domingo, 1 de mayo de 2022

Lo que no mide el PBI

 Refuerzo. La inflación devorará rápidamente los bonos a los jubilados.

Por Sergio Sinay (*)

Entre el momento de su anuncio y el de su efectivización, la inflación, que trabaja a destajo durante de las 24 horas de cada día, habrá devorado una buena parte de los bonos migaja (bautizados como “refuerzo”) otorgado a jubilados y pensionados del sistema contributivo y del no contributivo. Irónicamente, es justamente la inflación, al generar mayor recaudación, la que permitirá al Gobierno, según sus propios cálculos, solventar los aproximadamente $200.000 millones de este nuevo “plan platita”. 

Otra fuente será la emisión. De acuerdo con diferentes estimaciones privadas la inflación no bajaría este año de 60%. A su vez el Fondo Monetario Internacional (pulmotor al que recurren cíclicamente los gobiernos argentinos para salvarse de un naufragio antes de prepararse para el próximo) la calcula en 48%.

El mismo FMI pronostica un 4% de crecimiento del PBI (Producto Bruto Interno) argentino durante 2022. De ser posible habría que explicarles a quienes siguen viendo cómo se deteriora el poder adquisitivo de su salario, a quienes siguen buscando trabajo en vano, a quienes desalentados dejaron de buscarlo y a quienes han cerrado locales o perdido emprendimientos qué significa y en qué los beneficia, si es que los beneficia, el crecimiento anunciado por el organismo internacional.

El PBI mide el valor de mercado en unidades monetarias (en este caso pesos) de la producción total de bienes y servicios generado por factores de producción nacionales y extranjeros en el interior de un país, y se calcula trimestral, semestral o anualmente. Que baje o suba de una medición a la siguiente determina el crecimiento o decrecimiento de la economía del país en cuestión. Y, comparando su monto con el de la deuda pública, se puede obtener una radiografía del estado financiero de una nación. En 2021 la deuda pública argentina llegó a representar el 104% del PBI. Se debía más de lo que se producía, lo cual es ya un mal crónico. Casi una adicción.

Lo cierto es que, a pesar de lo mucho que se lo menciona y se lo toma como termómetro de la economía, el PBI es una serie de números y porcentajes que tiene relativo contacto con la economía real, la que protagonizan y padecen día a día los habitantes de carne y hueso del país. Laura Pérez Ortiz, Ana Isabel Viñas Apaolaza y Ángeles Sánchez Díez, catedráticas de economía en la Universidad Autónoma de Madrid, lo señalan así: “El PBI no recoge las externalidades, ni las actividades económicas del mercado informal (por ejemplo, el servicio prestado y pagado sin factura), ni el trabajo no remunerado (con frecuencia ligado a los cuidados del hogar), ni el autoconsumo (en el caso de tener una huerta). Sin embargo, todo ello también es parte de la actividad económica de un país”. En un trabajo publicado en el espacio digital The Conversation (¿Qué mide y qué no mide el PBI?, 8 de noviembre de 2021), las autoras agregan que tampoco actividades ilegales como narcotráfico, prostitución, juego clandestino o contrabando figuran en la medición del PBI. Y es muy posible que varias de ellas (habría que incluir la corrupción, con su circulación de bolsos, sobres y cuentas en paraísos fiscales) superen ya a las actividades lícitas en el país.

Las citadas economistas puntualizan que “el PBI tampoco recoge la distribución de la riqueza, ni mide la justicia social y ambiental”. Y advierten: “No hay que cometer el error de extrapolar conclusiones que no se pueden extraer de él. No mide las transformaciones que afectan a la sociedad, al bienestar de las personas o su relación con el planeta. Por eso es necesario considerar otros indicadores que midan aquello que el PBI no alcanza a medir”. De eso que este índice no mide hablan las encuestas en las cuales los gobernantes en particular (presidente, vicepresidente, ministros), la clase política en general (con la oposición bien presente), la justicia y sus responsables no cesan de deslizarse por una pendiente negativa. De eso hablan el hartazgo y el malestar social crecientes que, por ahora, implosionan, pero que pueden explotar en cualquier momento. Y de la peor forma.

(*) Escritor y periodista

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