lunes, 21 de agosto de 2017

¿Y ahora quién pintará este ‘Guernica’?

Imagen: Badiucao
Por Juan Cruz

El pasado son símbolos. El Guernica. Los bombardeos de Barcelona. El 11-S. El 11-M. Berlín, Chile. El 17-A, La Rambla ensangrentada. ¿Quién pintará ahora este Guernica? ¿Qué poeta recoge ahora estos pedazos helados de la historia antinatural de nuestro tiempo, el terrible suceso que oscureció la más luminosa vía de Barcelona?

“Y, de pronto, una calle sin salida,/ un golpe seco en los cristales: alguien sin un pasado aún, ya sin mañana”. Lo escribió hace tres o cuatro años Joan Margarit (Sanaüja, 1938, último premio internacional Pablo Neruda de Poesía Iberoamericana). En su libro Barcelona amor final (Edicions 62, 2014). Parece hecho para ser leído ahora. Comienzan así sus versos: “Ternura de la tarde, acompañada/ por música ambulante entre los plátanos./ De pronto un brillo rápido y fugaz/ y un golpe seco en los cristales./ Al pie del ventanal, sobre la acera,/ con su plumaje gris, una paloma muerta”.

Da escalofrío imaginar esa calle de flores y sangre ahora, la calle que el poeta contemplaba cuando escribió Barcelona amor final. “Me siento ligado a La Rambla, amparado por La Rambla. Donde sea que vaya, cierro los ojos, puedo sentir, abajo, la multitud avanzando lentamente entre las dos hileras de plátanos y, arriba, entre las hojas, el estrépito de la otra multitud, la de los estorninos del crepúsculo”.

Un golpe seco, el plumaje gris, la paloma muerta, la multitud, los estorninos, el crepúsculo. “Alguien sin un pasado aún, ya sin mañana”. Ahora se leen los versos como si hubieran pasado este jueves, juntas, todas esas metáforas. ¿Quién pintará ahora este Guernica, qué versos ponerle a este drama que junta La Rambla a otros símbolos oscuros de la historia? Responde Joan Margarit, arquitecto, catedrático, poeta, que vive en la ruta sangrienta de los autores de la matanza, Sant Just Desvern. ¿Qué halla el poeta en el desastre?

El poeta, dice Margarit, “busca belleza y verdad. Y hay verdades que no comportan belleza. El poeta necesita verdad. Y aquí hay dolor. Pero sin dolor no hay amor. Sin dolor no nos querríamos tanto. No es verdad que La Rambla sea solo sea una bella vía de Barcelona. En esa avenida de flores hay mucho dolor. La bomba del Liceo, la Setmana Trágica, el tifus, los bombardeos de la guerra civil, asesinatos…, por ahí pasa la historia siniestra de Barcelona”.

¿Y ahora? “Ahora se suma a esa historia esta tragedia… A la emigración le pueden pasar dos cosas: una, que sea sencilla, que tenga un buen recibimiento, que el que llegue esté dispuesto a entender también. Pero puede haber choques, puede asimismo que el que llegue traiga el odio. Las ciudades no son edificios, son multitudes, y hay choques, es durísima la emigración si no funciona. Hay dolor. Y aquí hay mucho dolor ahora. Pero hay que saber algo: no se puede borrar el dolor de nuestras vidas; pagaremos cara esta obsesión por borrar el dolor. El dolor se necesita para amar”.

La inmigración es central en esos poemas de Margarit. “Siento La Rambla hostil: está ahí/ en el hedor de los restos de La Boquería,/ un rebaño que marca la pobreza,/ un ganado cubierto por las moscas,/ el barro, religiones pavorosas./ Todo es oro sucio: el suelo de La Rambla/ como una tumba de la multitud, fachadas con estuco y luz de mar./ No se echarán atrás (…)”. Es de 1997. Y este de 2013 es Barcelona, su canto de amor y dolor a la ciudad en la que vive el poeta: “Su nombre es un refugio todavía,/ la civil santidad de la codicia/ y el exabrupto generoso/ de Montjuïc, los muertos frente al mar.(…) Pero, en Montjuïc tengo dos hijas,/ y ahora me ofende un gentío extraño/ que se ciega en la fiesta innecesaria/ de gélidos hoteles, de superfluos/ escaparates. Suele, en los refugios,/ hacer más frío que en ninguna parte,/ desolada ciudad que haces de puta”.

¿Quién pintará ese Guernica, qué ha de decir el poeta? “El Guernica nos llegó tarde a Barcelona, aquello fue en Bizkaia. Supimos de aquel dolor tan tarde. ¿Y este, cómo pintar este que viene ahora? Con palabras de verdad; el poeta busca siempre salvar las palabras, los políticos las malgastan, las desactivan, las dejan medio muertas. En ese poema de Barcelona están el amor y el dolor por Barcelona. Esa ciudad ´que haces de puta `es mi ciudad, que amo, y en Montjuïc tengo enterradas dos hijas. Sin dolor yo no hubiera amado tanto Barcelona”.

Así pintaría La Rambla, pues, Joan Margarit, con amor, con dolor, con esas dos pinturas juntas.

© El País (España)

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