se torna imprescindible un aporte nuevo del FMI no menor a diez mil millones de dólares. Quizás haya pista para ese aterrizaje por el celular abierto entre Milei y la Casa Blanca. También, habrá que incorporar al panteón del libertario a Robert Mundell, el Nobel conocido como el “padre del euro”, pregón del tipo de cambio fijo al que se avanza y admirado bon vivant.

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