sábado, 1 de abril de 2023

Cristina sin Macri, Macri sin Cristina


Por Sergio Suppo

La política argentina ingresó en un ciclo nuevo, aunque todavía nada es definitivo. Las decisiones de Cristina Kirchner y Mauricio Macri de no ser candidatos presidenciales expresan más una oportunidad para otros que un desenlace sin retorno.

Más por obligación que por deseo, los protagonistas antagónicos de los dos grandes conglomerados políticos del país eligieron adecuar sus respectivos roles a una realidad que los condiciona y limita.

Los pasos al costado de Cristina Kirchner y Mauricio Macri suponen en primer lugar lo más básico: ellos ya no controlan la forma y el lugar que tendrán en el nuevo esquema de poder una vez que haya terminado lo que apenas está por empezar. En lo que resta del año se completará la selección de un nuevo presidente y quedará dibujado el nuevo mapa político de la Argentina.

Las comparaciones entre ambos líderes se agotan en el anuncio de su ausencia en la competencia más importante del año. El camino hacia esa coincidencia, la de no ser candidatos presidenciales, es diferente según se trate de Cristina Kirchner o de Macri.

En el caso de la vicepresidenta, todavía no resuelve si buscará obtener fueros parlamentarios que eviten el cumplimiento efectivo de una por ahora lejana sentencia firme de la condena que ya tiene. Cuenta con una buena excusa para estar en las boletas: su nombre en la competencia de la provincia de Buenos Aires sumaría más votos para amortiguar el peso de una derrota nacional. Aunque es por lo menos discutible que desde ese lugar logre cumplir el objetivo de que el kirchnerismo retenga el gobierno bonaerense.

Aunque haya hecho de su falsa proscripción el eje discursivo esencial de su sector, Cristina tiene un problema aún mayor en términos de liderazgo político que su cada vez más precaria situación frente a los juicios por corrupción.

Ese drama es el desmoronamiento del gobierno que creó y las consecuencias sociales devastadoras que provocaron cuatro años de inacción, acrecentando los graves y añejos problemas económicos de la Argentina.

Las expectativas que generaba Cristina se borraron en amplios sectores del electorado y la presidencia de Alberto Fernández agotó gran parte del crédito necesario para ganar una elección presidencial. El kirchnerismo puede aspirar hoy a no perder por mucho y a tratar de salvar lo posible de un naufragio inevitable.

La jefatura de Cristina se va apagando sin que surja en el peronismo nadie que venga a desplazarla. Algo así ocurrió cuando su esposo, Néstor Kirchner, llegó a la presidencia y desde ese lugar sepultó para siempre la vieja conducción de Carlos Menem, caído desde antes por el trágico final en otras manos de su gran arma, la convertibilidad.

En estas horas que presagian derrotas nadie ve llegar un nuevo jefe en el peronismo; como tampoco nadie pudo predecir el ascenso del matrimonio Kirchner 20 largos años atrás.

Murieron, en el camino, las ilusiones de Cristina de zafar de las causas judiciales, la idea de reinar a través de otros dirigentes y de habilitar una nueva generación política que la suceda sin dejar de venerarla. La viuda de Kirchner está cada vez más complicada en tribunales, fracasó con estrépito al ubicar en su lugar a Alberto Fernández y no hay ningún dirigente de La Cámpora que sea aceptado, empezando por su hijo. ¿Axel Kicillof zafa de esa regla? En el futuro dependerá más de él mismo que de su jefa.

Meses después del desencajado aviso de Cristina de que no sería candidata por autopercibirse proscripta, Macri comunicó que eligió derrotar su ego personal y no persistir en su empeño de ser rehabilitado por los votantes luego de haber perdido una elección siendo presidente. Es la confirmación de que la polarización entre kirchneristas y cambiemitas ya no se canalizará por intermedio de ambos nombres. En esa conclusión tan básica habitan la hipótesis de otro escenario y la eventual construcción de un nuevo liderazgo, si se hace lugar a los antecedentes históricos de un país habituado a unir en una misma persona una jefatura totalizadora con la presidencia.

Cristina y su gente se quejan de Fernández porque supuestamente no les hace caso. La jefatura de Macri en Juntos por el Cambio fue desafiada por varios de sus propios subordinados no bien dejó la Casa Rosada, al extremo de que al menos dos, Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, empezaron a construir por su cuenta un camino hacia la presidencia. En ese recorrido, superaron en intención de voto a Macri al momento en el que el expresidente anunció que no competirá para reservarse el papel de jefe ideológico y rector político del espacio opositor.

En las horas posteriores al anuncio, Macri recibió el reconocimiento de Juntos por el Cambio, la mayoría de cuyos dirigentes sintieron el alivio de no tener que desandar el camino de una competencia interna que está en marcha. El expresidente estrenará un papel infrecuente en la Argentina, a mitad de camino del rol institucional que tienen los exmandatarios norteamericanos y la influencia política que mantienen algunos de los que ejercieron el poder en países europeos.

El mismo Macri, en función del ejemplo de Cristina de querer mandar a distancia, aclaró que no se entrometerá en las tareas del presidente que viene. Descuenta que será de Juntos por el Cambio y que, por lo tanto, el sucesor de Alberto Fernández encarnará a un tiempo el liderazgo político y la jefatura del Poder Ejecutivo.

Son apenas los planos de una obra en construcción que no termina de iniciarse. Un país ensimismado por la urgencia de tragedias como la inflación y la inseguridad no alcanza a ver que un significativo cambio de manos se ha iniciado ahí donde hubo dos nombres y apellidos que eligieron irse cuando querían quedarse.

© La Nación

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