martes, 30 de mayo de 2023

Un juglar se ha colado en palacio

A propósito del Nobel a Dylan


 Bob Dylan

Por Renato Salas Peña (*)

Desde los aedos, pasando por los rapsodas de la talla de Homero o Hesíodo, y adentrándonos en la lírica pura de Safos, Píndaros o Anacreontes, siempre pulsando una lira que marque ritmo a sus palabras, la Literatura de una u otra forma ha venido empaquetada desde su nacimiento oral con la música. 

Ya en el Medioevo, los cantantes de gestas de forma anónima y popular a ritmo de concierto chichero se ganaban el pan co(a)ntando hazañas alucinadas a ese pueblo ávido de héroes que nos rescatan de las lenguas de fuego de dragones que aun existen. Los religiosos escribas veían perder su empleo cuando Gutenberg años antes o después de 1450 inicia las primeras impresiones que marcan ese cambio verdadero en la historia de los libros, y por ende, en la historia de la Literatura.

Hoy que la Academia decidió premiar a Bob Dylan con el Nobel 2016, los fuegos se han encendido y las encuestas (revisando el diario El País) arrojan un 56% en contra (mi voto no lo cuento), e imagino que esta cifra irá en aumento, y también irá en aumento los que se animen a poner su grano de papel en contra o en apoyo del poeta, o del músico o al revés.

Robert Allen Zimmerman (Bob Dylan) nació hace casi 80 años y es a partir de los años 60 que alcanza notoriedad con su música envuelta en la contracultura donde la onda social, política, filosófica que se vive en esos años lo catapulta a la fama, claro, una fama que felizmente él sabe llevar a través del resto del S.XX y lo que vamos del XXI sin perder esa esencia que necesitan los verdaderos artistas para sobrevivir al olvido. La discografía de Dylan es verdaderamente hiperbólica y para ser sinceros desconocida (quien tire la primera piedra al que ha oído todo Dylan). Más de 40 discos que son llevados en esa gira interminable que ya terminó, y que hacen de Dylan uno de los artistas más premiados en la historia de su país (Pulitzer, Orden de la Artes y de las Letras, Príncipe de Asturias).

Entonces en dónde están los libros que hicieron ganar a Bob Dylan, la Academia dictaminó: “que el haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción estadounidense” valía lo suficiente para otorgarle el arañado galardón. Y nadie pone en tela de juicio que “la respuesta, amigo mío, está en el viento” que toda la carga poética de las canciones compuestas por Dylan son más que indiscutibles, y sin temor a equivocarme, superiores (a muchos Nobeles recibidos) si es que las sacamos de su pentagrama y las dejamos calatas impresas en la pálida hoja aseguro que también tendrían, casi, la misma fuerza.

Dylan escribió tan solo dos libros: Tarántula, una suerte de poemario muy beat que se pasea por el verso y la prosa, pero principalmente por lo oníricamente artificial de la época y Crónicas, una autobiografía con todo el poder de la sinceridad. Ambos, es definitivo, que no le hubieran dado la oportunidad ni de una mención honrosa en los Florales de su escuela, pero queda claro que el premio no se lo otorgan por estas creaciones.

Dylan escribía cantando: “Las canciones son justamente pensamientos. Por un momento paran el tiempo”. Y de eso se trata, las obras en cualquier género son pensamientos y paran el tiempo. Lo hizo Homero en la Iliada, el anónimo de los Nibelungos, Dante con su Comedia, Shakespeare con Otelo, Cervantes con su Quijote, Moliere con el Tartufo, Poe y El cuervo, Dostoievsky con su Idiota, Hemingway en su Fiesta, y ninguno se llevó un premio a casa (salvo el último citado). Y Dylan lo sabe, tal vez por eso que fue hasta hoy que decidió contestar las llamadas de la Academia y este 10 de diciembre sí asista a la entrega del Premio. Total, él sabe que: “Todavía no he escrito nada que me haga dejar de escribir. No he llegado al lugar al que llegó Rimbaud cuando decidió dejar de escribir y se fue a vender armas a África”, él lo sabe, y tal vez en este momento esté votando en su contra, y no tome en serio a los que no lo toman en serio, y se quede en casa o tal vez salga a un escenario a actuar y la gente le responda de inmediato, esa siempre será su venganza.

(Ciudad de Palomino)

(*) Lima-Perú 1971 - Docente universitario, Licenciado en Educación con especialidad en Lengua y Literatura, asimismo llevó una Maestría en Docencia a Nivel Superior y Gestión Educativa y actualmente un Doctorado en Humanidades.

© Agensur.info

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