martes, 9 de noviembre de 2021

Al kirchnerismo le queda más cerca Nicaragua que Córdoba


Por Luciana Vázquez

Si hoy los argentinos quieren que Argentina se parezca a algo que no quede lejos, es decir, que no implique pasaporte y Ezeiza, o Buquebús, eso es la ciudad de Buenos Aires o la provincia de Córdoba. “¿Cuál de las siguientes provincias es la que más se acerca a lo que debiera ser nuestro modelo óptimo de país?”, fue la pregunta que a fines de agosto respondió una muestra representativa de argentinos. El 47,50% contestó “CABA” y el 33,06%, la provincia de Córdoba. Lejos, con el 19,44%, está la provincia de Buenos Aires como “modelo óptimo” de la Argentina deseada.

Los datos surgen de la encuesta de opinión nacional realizada por la consultora política Escenarios, dirigida por los politólogos Pablo Touzón y Federico Zapata. Este clima en la opinión pública permite comprender dos cuestiones clave de las últimas horas. Por un lado, la toma de distancia en relación al principal distrito electoral del país y un territorio productivo central para la Argentina, la provincia de Buenos Aires. El peso mucho menor del territorio como modelo deseable le pone marco al nuevo drama que viven los bonaerenses, y todo el país, por estas horas: el asesinato del kiosquero Roberto Sabo en Ramos Mejía, en el partido de La Matanza que llegado 2023, acumulará una sucesión sin interrupciones de 40 años de intendentes justicialistas. Catorce de esos años, bajo gestión de Espinoza. Todo, en el marco de 28 años de gobernaciones peronistas en la PBA.

La gravedad de la situación es tal que el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, esta vez no encontró margen político y social para mencionar a la gestión de Mauricio Macri o de María Eugenia Vidal como responsables de la inseguridad en el conurbano. En cambio, reconoció la gravedad de la situación como problema histórico, sin recortar la responsabilidad al gobierno anterior. “Hace muchísimo tiempo que la situación de la inseguridad en la provincia es crítica”, sostuvo ayer.

La pujanza productiva de ciertos sectores económicos del territorio bonaerense no logra disipar el impacto de la inseguridad y de la pobreza endémicas de su conurbano. En la encuesta de Escenarios queda claro el peso de la inseguridad en la percepción de la opinión pública: para casi el 40% de los argentinos, el primer problema es la inflación y el segundo, con el 24% de respuestas, la inseguridad. Cualquier de los otros ocho problemas enumerados viene muy lejos en cantidad de respuestas, la mayoría con porcentajes menores al 10%.

El Cordobazo

Por el otro lado, CABA y Córdoba como el modelo deseado dejan a la vista el error de las palabras del presidente Alberto Fernández en torno a Córdoba y explican mejor el escándalo que produjeron. Sabemos, trató a la provincia de “terreno hostil” y pidió, en una sucesión de anáforas que tanto gustan a la retórica presidencial, que Córdoba “se integre al país”, “que sea parte de la Argentina” y que cese en “esta necesidad de siempre de parecer algo distinto”.

Si se trataba de captar votos cordobeses, esquivos para el kirchnerismo, la estrategia es obviamente equivocada. Lo es también si se trata de pescar por fuera del charco propio y de salir a la caza de votos nacionales que en más de un 80%, sumando las respuestas en favor de las dos provincias, ponen las fichas en una Argentina con peso fuerte de la producción y el empleo privado, el desarrollo tecnológico y de servicio y una mirada abiertamente exportadora y cosmopolita. El modelo de país con el que sueña la ciudadanía está cada vez más lejos del modelo que añora, y con el que insiste, el kirchnerismo de pura cepa.

Y sin embargo, el Presidente habló para cuestionar a Córdoba y su autonomía política, que le viene precisamente de la mayor independencia de su matriz productiva respecto de los avatares, y de las presiones político presupuestarias, del Estado nacional dominado, en general, por el peronismo o su versión kirchnerista.

La continuidad del peronismo en el gobierno de la PBA frente a una CABA dominada políticamente por Pro desde 2007 y una Córdoba en manos de un peronismo resistente al kirchnerismo tanto bajo José Manuel De la Sota como con Juan Schiaretti abre la pregunta política: cuán listo está el kirchnerismo para construir, representar o continuar el modelo social y productivo que la opinión pública empieza a preferir.

¿Traspiés o tiros en el pie?

Hay errores innecesarios pero elocuentes. El oficialismo se ha vuelto un experto a la hora de producir esos traspiés, o esos tiros en el pie. El error político gratuito se ha vuelto política de gobierno sistemática y cargada de sentido. O más que error se trata de una suerte de acto fallido tras otro que permite vislumbrar la Argentina con la que sigue soñando el kirchnerismo cuando se sueña hegemónico y futuro.

Entre las declaraciones de Fernández sobre Córdoba, la díscola, a la blandura con la que se posiciona en relación a la violación de derechos y la ilegalidad de las elecciones en Nicaragua se entreteje una cosmovisión que desteje el modelo de país al que aspira buena parte de los argentinos. Y ahí se concentra un punto inquietante para la Argentina. Si tuviera asegurada su continuidad en el poder y el juego de la alternancia fuera un riesgo impensado, el Frente de Todos, el kirchnerismo en general, afianzaría un Monopoly cruzado con TEG, la intersección perfecta entre geopolítica y negocios, que conecta a Formosa y Tucumán o Santa Cruz en la Argentina con Venezuela, Cuba y Nicaragua. Es decir, plantearía una Argentina con un Estado presente, hegemónico y sobreideologizado, una economía intervenida y un orden institucional debilitado.

La gran pregunta que se revelará el domingo 14 en las urnas es cuánto impactan estos fallidos y la imagen del mundo que revelan en un electorado atrapado por las urgencias de la supervivencia.

El Gobierno sigue acumulando decisiones políticas cuestionables y reprochables. Hicieron efecto en las PASO de septiembre y después de las PASO. El fallido político como hecho de gobierno sigue iterando la vida política del gobierno de los Fernández en planos muy diversos. La voracidad con la que la vicepresidenta pelea por su privilegio jubilatorio doble como muestra de un kirchnerismo que se concibe por encima de los ciudadanos que representa: para una política de fortuna demostrada, la pelea por esa mensualidad es tan innecesaria como inoportuna políticamente en medio del clima de zozobra que viven millones de jubilados comunes. Y sin embargo, nadie en el oficialismo parece comprender lo inapropiado, como mínimo, y el carácter de error de esa victoria previsional y judicial en favor de Cristina Kirchner.

Otro ejemplo curioso y revelador, aunque de menor peso, es el video que la militancia viralizó la semana pasada como gesto de cariño a quienes apoyaron a la vicepresidenta luego de su última intervención quirúrgica. En las imágenes se ve a una Cristina Fernández presidenta en 2010, en su hogar, rodeada de sus mascotas. Una escena que se quiere doméstica y cargada de ternura hacia los militantes termina resultando algo fallida. Cerca del final, la expresidenta no puede evitar exhibir la desmesura a partir de la cual autopercibe su poder y le dice a unos cachorros tiernos e indefensos, casi como si se lo dijera a un otro político: “¿Vos sabés a quién le estás ladrando? Si a mí me ladran, yo ladro más fuerte”. Justo cuando la salud vicepresidencial podía reponer algo de empatía para atemperar la imagen negativa que pesa sobre la vicepresidenta, el video termina mostrando una especie de política estilo Cruella de Vil que no pierde la dimensión del poder ni cuando está en su casa con sus cachorros. Un video-lapsus que termina resultando revelador de una complacencia con un modo de hacer política centrada en el conflicto, la autopercepción de poder supremo y el temor reverencial entre los propios como estrategia ordenadora del poder.

En un sentido, las elecciones del próximo domingo no son una mera elección legislativa, de medio término. Hay algo de cambio de época con síntomas a la vista: la irrupción de las huestes libertarias, la unidad de la oposición a pesar de todo y una consistencia del kirchnerismo para equivocar el rumbo e irritar a la ciudadanía.

© La Nación

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