domingo, 8 de abril de 2018

Macri, la utopía de la normalidad

Mauricio Macri
Por Sergio Suppo

Mauricio Macri se propone un logro extraordinario: quiere ser un presidente normal. En un país agobiado por las crisis catastróficas, los discursos fundacionales y las soluciones insólitas, cree que ese camino lo hará perdurar. La épica de Macri es alcanzar la rutina, un destino sin precedentes inmediatos que entre nosotros tiene categoría de utopía.

Encontrar esa clave de normalidad o, al menos, convencer a sus votantes de que la está buscando, puede ser para el Presidente la marca que le garantice la reelección. Otros presidentes creyeron haber conseguido una llave maestra para atender esa compulsión a perpetuarse que genera el poder en quienes lo alcanzan.

Raúl Alfonsín se imaginó al frente de un largo ciclo democrático, pero nunca pudo disfrutar de esa obra que siguió en construcción luego de su precipitada salida del poder. Empezó por romper la creencia de que el mando era un asunto solo reservado a peronistas o militares, pero él mismo no pudo comprobarlo.

La herencia inflacionaria que recibió Carlos Menem hizo posible que, luego de un par de planes fallidos, la convertibilidad lo hiciera presidente durante más de 10 años. Aunque la bomba de 2001 les explotó a Fernando de la Rúa y al propio Domingo Cavallo, Menem también fue víctima de ese estallido. Y ya no logró volver a ser presidente.

Fue un momento fugaz, rápidamente borrado, pero en los primeros días de su mandato Néstor Kirchner también anunció que aspiraba a que la Argentina recuperara la normalidad perdida (como si alguna vez la hubiese tenido). En 2007, la candidata Cristina Kirchner también prometió sacar al país de la emergencia y normalizar el funcionamiento de las instituciones. Nunca se acordó de cumplir.

En Macri, lograr que el país sea normal es un propósito en sí mismo, sostenido en una primera etapa por el contraste entre la crispación kirchnerista y el estilo calmo, casi exento de discursos, del oficialismo actual. Ese cambio de clima es un activo intangible que ya demostró tener valor electoral en 2017.

El contraste con el pasado parece haberlo alcanzado, al extremo de que el Presidente nunca se vio obligado a explicar detalladamente en qué consiste la normalidad que busca. Apenas sí algunos trazos generales que incluyen un guiño al impulso privado, un compromiso con la eficiencia de los servicios del Estado y una integración sin conflictos con el mundo.

Más que en el pasado, el estilo sin confrontaciones tiene un reparo en el presente. Macri sueña con un mundo abierto a los productos argentinos justo en el momento en el que el presidente de Estados Unidos dicta cátedra de proteccionismo y China lo enfrenta con recursos capitalistas. Donald Trump es el más poderoso, pero no el único protagonista global que hace del histrionismo populista una nueva manera de reponer viejos modelos.

¿La Argentina vuelve a tener un presidente que conduce a contramano del mundo? Macri elude esa pregunta. Su propuesta de normalidad siempre escapa a las polémicas. Su pelea es no pelearse.

© La Nación

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