martes, 25 de abril de 2023

Carlos Casas tiene tantos hermanos que nos puede contar

 El poeta peruano Carlos Casas y su poemario "Hermanos Elfos".

Por Renato Salas Peña (*)

Los elfos se confunden entre la mitología nórdico – germánica, envueltos en belleza eglógica y símbolos de fertilidad, o sea, de vida, dadores de vitalidad y magia.

Tal vez de esta premisa parte el poeta Carlos Casas en esta nueva entrega poética Hermanos elfos que sigue la ruta o el camino que diera inicio con su libro del año 2015, Hada mandarina, una búsqueda novedosa en nuestras letras últimas: sumatoria de modernismo a ritmo de Darío con simbolismo juguetón a lo Eguren y un ritmo marcado a punta de bajos a lo Chocano y ese conocimiento de mundos que se escapan de nuestra realidad y bordean los universos de Tolkien.

Treinta textos que en el título ya nos anuncian esa carga de color, musicalidad y sugerencia postulada por los malditos franceses y seguida aquí por nuestro autor de Simbólicas: azul, carmesí, tulipán, blue, manzanilla, pardos, cristal, lila, crisantemo, azur, erato, silfo, alhelí, negra, uva, ondina, y un largo etcétera que nuestro poeta hacer jugar en los encabezados de sus poemas que nos hace pensar que la construcción del texto en sí, parta directamente desde estos títulos.

Pero la poesía de Casas no es evasiva, no es que solo se quede en el simple divertimento que nos dan las palabras y que las teja haciendo gala de su conocimiento sin ningún norte, con una búsqueda del arte por el arte, yo siento en los textos una intención crítica, de nuestra realidad golpeada por las injusticias, desigualdades, diferencias. Nuestro poeta no huye de su compromiso social, más bien, se vale de estos personajes alucinados, para que sean ellos los protagonistas de nuestras desventuras, de nuestra desazón.

Si bien es cierto, el poeta tiene o hace uso de un lenguaje que juega con conceptos que se deben rastrear, muchas veces, en un diccionario; porque no cabe duda que el uso del lenguaje poético, más allá de lo sonoro, lúdico de nuestro vate exige del lector una lectura, diría yo, una primera lectura que esté acostumbrada al placer de la sonoridad, del uso de constantes figuras como las anáforas, los epítetos y la presencia de personajes mitológicos, para llegar casi completos y con fuerzas para una segunda lectura del texto: tal vez, más amable, más Cortázar en sus Cronopios y famas que es lo que he podido notar, como en los siguientes versos:

En un mediodía de campo dos tuertos gnomos jugaban

sonreían esos retacos como creciente río

como las vueltas en un caballo saltaban locos

miraban amenazantes como el león de patas rotas

se abrazaban y reían para contagiar la peste rosa

todo se cierra otra vez, dos veces y otra vez

dijeron «azul» de todas las formas…

Carlos Casas no pierde el norte, sigue fiel a su poética que viene persiguiendo hace ya 20 años, no le teme al canon, es más, sabe que su lírica lo vuelve un apátrida en el submundo poético local “es un exiliado de la negra tierra”; sin embargo, inmortal como los hermanos elfos, él sigue su ruta a través de su propia mitología, a través de la creación de esos mundos, que estoy seguro son mejores que el nuestro.

(Ciudad de Palomino, cayendo a mayo)

(*) Lima-Perú 1971 - Docente universitario, Licenciado en Educación con especialidad en Lengua y Literatura, asimismo llevó una Maestría en Docencia a Nivel Superior y Gestión Educativa y actualmente un Doctorado en Humanidades.

© Agensur.info

0 comments :

Publicar un comentario