domingo, 14 de abril de 2019

La metafísica de Marcos Peña

Por Gustavo González
Marcos Peña tiene una misión trascendente: apelar al alma de la sociedad argentina para explicar que lo material puede resultar una cárcel de la que debe escapar.

Lo material es esta realidad económica que acosa los bolsillos y condiciona el voto en las próximas elecciones.

Como Platón, Peña interpreta que lo más importante del ser humano es su alma, que es independiente de la materia e incluso podría sobrevivir tras su muerte. Y le explica a sus discípulos que en esta batalla electoral deberán conquistar el alma de la sociedad, porque la conquista de sus bolsillos será casi imposible.

La metafísica es el último e inesperado recurso para retener la Presidencia de la Nación.

Alma PRO y fantasía radical. Los golpes de lo material construyeron a un Peña íntimo que se muestra con menos certezas de las que solía tener.

Acepta dialogar con industriales, financistas, constructores; incluso con los obispos, también con analistas políticos. Siempre lo hizo, aunque ahora se lo ve receptivo a escuchar ideas y proclive a la autocrítica.

Pero sus invitados no deberían confundirse.

No significa que haya olvidado lo que piensa de un círculo rojo, al que cree corresponsable de las sucesivas crisis argentinas.

Solo significa que es momento de dejar las diferencias para más adelante.

A unos y otros les explica su filosofía electoral: “Debemos trabajar sin esperar nada de la economía, más allá de que pueda mejorar. Pero debemos pelear por imponer el resto de nuestra agenda. Poner el eje en el alma y no en el bolsillo. El alma es la construcción de una república, pelear por las libertades, la lucha contra la corrupción, contra el narcotráfico".

Su búsqueda del alma como herramienta electoral es la que lo lleva a dialogar también con sus socios radicales y abrirles las puertas a sus ideas de gestión e, incluso, a fantasear con que podrían acompañar a Macri en la próxima boleta presidencial.

Necesita cerrar filas con la estructura partidaria más importante de Cambiemos para enfrentar los comicios, del mismo modo que lo hace con socios fundadores como Vidal y Rodríguez Larreta, que vienen de ciertos cortocircuitos con el Ejecutivo.

El radicalismo suplica desde hace semanas que “el Gobierno” (así, en tercera persona, como siempre hablaron de una alianza que integran, pero sin poder de decisión) atempere su obsesión fiscalista.

No se trata solo de un cambio de rumbo táctico para tener chances de ganar, es el fondo de una discusión que los radicales no hacen ni harán pública por ahora: descreen de que el ajuste sea el mejor camino para salir de las recesiones. Enumeran, entre otros intentos fallidos por el estilo, el de De la Rúa con el plan económico de Machinea.

No lo dicen en público hoy porque estarían diciendo lo mismo que piensan Lavagna y el peronismo. Y no muy distinto a lo que se murmura cerca de Vidal y Larreta.

La novedad es que la continuidad de la crisis le abrió una oportunidad a esa brisa keynesiana, que es la que está detrás de los anuncios que ya se hicieron sobre el reparto de $ 13 mil millones a las obras sindicales y otros $ 3.300 millones en planes asistenciales. Más los que se harán en los próximas días para volcar dinero al consumo, frenar precios y tarifas, y activar créditos baratos vía Anses.

Los radicales están contentos porque se sienten escuchados.

Lo fueron, pero antes de ellos fueron “escuchadas” las encuestas que anticipan un resultado entre Macri y Cristina “codo a codo”, la figura que usó Duran Barba en el reportaje con Fontevecchia del domingo pasado.

Encuestas reservadas. Esas encuestas oficiales que nadie muestra indicarían que los principales candidatos rondan el 30% / 32% de intención de voto cada uno.

También, que Lavagna alcanzaría el 10% promedio en todas las provincias, salvo en la Ciudad de Buenos Aires, en donde llegaría a un porcentaje bastante superior; mientras a Massa lo ubican por debajo de ese 10% y a Urtubey con pocos puntos.

Aquí las sumas y restas literales serían equivocadas, pero una primera aproximación simplista daría que existe una tercera alternativa que podría acercarse a un 20% / 25% del electorado, ya no tan lejos de los dos primeros.

Entre las autocríticas que se escuchan en el oficialismo, no está la de haber abonado la grieta, pero la aparición de Lavagna como emergente de un sentimiento antigrieta en un sector de la sociedad, empieza a preocupar.

Se pasó de la subestimación inicial a temer que una parte de los votos que consiga provengan del macrismo y sean decisivos en la pelea “codo a codo” con Cristina.

Aún no se sabe si finalmente el ex ministro se presentará, y eso agrega una preocupación adicional por el hecho de que consiguió un piso alto sin ser siquiera candidato.

Los radicales se equivocarían entonces si consideran que el Gobierno flexibilizó su ortodoxia fiscalista por sus recomendaciones, pero más se equivocarían si de verdad creyeran que tienen alguna posibilidad de integrar la fórmula presidencial de Cambiemos. O si la reciente reunión entre Macri y Lousteau podría ser un guiño en ese sentido.

Deberían volver a leer la opinión de Duran Barba en el reportaje en PERFIL, cuando se le pregunta sobre esa posibilidad y la desestima dando ejemplos de vicepresidentes que traicionaron la confianza del Presidente: “Macri tendrá que escoger él a alguien que sea de su confianza para ese cargo”.

Todo puede pasar de aquí al cierre de las listas, pero el apellido Lousteau no es sinónimo de confianza en el macrismo, después de su relación conflictiva en la Ciudad y de su repentino abandono de la Embajada en los Estados Unidos.

Tampoco el perfil de los dirigentes radicales más conocidos es el que ronda el ideario duranbarbista: mujer, joven, sin vínculo con la partidocracia tradicional.

Los seis puntos de Peña. La urgencia de Peña y su equipo por dejar de esperar cada mes que la inflación baje y el consumo repunte, lo llevó a decidir esa estrategia que hará hincapié en los éxitos no económicos del macrismo.

Los papers oficiales hablan de seis puntos con los que harán campaña: 1) la mejora de la cultura democrática, incluyendo ítems como la independencia del Indec, la reestructuración de la burocracia estatal y medidas anticorrupción; 2) la recuperación del vínculo con el mundo y el liderazgo antichavista; 3) el freno al avance del narcotráfico; 4) la corrección de los desequilibrios de la economía, más allá de la coyuntura; 5) la expansión de los planes sociales; y 6) el crecimiento de las obras de infraestructura, incluyendo los resultados de Vaca Muerta y el lanzamiento de las low-cost aeronáuticas.

Es cierto que la decisión del voto no necesariamente está atada solo a la economía personal, y también es cierto que el potencial elector de Cambiemos puede evaluar esos seis puntos como beneficios concretos que el PBI no toma en cuenta.

Eso es lo que cree Peña, que este gobierno generó cambios reales que mejoraron la vida de los argentinos y que la economía no está bien, aunque el doloroso ajuste sentó las bases para una recuperación lenta, pero permanente.

En un sentido electoral, ya no importa si tiene razón.

Lo verdaderamente importante a esta altura es si una nueva mayoría circunstancial cree que la tiene.

© Perfil.com

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