miércoles, 24 de julio de 2019

A todes: el lenguaje no es algo que se cambia por decreto

Por Giselle Rumeau
Si usted es una mujer de más de 50 años, considera que existe desigualdad de género, reclama –sin ser una militante aguerrida- tener los mismos derechos y oportunidades que los varones, pero las lagunas en su pensamiento no le permiten evitar el masculino genérico por más empeño y esfuerzo que le ponga, relájase: no está conspirando contra la lucha feminista por no lograr el plural con la e.

En cambio, si sos una conspicua sorora que no deja de ir a todas las marchas con pañuelo verde, incorporó con decisión y voluntad el lenguaje inclusivo y se pone rabiosa porque la Real Academia Española rechaza a las fórmulas que visualizan el sexismo en nuestra manera de hablar, mejor dejá el enojo de lado.

A todes: el lenguaje no es algo que se pueda cambiar por decreto, porque sí, porque se me ocurre. Las reglas de la gramática funcionan de otra forma y sus modificaciones suceden sin que nadie lo decida o, en todo caso, porque lo decidimos todos.

Santiago Kalinowski, lingüista y lexógrafo de la Academia Argentina de Letras, explica que los cambios lingüísticos no son algo que decidimos hacer conscientemente. "Cuando en latín decíamos ¿quo vadis? y pasamos de decir ¿a dónde vas?, ese cambio no sucedió porque alguien dijo 'nos cansamos de esto y a partir de ahora será distinto'. Sucedió sólo y a través del tiempo", explica.

Es por eso que el experto asegura que las fórmulas inclusivas son un fenómeno retórico pero no lingüístico. Es decir, se trata de una intervención que busca crear un mensaje para lograr un efecto en el auditor. Pero está lejos de transformarse en un fenómeno lingüístico que vamos a incorporar todos. Al menos, por ahora. Veamos.

Cuando el junio del año pasado, Natalia Mira, por entonces vicepresidenta del centro de estudiantes del colegio Carlos Pellegrini, sorprendió por televisión al decir que había "diputades indecises" en el debate sobre la legalización del aborto, el tema explotó en las redes sociales. Se suscitaron críticas furiosas por un lado e imposiciones caprichosas, por el otro. Con todo, el lenguaje inclusivo se impuso entre los más jóvenes, los estudiantes universitarios y los militantes.

Pero el hecho de que haya logrado visibilidad no significa que debe estar en la gramática. Cuando Natalia y otras mujeres dicen "les amigues", lo que están haciendo es plantarse con una intervención retórica frente a la injusticia de la desigualdad de género. "Las lenguas codifican los prejuicios humanos, sexuales, de raza. Se usa el masculino genérico porque la especie humana ancestralmente es patriarcal. Y hay un correlato gramatical. El cambio lingüístico y la codificación gramatical es algo que se da a lo largo de miles de años. Por eso, esto no es un cambio lingüístico", dice Kalinowski.

Que no lo sea tampoco lo invalida. El lenguaje genérico es una decisión política, destinada a provocar y llamar la atención sobre este patriarcado ancestral. Y la discusión es global. Pero no se puede pedirle a la RAE que incorpore este pronunciamiento por decreto. Quizá, cuando logremos una sociedad más justa para las mujeres, cuando el machismo sea una forma anacrónica o un mal recuerdo, y lo podamos sostener en el tiempo durante cientos de años, el lenguaje inclusivo sea la regla.

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