lunes, 26 de octubre de 2020

Curadores que enferman

"La falacia presentada como opción inevitable entre economía y salud
se derrumbó por el propio peso de los hechos".

Por Sergio Sinay (*)

Al final del día, la economía no encuentra remedio para su crítica situación, y la salud de miles de personas empeora a cada paso por efectos de su situación económica, entre otras razones iatrogénicas. 

Derivada de los vocablos griegos iatros (médico) y genio (producir), iatrogenia es el tratamiento que empeora lo que se propone curar. Enfermedad producida por el médico. En la Argentina una pésima gestión de la pandemia la traduce en más de un millón de contagiados por coronavirus, cerca de 30 mil muertos, más de 3 millones y medio de puestos de trabajo perdidos y una secuela imposible de mensurar de estados mentales, anímicos y emocionales patológicos. 

Un equipo de trece neurobiólogos de la Universidad de Tel Aviv estudió los volúmenes cerebrales de una población antes, durante y después de permanecer en cuarentena. 

Los escaneos confirmaron lo que se podía percibir en la conducta de las personas. Durante la cuarentena se incrementó el volumen de la amígdala, el putamen (estructura ubicada en el centro del cerebro) y la corteza temporal anterior, zonas relacionadas con estrés, ansiedad y situaciones traumáticas. 

Terminada la cuarentena, señalan los investigadores, sobrevino la disminución de los volúmenes incrementados y el alivio consecuente de los síntomas y estados. El trabajo puede verse en bioRxyv, servidor especializado en biología. Como los seres humanos somos esencialmente iguales en el aspecto organísmico, la experiencia israelí puede considerarse aplicable a todo semejante en situaciones como la estudiada. 

También aquí, donde las filminas oficiales (método de comunicación obsoleto de por sí) suelen estar atravesadas por errores y confusiones que se leen como dogmas, donde ocultan más de lo que muestran y donde las estadísticas son tan poco merecedoras de confianza que organismos internacionales dedicados al tema excluyeron al país de sus registros.

Derrumbes. La falacia presentada como opción inevitable entre economía y salud se derrumbó por el propio peso de los hechos. El principio de realidad, tan bien descripto por Freud en su momento, se impuso sobre el relato, sobre el lenguaje cantinflesco o digno del mejor Fidel Pintos que se escucha en voces presidenciales y ministeriales. Las graves e irresueltas enfermedades de la economía corroen profundamente a la salud en el sentido más amplio de esta. Es decir, en el sentido psicosomático. 

Psique es alma y soma es cuerpo. La verdadera salud comprende a ambos y necesita de un ámbito de vida social, moral, familiar, laboral y económicamente digno para poder desplegarse. Mucha gente (cada vez menos) no fue atacada por el Covid-19 en el país y eso no significa que está sana, como podría suponerse desde el precario modelo mental oficial y de sus expertos, que ahora parecen estar en retirada o clamando inocencia.

La salud va mucho más allá de la ausencia de enfermedad. El psicoterapeuta y escritor estadounidense Thomas Moore, ex seminarista y profundo estudioso de los mitos y las religiones, viene investigando desde hace años esta cuestión y trabaja en hospitales y clínicas procurando conectar a los profesionales de la salud con la comprensión de que curar y sanar no son la misma cosa y que quien debe estar sana es la persona, como individuo integral, y no solo su cuerpo. 

Autor de El cuidado del almaLas relaciones del alma y Las noches negras del alma, además de otras obras, Moore va a fondo con esta concepción en un libro que no estaría de más en la mesa de luz de todo médico o especialista que tenga un compromiso íntimo con su profesión. 

Ese libro es El cuidado del alma en la medicina, y una atenta lectura de sus páginas resulta especialmente reveladora y movilizadora en momentos como el presente, cuando una idea bizarra y falaz de la salud ha sido tomada como escudo para cubrir variadas incompetencias a costa de la estabilidad mental y emocional, el trabajo, los proyectos, las esperanzas y, en definitiva, el porvenir de miles de personas.

Avance científico y retroceso moral. El alma de la que habla Moore no tiene nada de abstracta, de etérea, de romántica ni de espiritualismo light. El autor la define incrustada en la vida cotidiana, en sus pequeños detalles, quehaceres, logros y sufrimientos. Ve un alma que pide espacio y no le teme al barro de la vida, sino que actúa desde allí como mediadora y nexo entre cuerpo y espíritu (psique y soma otra vez). Si la política, la economía y los negocios han perdido conexión con el alma, también lo ha hecho la medicina, advierte Moore. 

Se trata al cuerpo como un artefacto y al cerebro como una computadora a la que se le pueden bajar aplicaciones. Avance científico y retroceso moral van juntos en este campo, como en tantos. Se amplían las brechas y el vacío entre los conocimientos y técnicas de la medicina y la ciencia y las necesidades profundas de las personas. 

Cuando se deja de ver a estas como tales (políticos y gobernantes lo han hecho ya desde hace mucho), es fácil llegar a opciones mentirosas, como economía o salud, sin saber de qué se habla en ninguno de los dos casos y desentendiéndose del sufrimiento real de seres encarnados.

(*) Escritor y periodista

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