domingo, 19 de agosto de 2018

Los que le dan de comer al chancho

Por Javier Calvo

Cierto es que el kirchnerismo optimizó y generalizó los métodos para hacerse de multimillonarios fondos de los negocios públicos-privados. En esa tarea involucró a otros poderes del Estado, como la Justicia y el Congreso, y de diferentes partes del país (anotemos gobernaciones, intendencias, universidades…).

Como funcionarios o ex funcionarios, del partido que sean, debe caerles todo el peso de la ley, obviamente. Pero sin la pata empresarial poco de esto hubiera sido posible.

Cabe recordar en este momento esa máxima porque, en los últimos días, ciertos movimientos intentan direccionar la atención de los cuadernos de las coimas sobre todo hacia la responsabilidad de Cristina Fernández de Kirchner y la megaunidad de emprendedores armada desde el Ministerio de Planificación. La culpa no es solo del chancho, también de los que le dieron de comer.

Al principio, los primeros empresarios caídos por los cuadernos del ex chofer Centeno describieron sus aportes para obtener obras como extorsiones K para el financiamiento de campañas electorales. El constructor Wagner desmintió esa estrategia común y empezó a hablar de coimas. Los siguientes ya no pudieron usar esa excusa. El también constructor Chediack amplió el horizonte y aún más el transportista Romero, que confesó haber pagado por un decreto presidencial.

A la bola de nieve contribuyeron el financista K Clarens (que empezó a consolidar pistas firmes sobre la ruta del dinero de las coimas) y los ex funcionarios Larraburu, Uberti y López. Las derivaciones de sus testimonios impactarán en horas, días, semanas.

Uberti, protagonista de la unidad de negocios con Venezuela, puso luz sobre un caso curioso: Techint. Pese a estar mencionada en los cuadernos, la compañía de los Rocca tuvo el privilegio de no estar en la mira pública hasta que un colega de Infobae accedió a los apuntes de Centeno.

Luego cayó su ex jefe administrativo, Zabaleta, a quien Emilia Delfino, de PERFIL, venía apuntando en varias investigaciones por irregularidades del grupo en Brasil e Italia. Betnaza, la cara más conocida de Techint, se presentó en Comodoro Py y respaldó al arrepentido Zabaleta. Paolo Rocca, en una cumbre de AEA donde fue respaldado por varios de los empresarios claves del país y algún periodista parcialmente incisivo, admitió contribucionespero como parte de una decisión humanitaria para salvar a los empleados de Techint de la expropiación en Venezuela.

Salvo ayer Perfil, ningún medio se hizo eco de que Uberti desmintió en su arrepentimiento ese relato: sostuvo que las coimas las retiraba de Techint dos años antes de que Chávez expropiara Sidor. La Justicia, que aún no citó a Rocca como sí hizo con otros dueños de compañías, deberá clarificar quién miente.

En ese caso y en todos los demás, Bonadio y Stornelli deberán abrir otra caja de Pandora en torno a la ruta del dinero: salidas de fondos no documentadas, uso de plata negra, empleo de offshores, estados contables poco rigurosos, evasión impositiva, rol de contadores y auditores y una cantidad de etcéteras que posibilitarían detectar cómo se organiza una red gigantesca de pagos truchos. Demasiados eslabones para que alguien no deje huellas. ¿Irán por ellas?

De hacerlo, habrá alguna chance de desmontar la impunidad del chancho y de toda una industria alimentaria paralela para darle de comer. Si no, apenas cambiaremos de chanchos.

© Perfil.com

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