viernes, 8 de marzo de 2019

La cabeza de Macri, después de la muerte del padre


Por Laura Di Marco

¿Qué cambia en la cabeza de un presidente con la muerte del padre y de uno como Franco Macri, un patriarca poderoso que falló en la tarea de querer convertir a su hijo en su clon y dictarle su propio argumento de vida? ¿Lo cambia como hombre, como político, como presidente? 

¿Cómo se procesa el duelo de un padre que se ama y que se odia al mismo tiempo, que se sufre y se admira, que se dedicó a construir tanto como a destruir al primogénito que se negó a ser su continuador? "A pesar de que fue el hombre más brillante que conocí en mi vida, él no podía hacerse cargo de su Mr. Hyde. Hace mucho tiempo que había empezado el duelo y hace mucho tiempo que papá ya no era un lugar donde yo iba a pedir consejo. De algún modo, ya no pertenecía a mi vida. Cuando me di cuenta de que era el final, empecé a ir a verlo una vez por semana como una forma de sanación. Eso me permitió perdonarlo. Y hoy agradecerle", dirá Macri.

La muerte de quien llegó a ser el empresario número uno de la Argentina durante la época de Alfonsín, no sorprendió a nadie. Siete años atrás había comenzado un lento declive físico y cognitivo, que se disparó aceleradamente durante 2018. El sábado a la noche los médicos le informaron al Presidente que la salud de Franco había empeorado. Murió dos horas más tarde. ¿Qué sintió? "Alivio porque hacía rato que Franco ya no era él y porque estaba sufriendo. No solo hay que tener suerte para vivir sino también para morir. Papá no tuvo suerte para morir".

La relación entre Mauricio y Franco es una historia de rivalidad, en la que el hijo logra finalmente "matar" al padre en un sentido metafórico y psicoanalítico para lograr ser él mismo, y no el deseo de su padre. En verdad, ya lo había "matado" mucho antes de que sucediera su muerte real. Pero además, lo había superado. Evaluado en perspectiva histórica y valoración social haber llegado a presidente es mucho más que haber sido un empresario poderoso. Claro que eso también dependerá de cómo le salga finalmente la presidencia, si es que logra ser reelecto. Como dice la escritora Laura Gutman: "Si por algo luchó Mauricio fue por su propio deseo. Hace 60 años que trata de ser él". Ese deseo primero lo empujó fuera de las empresas del grupo Macri, un polémico emporio, eternamente atravesado por el escándalo y la sospecha, que Franco había armado al calor del poder político de turno, cualquiera fuera su color. El portazo de Mauricio lo ubicó, ante su padre, como un delfín fallido. "¿Delfín fallido o fracaso inconsciente para quitarse de encima a Franco?", arriesga el psicoanalista José Abadi. Paradójicamente, no conformar al padre lo terminó liberando. "Cuando un padre se siente muy orgulloso de un hijo perfecto, en general se trata de un hijo sometido", matiza la médica psiquiatra Graciela Moreschi, autora de varios libros sobre vínculos.

Esa rivalidad y ambivalencia que atravesó el vínculo del Presidente con su padre no solo asesta un golpe mortal al mito romántico de la familia o de la relación idílica entre padres e hijos, sino que hace público lo que a menudo sucede en privado. Expone las tensiones verdaderas en el interior de la mayoría de las familias, más allá de las interpretaciones idealizadas sobre nuestros propios padres. La mitología y el arte suelen simbolizar esas verdades. En La vida es sueño, Calderón de la Barca expone ese drama. Cronos decide devorar a sus hijos para no ser devorado por ellos. Y Edipo termina asesinando al padre. Se trata de un lenguaje simbólico. "Son mitos que representan lo que se juega en el psiquismo humano". Muchos padres aman pero también temen a sus hijos. Los narcisistas tiene un plus: temen ser destituidos, aunque finjan correrse de escena, como amagó Franco cuando pretendió dejar a su hijo al frente de Sevel. La reina Isabel de Inglaterra es un ejemplo perfecto de esta dificultad: su heredero, Carlos, lleva décadas soñando con el trono y ya cumplió los 70. Al día siguiente de la muerte de Franco, Jorge Macri escribió un tuit de despedida. "Se fue un hombre inmenso, tan sabio como difícil. Aprendimos mucho de Franco y a veces lo sufrimos, pero ninguno de nosotros sería lo que somos sin él en nuestras vidas". Su primo no pudo estar más de acuerdo. La ambivalencia estaba en Franco, pero también en el Presidente.

Abadi recuerda que, según el psicoanálisis, la muerte de un padre reconfigura el lugar identitario de su hijo varón. La ausencia física empuja al hijo a introyectar su figura. El hijo se transforma en su propio padre pero, a la vez, en el primero de la fila al devenir el más "anciano" del clan. "Hace mucho que soy el primero de la fila, desde que decidí dejar de ser protegido por mi padre. Fui a Boca y me convertí en el 'papá' de Boca. Fui a la Ciudad y me convertí en el 'papá' de la Ciudad. Y a nivel familiar, mis hermanos son grandes y ya no me necesitan", dirá el Presidente, en la intimidad. ¿Le dolió cuando Franco lo calificó con un mezquino cinco, ya siendo jefe de Estado? No, entonces ya lo había "soltado". ¿Y cuándo fue la última vez que sí le dolió? Durante la época del kirchnerismo, envuelto en la causa de las escuchas. Era jefe porteño, aterrizó en Ezeiza, entró al auto que lo esperaba y leyó lo que no podía creer en la tapa de Clarín. Su padre defendía a la pareja presidencial. El título era: "Franco Macri, los Kirchner no están detrás de la causa de las escuchas". Entonces sintió que se incendiaba por dentro. ¿Franco lo hizo para congraciarse con el poder político de turno o en contra de él? En contra de él.

Por eso iba a la casa de Barrio Parque. Para perdonar y recordar lo bueno. Allí escuchaba a su padre, en lapsus de lucidez: "Soy Franco Macri y estoy encerrado solo en esta casa, rodeado de mujeres que me cuidan y que no conozco. Yo ya hice lo que tenía que hacer, ¿qué hago acá?". El patriarca no quiso pasar desapercibido por la vida, su hijo tampoco. Esta fue, tal vez, su mayor contribución paterna.

Alicia Blanco Villegas, que siempre cultivó un perfil de ultratumba, salió a la luz en la misma semana en la que su exmarido se apagaba definitivamente. Primero fue tapa de la Revista Noticias y luego estuvo en el Jardín de Paz despidiendo al controvertido padre de sus hijos. "Nadie la escondió. Lo que pasa es que la historia de papá fue tan de película, que la figura de mamá quedó opacada", justificó el propio presidente en el libro Macri para explicar la poca o nula presencia mediática de su madre. Franco se probó el traje de patriarca protector desde muy joven. Nunca estuvo enamorado de su primera mujer, según le confesó a su hijo mayor, pero decidió casarse con ella después de la muerte de Debilio Blanco Villegas, el padre de Alicia. El fallecimiento de un patriarca dio lugar al nacimiento de otro.

Uno de sus mejores amigos, compañero de secundaria del Cardenal Newman, suele decir que Mauricio es una "versión mejorada" de Franco. Abadi dirá: "Ojalá que no, ahora tiene la posibilidad de ser Mauricio, el integrante de una familia, un padre humano y no el omnipotente jefe de un clan totémico".

La muerte del padre encuentra a Macri en un año crucial, en el que se juega su reelección o su opacidad. Como en la pulseada con Franco, a cara o cruz.

© La Nación

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