martes, 22 de septiembre de 2020

Idiotas no, gracias

Por Guillermo Piro

Robert Sutton es profesor de Ciencia de Management en la Universidad de Stanford. Lleva escritos muchos libros sobre el tema, que no nos interesa particularmente, pero en 2017 publicó un libro que sí nos importa, y mucho: The Asshole Survival Guide, una guía para sobrevivir a los idiotas con los que uno se va topando en la vida. El libro está traducido al español como Estúpidos no, gracias, mitigando la estupenda sonoridad de la palabra idiota con la tan piadosa y hasta simpática musicalidad de la palabra estúpido, una mala decisión del que el libro sale indemne con ciega obstinación, porque los buenos libros siempre superan las malas traducciones. 

Sutton concentra su atención en el mundo laboral, donde los idiotas abundan, pero sus consejos para sobrevivir a ellos también pueden aplicarse a la vida diaria de aquellos que nunca han pisado una oficina.

Por alguna razón se volvió muy frecuente tener que lidiar con personas irritables, maleducadas, prepotentes, que humillan y hacen daño a sus compañeros de trabajo y a aquellos con los que se cruzan circunstancialmente. La estrategia de Sutton es útil, aunque no fácil de llevar a cabo por las personas impulsivas como uno. Con una advertencia: su estrategia vale solo para los encuentros rápidos con idiotas desconocidos: si uno se ve regularmente expuesto a los ataques de alguien conocido, lo mejor es denunciarlo a la autoridad correspondiente.

Antes todo, sugiere Sutton, hay que tener en cuenta que estamos atravesando un período en que las personas se ven sometidas a más stress del habitual. Salir de casa, como decía Blas Pascal, significa enfrentarse a una larga serie de problemas, que van desde poner en riesgo la propia salud a estar obligado a enfrentarse a otros idiotas, con personalidades más complejas y problemas más graves que los propios, lo que redunda en un obstaculo que también pone en riesgo nuestra salud y podría convertirnos en idiotas complejos capaces de generar problemas de salud a sujetos que hasta hace un momento gozaban de una salud excelente: la idiotez también es una reacción en cadena. Cuando nos topamos con un idiota, dice Sutton, no podemos saber qué tipo de dificultad está atravesando esa persona. Esa conciencia debería contribuir a que nos comportemos de un modo más comprensivo y a no tomarse el incidente de un modo tan personal. Lo que David Foster Wallace, en aquel famoso discurso en la ceremonia de graduación del Kenyon College, llamaba “elegir pensar”, esto es, considerar que es muy probable que aquel que me está irritando tenga, con toda seguridad, una vida más tediosa y dolorosa que la mía.

Básicamente, la estrategia de Sutton para administrar nuestras reacciones frente a una persona idiota se compone de dos fases. La primera consiste en no involucrarse. En ciertas situaciones resulta imposible hacer que un idiota adopte un punto de vista reacional, reflexione y cambie de idea. Y alimentar la disputa puede hacer que las cosas empeoren. Por lo tanto: calma. Ser siempre educados, evitar la confrontación e incluso alejarse físicamente del idiota es lo más recomendable.

La segunda fase se compone de una sensación de satisfacción. Es probable que mientras el idiota se avergüence de su propio comportamiento, nosotros nos felicitemos por haber hecho lo que es debido, por haber mantenido el control y haber sido capaces de navegar dentro de los márgenes del río emocional de nuestra circunstancia en la barca de nuestros propios insumergibles valores.

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