lunes, 25 de marzo de 2019

El factor Lavagna desata críticas, nervios y dudas

Roberto Lavagna
Por Claudio Jacquelin

El explosivo ascenso hacia el centro de la escena preelectoral que protagoniza Roberto Lavagna se ha convertido en la menos esperada novedad política y ha tenido consecuencias que eran impensables hace apenas un mes.

Tan repentina ha sido la irrupción que, en muy pocos días, el "factor Lavagna" logró provocar reacciones airadas de muchos de los principales actores, deslizamientos subterráneos de dirigentes, inquietud en los principales espacios políticos, entusiasmo en parte del empresariado y perplejidad en los analistas y consultores.

La emergencia del exministro de Eduardo Duhalde y de Néstor Kirchner es una curiosidad que encierra varias paradojas. No solo porque se haya producido en una etapa de su vida política y personal en la que pocos suelen generar acontecimientos disruptivos o noticias explosivas. También lo es por haber logrado tal centralidad cuando, al menos por ahora, la mayoría de las encuestas no reflejan un encumbramiento equivalente en intención de votos y cuando no cuenta siquiera con un espacio político definido. El tiempo dirá si allí están su virtud y su potencial o si solo se trató de una efímera aparición en el amanecer del período electoral . Por lo pronto, ya da mucho material para analizar.

El fenómeno Lavagna no se explica por sí mismo, sino porque ha sido el elemento que logró modificar el sistema preestablecido y ha alterado a los demás elementos. Un cambio de órbita.

Que el presidente de la Nación y dos de sus principales colaboradores se hayan ocupado de él con la intensidad con la que lo hicieron para criticarlo solo logró aumentar su exposición. Un aporte significativo para un dirigente cuyo mayor déficit se encuentra en el rubro popularidad. La ofensiva oficialista despierta interrogantes.

En la Casa Rosada niegan, como es de prever, que exista el propósito de instalar su figura y culpan por aquellas reacciones al lugar que le han dado los medios al economista y a las preguntas que los periodistas les hacen a los funcionarios. Nada nuevo. Las voces que no fingen ingenuidad en el oficialismo admiten que las expresiones son más proactivas que reactivas.

Si bien la planificación electoral macrista aspira a la polarización final con Cristina Kirchner con la convicción de que favorece las chances de una reelección de Mauricio Macri , eso no resulta contradictorio con la necesidad de sostener la fragmentación peronista. Diferencias entre táctica y estrategia. La política nunca es unidimensional.

Ya se vio en 2015 y en 2017 lo beneficioso que fue para Cambiemos la división panperonista. Sobre todo, en el distrito más numeroso en manos del oficialismo y en el que, también, se encuentra la base de sustentación kirchnerista. La polarización total en Buenos Aires no solo puede ser de alto riesgo para el objetivo de que María Eugenia Vidal retenga la gobernación, sino para la viabilidad del proyecto reeleccionista de Macri, en este contexto económico. Demasiada carga para cualquier oficialismo.

Cambiemos tendría una cuota extra de oxígeno si Lavagna lograra el encolumnamiento que viene insinuando de algunas figuras políticas y de la sociedad civil con cierto arraigo en el territorio bonaerense.

El exministro oficiaría también como dique de contención para impedir que el goteo de dirigentes peronistas hacia el comando cristinista del Instituto Patria se vuelva un torrente. Mucho más desde que Sergio Massa decidió dar señales amistosas al entorno de la expresidenta. Un peronismo unificado aumenta la prima de riesgo para Macri, sobre todo si llegara a constituir una garantía para que Cristina no fuera candidata. Especulaciones que hoy pueden parecer remotas, pero que ningún estratega electoral desdeña.

El tenor de las críticas macristas, que favorecieron la instalación, también muestra que las objeciones son multipropósito. Resalta que lo hayan cuestionado a Lavagna en su costado menos vulnerable y en el que el Gobierno es más frágil: la economía. Aunque se haya puesto énfasis en que fue clave para el kirchnerismo. Alienta a quienes piensan que al mismo tiempo que se lo elevó al rol de contrincante se buscó golpearlo un poco, pero no dañarlo. Podrían haberle pedido que diera detalles sobre el "capitalismo de amigos" de los Kirchner, que denunció mediáticamente, pero del que no aportó hasta ahora datos reveladores. Es un ejemplo.

El filo en el que se mueve el Gobierno es angosto. Ayudar a la instalación es una jugada no exenta de riesgos. Las encuestas pronostican hoy que Macri podría perder en una segunda vuelta contra un candidato no kirchnerista. Aunque el nombre de Lavagna no aparece aún en el rubro de probabilidades, la irrupción explosiva en el escenario justifica prevenciones. Eso explicaría la táctica de rayarle un poco el auto a alguien que suele cuidar con esmero su capital simbólico.

Las prevenciones fueron reforzadas tras el acercamiento a Lavagna de varios radicales. Entre ellos se cuentan dirigentes sin territorio, que nunca estuvieron a gusto en Cambiemos, pero también hay otros que gobiernan distritos con ese sello y que en cuatro años de existencia de la coalición no han logrado sentirse socios plenos de la empresa. Cada voto vale uno, pero la resta puede multiplicar el daño.

El elemento Tinelli

Hay más datos. El conductor Marcelo Tinelli recibió llamadas muy poco amigables de amigos comunes que tiene con Macri tras poner en la góndola del pasado al Presidente y a Cristina, y de haber elevado al pedestal de candidato superador a Lavagna. Puede haber sido un acto de sobreprotección de los íntimos macristas, como argumentan. No lo interpretó así el "señor televisión", que avanza definitivamente a la política, aunque aún sin claridad de propósitos y, menos, de posibilidades reales.

A Tinelli tampoco le resultó difícil unir esos reproches por su acercamiento a Lavagna con la sanción que recibió San Lorenzo, club del que es dirigente, en la Superliga. En el tribunal de disciplina de esa institución se hace sentir el poder de Daniel Angelici. Hasta ayer las críticas eran fuera de micrófono. Ahora ya quedaron registradas en el timeline de la cuenta de twitter @cuervotinelli. Todo suma.

El peronismo en su conjunto, mientras tanto, procura darle el abrazo del oso para contener a quien insiste en que no es candidato, pero que ya desplazó de la atención pública a otros que hace meses que trabajan para instalarse. Massa y Juan Manuel Urtubey son las primeras víctimas en centímetros y minutos.

Ellos, al igual que otros que ya se sumaron al conglomerado kirchnerista, buscan hacer a Lavagna parte de una interna. Con la mágica palabra "consenso", el economista elude definiciones. El objetivo es lograr que orbiten en torno suyo tanto el peronismo alternativo y sectores del progresismo no kirchnerista como los socialistas santefesinos, el espacio de Margarita Stolbizer y los radicales que nunca se casaron con Macri.

Para muchos analistas, las pretensiones del "no candidato" parecen excesivas para alguien con un capital político que hoy se ve demasiado gaseoso, con apoyos muy superestructurales y que no cuenta entre sus atributos con el carisma, la popularidad o la novedad. La seriedad o la experiencia no siempre son vistas como cualidades.

Quienes trabajan para instalar la candidatura de Lavagna tratan de convertir los déficits en superávit. El principal activo para darle volumen a su candidatura, con el alineamiento de dirigentes que favorezcan el "consenso", es que él sería presidente de un solo período, que no buscaría la reelección, que "jubilaría" a Macri y a Cristina, que puede absorber costos que otros con proyectos de permanencia no podrían y que todo eso beneficiaría a varios de los que aspiran a llegar a la presidencia, pero hoy no están en condiciones. Algo así como comprarles el tiempo que a ellos les falta.

La propuesta podría resultar seductora, pero esos que impulsan a la novedad política de estos días tienen otros desafíos. Además de convencer a dirigentes, también tendrán que trabajar con el economista para que acepte relativizar su autopercepción.

Es muy probable que para la demanda que hoy no encuentra una oferta electoral atractiva su persona tal vez no sea exactamente el producto buscado. En tal caso, él debería aceptar limitarse a ser el emergente de un espacio que concentre en su candidatura la ilusión de satisfacer expectativas. La marca debería superar al producto.

Lavagna podría ser el significante vacío al que las necesidades, reclamos y demandas de una parte de la sociedad que hoy representa casi el 40% del electorado le dé un significado o muchos significados que él sintetice. Sería un producto para electores que quieran superar la grieta.

Los hechos muestran que la polarización sigue dominando. También que hay audiencias dispuestas a evaluar proyectos, como el factor Lavagna. La concreción depende de muchas variables. No solo del factor Lavagna.

© La Nación

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