sábado, 18 de febrero de 2023

La inflación, el mazazo que golpeó la mesa del PJ


Por Francisco Olivera

Al momento de aceptar en agosto el Ministerio de Economía, Sergio Massa partía de una convicción que es casi un lugar común entre quienes aspiran a cargos públicos y que alcanzó a compartir con algún confidente del Frente Renovador. Cuanto peor es el momento en que un funcionario asume, dice esta idea, mayores serán después, por contraste, las posibilidades de mostrar buenos resultados. “Si alguien aspira a brillar en el ámbito de la seguridad, convendría elegir Rosario, donde cualquier cosa que haga se va a notar”, razonaban entonces quienes lo escuchaban.

Es lo que el ministro proyectaba cuando aceptó reemplazar a Silvina Batakis, y el postulado a partir del cual empezó a describir desde entonces lo que haría en el Palacio de Hacienda: heredaba una inflación mensual de 7,4% y su objetivo era reducirla de manera paulatina hasta llevarla a alrededor del 4%. “Una cifra con un 3 adelante en abril”, se envalentonó en público.

Pero el problema económico de la Argentina excede las atribuciones del Ministerio de Economía. Si fuera tan sencillo, bastaría con dar con alguien idóneo para el cargo. Desde aquellas corridas de Guzmán y Batakis, como en los tiempos de Macri, “pasaron cosas”. Principalmente en las primeras semanas de este año. El 6% de inflación de enero, la caída en reservas del Banco Central durante febrero y ciertas señales de estancamiento en la actividad obligan entonces a recalcular. Lo que viene puede ser peor. Crecen los costos, empiezan las paritarias y es altamente probable que todo termine complicando el cumplimiento de Precios Justos, que el Gobierno acaba de relanzar. “El programa empieza a tener fisuras –anticipó el directivo de una empresa de consumo masivo–. Vamos a cumplir en la medida en que las variables se cumplan”. Por “variables” se entiende una sola: los dólares para producir o importar, algo que el Palacio de Hacienda promete a cambio de que los fabricantes no suban los precios. Siempre positivo, Massa dice ahora en el gabinete que aquel horizonte inicial no se corrió más que uno o dos meses: quizás el 4% llegue en mayo o junio. Su secretario Gabriel Rubinstein, más técnico, extendió en Twitter la meta para fines de año.

En la Casa Rosada hay quienes todavía confían. “Mejor, Sergio mantiene la expectativa por más tiempo”, dijo un funcionario. Pero el resto del Frente de Todos ve otra cosa. El fin de la estabilización massista llega en año electoral y, para infortunio del ministro, justo en el semestre en que debería definir si es o no candidato. Es entendible que los que siempre dudaron de su programa empiecen ahora a ponerse ansiosos. “El 6% de inflación es un mazazo para el pueblo”, dijo esta semana Hugo Yasky, y propuso un congelamiento de precios. ¿Había otra herramienta para la metáfora u objetaba deliberadamente al líder del Frente Renovador? Amado Boudou también alertó sobre la cifra y proyectó: “Pone en riesgo al peronismo”.

Massa está obligado a reconfigurar el programa. Pero enfrenta al menos dos dificultades al respecto. La primera es previa a cualquier puesta en práctica: deberá acordar el plan una vez más con Kicillof, auditor permanente de cada una de sus medidas, por encargo de Cristina Kirchner. La segunda depende del tiempo: sin logros constatables e inmediatos, su aspiración electoral carece de sentido.

Las listas cierran en junio. Pero algunas de estas inquietudes ya empiezan a incidir en la mesa electoral del PJ. La sorpresa de anteayer, la presencia de Máximo Kirchner, parece una señal inequívoca: la vicepresidenta no solo se tomó en serio la convocatoria de Alberto Fernández, sino que ha decidido jugar fuerte al respecto. Un día antes, en la Federación Gráfica, el diputado había insinuado ante sindicalistas afines parte de su estrategia. El Instituto Patria quiere, por lo pronto, que el Presidente no sea candidato. ¿Pretende también que quien compita por la presidencia sea la jefa del espacio? No lo dijo así. “Nunca un Kirchner es taxativo hasta que define o resuelve”, razonó uno de los presentes. Pero es indudable que muchos intentarán que así sea. La necesitan, y así se lo dijeron al invitado, que les propuso que le extendieran ellos mismos la propuesta a la expresidenta. “Lo vamos a plantear en una reunión que esperamos tener pronto con Cristina”, contó Yasky a Radio 10. “Abajo hay mucho clima en favor de Cristina”, coincidió otro.

Este fervor convive de todos modos con proyecciones bastante malas para octubre. Casi no hay peronistas que auguren para entonces un triunfo. Más que a lo que puedan decir, hay que atender al calendario electoral de los gobernadores: veinte de ellos decidieron adelantar las elecciones para no depender del resultado nacional. Cristina Kirchner, la postulante que más mide en las encuestas –veinticinco puntos de intención de voto– tiene sin embargo escasas posibilidades de imponerse en un eventual ballottage. El oficialismo necesitaría entonces ganar en primera vuelta, algo que, dadas las estimaciones, solo estaría en condiciones de conseguir si superara los cuarenta puntos y, al mismo tiempo, le sacara diez de distancia al segundo.

La encrucijada tampoco es sencilla. En el oficialismo admiten que quien sea el candidato deberá hacer campaña contra el propio Gobierno. Y que Alberto Fernández no solo no tiene resultados para mostrar, sino que deja al menos dos herencias solo detectables hacia adentro del peronismo: un partido fragmentado en plena gestión, lejos de la verticalidad que caracterizó siempre al movimiento durante el ejercicio del poder, y el deterioro de la autoridad de Cristina Kichner como electora. “Él ya quemó el truco de que era posible hacer algo distinto con el kirchnerismo adentro”, dicen en el espacio.

Son múltiples preocupaciones para Massa. Es entendible que él sobreactúe algunas decisiones, como el amago de intervención a Edesur, algo difícil de concretar en las condiciones actuales. “Si la empresa fuera a la Justicia, tendría posibilidades de ganar con el argumento de que no le dieron tarifa”, dijeron en la Casa Rosada, donde agregan que la buena relación que el ministro tiene con Vila, Manzano y Filiberti, dueños de Edenor, limitará siempre su campo de acción sobre cualquier distribuidora. Edesur está en venta desde el año pasado; una decisión que afecte su futuro podría ser malinterpretada.

Massa optó sin embargo por una salida a lo Massa. Decidió aplicarle una multa que equivale al 0,9% de las pérdidas que el holding espera para este año; anunció la conformación de una auditoría interna, pese a que la empresa tiene ya desde hace más de un año una veedora, y convocó por la noche a Claudio Cunha –country manager de ENEL, grupo controlante– y a Juan Carlos Blanco, presidente de Edesur. Durante la reunión, de casi dos horas, y ya con el comunicado enviado a los medios, les dijo que no tenía intenciones ni de intervenir ni de cambiar la situación patrimonial de la compañía, pero les reprochó el tiempo que habían tardado en reparar las redes de Villa Lugano, con lo que eso significaba en costo de exposición para el Gobierno. Como en todo y desde hace tiempo, la lógica es electoral: ya bastante escasa de logros está la mesa del PJ como para agregarle un apagón.

© La Nación

0 comments :

Publicar un comentario