lunes, 7 de septiembre de 2020

Luces cortas

Por Manuel Vicent
A la hora de conducirse en la vida el cerebro también tiene un sistema de luces largas, luces cortas y luces de situación. Contra todas las reglas de la óptica los problemas se ven más grandes de lejos que de cerca. Con las luces largas todas las tragedias lejanas son siempre apocalípticas; en cambio, con las luces cortas esas calamidades futuras, cuando llegan, adquieren una dimensión concreta, humana, cotidiana, soportable.

Con las luces largas uno puede imaginar toda suerte de éxitos y placeres inasequibles, pero con las luces cortas uno se conforma con una salud aceptable y una mesa donde no falte un pulpo a la brasa y un vino blanco para compartirlos con unos amigos inteligentes y divertidos.

Con las luces largas todos los principios son fundamentales, todas las verdades son absolutas, todos los juicios son tajantes y las sentencias inapelables, pero con las luces cortas incluso las ideologías más extremas se ven encarnadas en personas, una a una, de modo que uno descubre individuos cerriles, abiertos, listos e imbéciles intercambiables, en la izquierda y en la derecha.

La vida real es lo que sucede durante las 24 horas del día a un centenar de metros a la redonda de tu cerebro, un tiempo y un espacio lleno de disyuntivas. De noche en la cama puedes soñar con grandes proyectos o tratar de que ese sueño se establezca en un colchón confortable, con sábanas de hilo y una almohada fresca que el cerebro parte en dos como las mejillas de tu infancia.

Con las luces largas en la oscuridad del camino de la vida puedes deslumbrar a un conejo; con las luces cortas descubres que ese conejo podrías ser tú. Este curso que empieza tiene el futuro poblado de fantasmas terroríficos. En este caso es aconsejable usar las luces de situación, que no son para ver sino para que te vean en medio de la niebla y no se te lleven por delante.

© El País (España)

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