miércoles, 24 de noviembre de 2021

Las extrañas matemáticas del kirchnerismo


Por Nicolás Lucca

Carlitos tiene 6 años y su hermana tiene 5 años más. ¿Cuántos años tiene la hermana de Carlitos?

-Ganó Cristina.

-Aprobado.

Corría el año 1990 cuando por la puerta de mi casa pasó la caravana de los subcampeones del mundial de Italia. Ventajas de vivir en un complejo del Fonavi a la vera de la autopista.

Pocas veces en mi vida volví a ver tamaña disociación entre las celebraciones y la derrota. Habíamos perdido la final y la caravana acompañó al entristecido seleccionado hasta la Casa Rosada donde el Presidente Menem no quería perderse la foto que había tenido el Presidente Raúl Alfonsín. En la imagen hubo dos diferencias notorias: la ausencia de la Copa del Mundo y la cara de ojete de Diego Maradona solo comparable con la del doctor Bilardo. Hubo una sonrisa extremadamente forzada del capitán y la imagen más festiva fue el desahogo de Maradona junto a Bilardo gritando en el balcón. Con visible bronca.

De chiquitos nos enseñan que lo que vale es competir. Luego, un poquito más grandes aprendemos que lo que vale es disfrutar… disfrutar ganar. El que diga que perder le agrada, miente. Después vienen los gurúes de la autoayuda con pajereadas del tipo “si sucede conviene” –algo se dura lo que tarda en aparecer un médico que diga “es terminal”– y nos llenan de motivaciones porque “en la derrota se aprende”. Claro que se aprende, maestro. Si tenés ganas de aprender. Pero aprendés para ganar, no para negar la derrota.

El tema es que cuando sos chiquito y tus papis te inculcan que sos el mejor y los demás no existen, puede que de adulto tengas algunos problemitas. Y ni que hablar si no tuviste un maestro de matemáticas en primer grado que te enseñe que 2 es más que 1.

El domingo pasado, cuando a Alberto Fernández se le ocurrió hablar tras la derrota de su Alianza, dio un discurso por el que cualquier psiquiatra lo habría medicado para luego estudiarlo en profundidad. Es cierto que el hombre venía envalentonado porque antes había expuesto Axel Kicillof y desde esa base solo se puede hacer algo mejor. Pero ahí fue, no más, el tipo al que, cuando lo armaron, se olvidaron de colocarle las pastillas de freno. Totalmente en otra, gritó “el 17 llenemos la Plaza para celebrar este triunfo”. ¿Cuál triunfo?

Y llegó el 17 de Noviembre, no más, Día de la Militancia. Allí, el hombre que tiene que colocarse el cartelito de “Presidente” para que sepamos qué cargo tiene, comenzó su apología con un frase un tanto… Bueno, dijo lo siguiente: «Nunca olviden que el triunfo no es vencer sino nunca darse por vencido». Es como Osho pero idiota, porque el triunfo es triunfar. No darse por vencido es perseverar. Lo sabemos todos.

Pero el Claudio María Domínguez que nos preside necesitaba darle forma a eso de que no habían perdido, que dos más dos dan tres, que los cuadrados son relativos y que, como decía la canción de Cebollitas, “saber salir segundo también es ser campeón”.

El problema de tanto atentar contra la meritocracia es que se corre el riesgo de caer en este pozo: no importa el mérito, gané igual. Y si no te gusta me llevo la pelota a casita y quiero ver cómo juegan.

Lo peor de todo es que hay generaciones que ya fueron criadas así, donde repetir un año es “estigmatizar” a un niño, castigarlo de por vida. Donde llevarse materias es relativo, donde para aprobar una asignatura basta con tener un conocimiento aproximado de la misma. Y lo digo con toda la autoridad moral que me da haberme presentado en 26 mesas de examen a lo largo de la escuela secundaria y de haber rendido seis veces Contratos en la facultad. Y nunca me quejé más que conmigo mismo. ¿Cómo me van a aprobar si no estoy a la altura?

Pero no, ganan cuando ganan y ganan cuando pierden. Un poco de razón tienen, porque los antecedentes nos demuestran que cuando el kirchnerismo se queda sin futuro en el horizonte, tienden a una conducta destructiva que hace sentir perdedores a todos los que no los votaron.

Ahora, si matemáticamente no logran entender que perdieron, imaginemos la lógica aritmética de entender la economía. Aún no logro descular qué es lo que rige el sistema cognitivo de estos sujetos, pero es un detalle para tener en cuenta y que clarifica muchas cuestiones.

Desde 2007 hasta 2015 dibujaron los datos de la inflación. Ahora podría decir que no lo hicieron dolosamente, sino que realmente creían que 100 pesos eran menos que 80. Luego comenzaron a mentir con los números de los pobres y también puede que tuvieran razón dentro de ese loco laberinto que rige esas cabecitas. Si en el Gran Resistencia del Chaco tengo un 54% de pobres y en la ciudad solo un 16%, está claro que estamos de puta madre en comparación con la república chaqueña.

Y ahí viene Capitanich a decir que hay que regular los medios del país con los medios más regulados del hemisferio occidental porque “le meten a la gente qué pensar”. ¿No era que habían ganado, mamerto? Aparte, en el ranking de personas invisibles para los medios, Capitanich y su récord nacional de pobreza se sube al podio.

116 mil muertos es un triunfazo porque no fueron 120 mil. Aparte, pasaron a mejor vida. ¿Les dimos una vida mejor y encima te quejás, desagradecido? Nuestra inflación es un lograzo porque no tenemos la de Venezuela. Aparte ¿viste lo que es la inflación comparada con la suba del dólar? Merecemos el nobel a la economía detonada, papurri. Sí, tenemos las tarifas pisadas y cuarenta y dos cotizaciones distintas más los precios congelados mientras imprimimos como si quisiéramos entrar en los Récords Guinness, pero es un orgullo nacional, mostro. ¿Dónde viste una impresora que funcione tan bien durante tanto tiempo?

En esa línea de pensamiento, puede pasar cualquier cosa, básicamente porque cualquier cosa sucede con esos parámetros desde hace años sin que lo notemos. No conozco a ninguna persona viva que habite territorio argentino que no desee tener dólares. Sin embargo, si alguien plantea algún tipo de política antiinflacionaria que busque atar la cotización a una moneda extranjera para tener un patrón que ancle la emisión y por ende la inflación, te hablan de “soberanía monetaria”.

¿Cómo no van a decir que el capitalismo no funciona si estamos en el horno? Es como el tipo que se sube a un auto, nunca le pone nafta y cuando el vehículo se queda dice que es una carcacha. Es obvio que no les va a funcionar el capitalismo porque no entienden que dos más dos es cuatro, del mismo modo que no entienden que si gasto más de lo que gano me voy a endeudar y que si esa deuda la cubro con pagarés, los mismos valdrán cada vez menos.

No deja de sorprenderme a esta altura que todavía existan personas tan, pero tan antidemocráticas, esas que cuando les das la razón son felices y cuando no se la das te putean. Si ganás las elecciones «el pueblo se expresó en las urnas», si las perdés «fue un intento de golpe blando». Otro delirio. Salvo cuando «el pueblo se expresó en las urnas» pero no nos gusta cómo se expresó y tanteamos a ver si podemos impedir que algún diputado electo asuma, algo tan antidemocrático como prender fuego una urna. Si el pueblo votó a Barrabás o a Jesús, da igual: asumen sus bancas. Hubo un grupo de personas que creyó que Barrabás o Jesús los representaban y el sistema representativo es precisamente eso: representativo.

Evidentemente no son burros solo en aritmética sino que tampoco se les da por la lengua castellana. ¿Qué carajo es un golpe blando? Golpe blando es un oxímoron, es como el helado caliente, la nafta ecológica, el taxista socialista, la izquierda unida, el periodista sin condicionamientos, el facho con noticiero propio que pide garantías constitucionales y desconfía del accionar policial, o el kirchnerista republicano.

Hay golpe, no hay golpe. Lo peor de esta teoría no es que la haya expresado Eugenio Zaffaroni, si no la cantidad de personas que estudiamos con sus libros. Cada vez que lo escucho creo más y más en la leyenda urbana de que tan solo robó los manuales positivistas germánicos y los tradujo.

Pagarle cash al FMI en 2005 fue un acto de soberanía. Cubrirlo con una venta de deuda al régimen venezolano con una tasa de interés que cuadruplicaba a la del fondo, no fue entreguismo, fue nacionalismo, al igual que taparle la boca al Club de París a puro billetazo.

Pero vivimos en el país en el que las autoridades de Skanska dicen que pagaron coimas y los imputados son sobreseídos. Quizá ya aplicaban las matemáticas del kirchnerismo y un millón de dólares es menos que cero.

En otro orden de prioridades, y para que noten el nivel de delirio en el que vivimos, no existe una página ministerial que tenga sus estadísticas actualizadas. Ingresen a cualquier ministerio y verán que lo último disponible es de 2019. Si no hay estadísticas ¿cómo no tirar cualquier fruta? Pueden decirnos que es el mejor año de la historia en materia de turismo que hay que creerles por acto de fe.

Quedó claro que no creen en las estadísticas ni en los números. Yo también desconfiaría de los números: los muy forros tienen la manía de dar por sentado que un 10 es un 10 y no un 3,5. Quizá les convenga adoptar un sistema binario o hexadecimal para volvernos locos y que no entendamos absolutamente nada de lo que quieren hacernos entender, pero a esta altura ya ni falta hace: tarde o temprano también les fallará.

Los números no estigmatizan, los números son inocentes de todo. La única culpa que tienen los números es que los muy turros no saben mentir ni permiten que otros mientan. Son moralistas extremos.

¿Qué puede seguir? Fácil. Alberto habló el domingo y llamó a un gran acuerdo económico. El lunes el FMI dijo “esperamos un gran acuerdo económico”. El miércoles Alberto escupió los pulmones al dar clases de matemáticas alternativas y el jueves el FMI dijo que así estamos lejos de cualquier acuerdo.

Y si no hay acuerdo y la economía se va a la mierda, siempre quedará un grupo militante que saldrá a bancar la misiadura. Y así, mientras se alimentan con la imaginación, dirán “somos el pueblo” aunque representen el 20% del núcleo duro de Cristina. Es matemático, al fin y al cabo.

(x^2-1) / (x^2+1) = Ganó el Frente de Todos

© Relato del Presente

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