martes, 19 de mayo de 2020

No me toques

Por Manuel Vicent
El distanciamiento social había sido hasta ahora el que existe entre el pobre y el rico, entre el que vive en una chabola y el que habita un dúplex de lujo, entre el que consigue a duras penas llenar el estómago gracias a la caridad y el que saluda a los amigos con una cigala en la mano. Guardar las distancias había sido hasta ahora una actitud de clase que indicaba cierta displicencia con que el de arriba miraba a la chusma, pero hoy significa esa separación física de dos metros que debemos observar entre las personas al salir del confinamiento para evitar ser contagiados por el virus.

Aunque, según Baroja, la Biblia está llena de personajes facinerosos, sea uno creyente o agnóstico, conviene a veces leer ese libro porque también contiene relatos metafóricos no exentos de sabiduría.

Grandes maestros de la pintura, entre otros Giotto, Fra Angélico, Tiziano y Correggio han pintado la escena bíblica en la que Cristo recién resucitado se aparece a la Magdalena. No se nos dice en qué lugar se produjo el encuentro, pero en estas pinturas se ve a la mujer enamorada en medio de un huerto florido, alucinada y llena de alegría, con los brazos tendidos hacia el Maestro, quien mantiene una actitud huidiza como advirtiendo a su amiga que guarde las distancias. “Noli me tangere”, no me toques, le dice.

Es lo mismo que nos indican hoy los virólogos. Esos dos metros de separación, que también observan la Magdalena y el Nazareno, es un espacio habitado por el pánico, un naipe fatídico que a partir de ahora va a barajarse en cualquier relación humana entre el amor y la muerte.

Aunque juegues tú en este caso el papel de resucitado, durante mucho tiempo en la brisa, en las flores, en los besos, en el sexo, en el vino de alegres sobremesas, en todos los placeres bajo el sol o a la luz de la luna estará siempre presente el coronavirus como un cruel invitado.

© El País (España)

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