lunes, 3 de mayo de 2021

El padre menos pensado


Por Sergio Sinay (*)

En una de sus últimas analogías (con frecuencia inoportunas o desafortunadas) Alberto Fernández se imaginó a sí mismo como un padre que prohíbe a sus hijos asomarse a la ventana y estos no entienden por qué. De un plumazo infantilizó a la sociedad y evidenció el papel central que el paternalismo, rasgo básico del populismo, ocupa en su idea de gobernanza. 

Se desnudó, además, como un padre con poca autoridad (recordemos que, para no ser autoritarismo, esta se construye a partir de conductas, ejemplos y valores) y sin capacidad de comunicación para que sus palabras sean entendidas y respetadas. Pero, más allá del dislate, hay que agradecerle que haya traído a la mesa una cuestión devaluada en los últimos tiempos. La que atañe a las funciones paternas y su valor.

El padre es mucho más que un complemento biológico para la concepción de una vida. Así como su aporte es específico para la creación de esa vida, también lo es en su crianza, cuidado y conducción. Se puede asumir el rol de padre por un accidente biológico, por decisión, por elección, por adopción. Pero el rol no garantiza la función, como la existencia de un traje no significa que haya un cuerpo vistiéndolo. Funciones paternas, entre otras, son el liderazgo de la vida de los hijos en el camino de estos a la autonomía y a una identidad propia. Esto significa ofrecer activamente, con presencia y hechos, valores y recursos para la construcción de una vida con propósito y sentido. El padre puede brindar así un modelo cercano de emocionalidad y sensibilidad masculina, que son distintas y complementarias de las femeninas. Al hacerlo corta un cordón umbilical invisible (el emocional) que une a la madre y al hijo impidiendo a menudo la maduración de este y reduciendo a la mujer a la función materna, que cuando es central y absorbente desplaza a otras y resulta empobrecedora para su realización integral como mujer. Padres y madres juegan, hablan, enseñan y acarician de manera diferente, y el aporte paterno desarrolla sensaciones específicas y necesarias para que hijos e hijas comprendan y registren esas diferencias enriquecedoras. La interacción con el padre estimula potencialidades distintas en hijas e hijos. Un simple ejemplo citado por Kyle D. Pruett, pediatra del Centro de Estudios de la Infancia de Yale, en su libro Fatherneed: las hijas con padre emocional y conductualmente presente suelen destacarse en matemática, física y otras disciplinas “masculinas”. Los hijos que cuentan con esa presencia desarrollan sensibilidad hacia las letras, las artes y otras vocaciones “femeninas”.

Hay más, mucho más de lo que cabría en este espacio. Sin olvidar que el padre es la ley, no en cuanto a imposición autoritaria, sino a ordenamiento de prioridades y conductas. El psicoanalista, catedrático y escritor italiano Massimo Recalcati destaca este aspecto en El complejo de Telémaco, un iluminador ensayo sobre la paternidad. La ley es columna vertebral de la civilización, dice Recalcati, y sin ella la vida sería vida animal. Y acota que un padre que no se pone límites y propósitos existenciales a sí mismo no puede ponérselos a sus hijos si no es a fuerza de autoritarismo. En la marejada de discusiones, cuestionamientos y revisiones en torno de las cuestiones de género, la función paterna así como otros esenciales aspectos de la masculinidad quedaron postergados, minimizados u olvidados. A diferencia de Edipo, que mata al padre aun sin saber que este lo es, Telémaco, el hijo de Ulises (quien se fue a la guerra de Troya cuando su vástago era bebé), espera el regreso del padre, lo busca, lo necesita. Ese es el complejo que Recalcati ve hoy como central en la construcción de la identidad de los hijos.

La cuestión paterna es rica, profunda y merece y necesita atención. Por lo demás, padre también hay uno solo y cada argentino, para bien o para mal, ya tiene el suyo, no requiere de otro. Lo que necesita es un presidente real en funciones reales, con capacidad para la escucha, el consenso, el liderazgo y la construcción de visiones convocantes. En eso estamos huérfanos, porque rol no es función.

(*) Escritor y periodista

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