sábado, 7 de octubre de 2017

JUSTICIA / Santo domingo

Por Carlos Ares (*)

Domingo, media mañana. Timbre. Detrás de la reja de entrada tres pálidos muchachos, lampiños, traje negro, camisa blanca, corbata negra, pelo corto. No hay motito a la vista. No hay bolsa de plástico envolviendo tres cajas de ravioles. No son el delivery de La Leonesa. Uno lleva una Biblia en las manos y la ofrece. ¿"Le interesa Jesús"?

En este momento me vendrían mejor los ravioles. Pero podemos conversar mientras llegan. ¿En qué condiciones lo ofrecen? La Biblia va de regalo, a cambio de unos datos. Nombre, estado civil, edad, profesión, número de móvil, e-mail. ¿Todo esto por un libro de cuentos? Pará. ¿Quiénes son ustedes? ¿Los testigos de quién? ¿ Los últimos días de los santos de dónde? ¿Para qué quieren tanta información?

 Base de datos, base de datos, no me jodas. A otro perro con ese hueso. Andá a saber a quién se la venden después. Te doy el mail y me llenan la casilla con mensajes apocalípticos de los curas K. “Si no votás contra el gobierno y comprás esta cadenita bendecida por Cristina, te van a caer otros diez años de plagas, te van a llover ‘Patas’ Medina con hongos, De Vidos, López, Morenos, Jaimes y Boudúes de punta”.

Fuera satanaces. Aparte, muchachos, el timbreo ya fue. ¿No ven que se los copiaron hasta los políticos? Salen a evangelizar como ustedes. Ellos al menos son más sinceros. Una cloaca la podés llegar a ver, la vida eterna no. Y andá a reclamar después. ¿Van a venir a reconocerme que vendían milagros truchos, que los tenían adoctrinados, que les lavaron la cabeza, que no pensaban por sí mismos? Claro que no. Porque ya serán grandes, usarán forro, habrán dejado de chupar velas para recuperar cervezas y yo seré millones, de cenizas.

Si me das a elegir, prefiero cargar con la cruz de Lilita Carrió. Que anda a la caza de votos y de algún señor que se la ponga en la urna. La gorda, cuando se calienta, es divertida. Manda en cana a cualquiera. Ustedes, loco, ni cuando cantan a coro. Tienen menos onda que el Papanicolau.

¿De qué fe me hablás, flaco? ¿No leen los diarios, no miran la tele, no ven cómo está el mundo? Terremotos, huracanes, independencias, el planeta hierve de indignación y maltrato. Acá no se trata de rezar, de fe y paciencia, de fe y sumisión, de esperar a ver si algún dios se apiada. Hay que pedir por Santiago Maldonado, por Julio López  y por todos los que faltan, sufren y necesitan ahora. Hay que reclamar la justicia ahora. No la divina. La que corresponde. La de los tribunales. Sin esa, no hay nada. Andá a pedirle al Caballo Suárez, a los Moyano, a Gerardo Martínez, a Cavalieri que resignen algo, que cambien, que sean buenos en nombre del Señor. Al “Caníbal” Fernández que vomite y devuelva los ahorros y las esperanzas de la gente. ¿A imagen y semejanza de quién están hechos esos tipos? 

Los tres callan. Ponen cara y oído de expertos “call-center” formateados dentro de confesionarios.  Uno de ellos mete el bocadillo: “Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a su clamor”, dice, estira los labios, parpadea. Un gesto de bondad que cambia a terror cuando comprende el efecto que causa la pelotudez que acaba de decir. Espera la peor, pero no.

A ver, hermanos. Tengo los tomates al plato. No hice la salsa, ni limpié, ni preparé la mesa tal como me lo ordenó la verdadera Señora del Señor, o sea mi mujer. Les juro que me encantaría estar ya en el reino de los cielos. Pero acá todavía hay que bancarse a Cristina haciendo de Andrea del Boca, a Trump de Alec Baldwin, a Messi de Martín Bossi, mientras esperamos que Maradona vuelva a hablar de corrido. ¿Se entiende?

Les pediría, si pueden, si se animan, que les den este mensaje a sus santos patrones. Dejen de chorear con los misterios, expliquen los que encubrieron bajo la dictadura. Si son cristianos de verdad, denuncien a los abusadores de pibes, a los obispos y a los colegios bancados con la guita pública, al Vaticano, a los del Opus Dei, a todos los que viven de la fe ajena. Ustedes saben más de lo que dicen y pueden dar más de lo que piden.

Con perdón. Llegaron los ravioles.

(*) Periodista

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